
Arqueólogos subacuáticos del INAH localizaron los vestigios de lo que posiblemente sea un velero inglés de finales del siglo XVIII o inicios del XIX que naufragó hace 200 años en aguas de Quintana Roo.
En un comunicado el Instituto nacional de Antropología e Historia señala que al pecio se le bautizó como Manuel Polanco, en honor del pescador que lo ubicó. Es el barco número 70 registrado en la Reserva de la Biosfera de Banco Chinchorro y los restos descubiertos son un ancla, un cañón y lingotes pig iron usados como lastre.
Laura Carrillo Márquez, investigadora de la Subdirección de Arqueología Subacuática del INAH y responsable del Proyecto Banco Chinchorro, explica que fue en pasados meses cuando se realizó una primera jornada de inspección a fin de registrar, mediante dos sesiones de buceo, la localización en GPS del derrelicto y hacer una inspección general del mismo.
Será en la segunda fase de trabajo —la cual se llevará cabo una vez que pase la contingencia sanitaria por COVID-19— cuando los especialistas vuelvan a campo para levantar planos, ahondar en las características del contexto y quizá tomar algunas muestras para indagar sobre su temporalidad.
Por ahora, detalla la arqueóloga subacuática, es difícil hablar de las dimensiones del velero, de su cargamento u otros detalles, pues la zona en la que se ubica, al sureste de Banco Chinchorro, es compleja. “Yace directamente en la barrera arrecifal donde la corriente marina es fuerte”.
Lo anterior, sumado a que el pecio está a escasos dos o tres metros de la superficie, hace que prácticamente no quede nada del casco de madera, pues el material orgánico de esa estructura se ha desintegrado con el paso de los siglos.
“Sólo permanecen los elementos sólidos, muy concrecionados al arrecife”, describe Carrillo al enumerar algunos de los objetos registrados en el reconocimiento inicial: lingotes pig iron que se usaban como lastre, algunos tubos, un cañón de aproximadamente 2.5 metros de largo y un ancla ‘almirantazgo’, término que designa a las guías que emitía el reino inglés para los fabricantes de estas herramientas.
No obstante que algunos de los vestigios parecen indicar una filiación británica, la investigadora del INAH aclara que esta hipótesis deberá ser corroborada o descartada, mediante análisis que se harán meticulosamente, cuidando el equilibrio ambiental del sitio.
El pescador octogenario también ha destacado por ser un activo colaborador en la protección del patrimonio cultural sumergido, pues desde aquellos años ha dialogado con los arqueólogos y especialistas en pro de la conservación de esta herencia.
Así, en los años 90, Manuel llevó al ingeniero Peter Tattersfield hasta los fragmentos de un barco que nombraron El Inglés, el cual fue registrado años después.
Tattersfield, un entusiasta de la arqueología subacuática y asiduo colaborador de la SAS, contactó en meses pasados al titular de esta instancia del INAH, Roberto Junco Sánchez, e inició las gestiones entre Manuel Polanco y los arqueólogos subacuáticos Laura Carrillo y Nicolás Ciarlo.
Tras ello se conformó un grupo de trabajo, dirigido por Carrillo, en el cual se integró a Peter Tattersfield, Carlos Gottfried, Daniel Maldonado, Pablo Sada, Manuel Pesqueira, Juan José Álvarez, David Patterson, Francisco Con, Álvaro Buenaventura y Juan Castro.
Y aunque por su avanzada edad, Manuel ya no puede salir al mar, el grupo recibió la ayuda de su hijo, Benito Polanco, un capitán de navío quien, luego de escuchar las indicaciones, condujo a los expertos hasta el sitio histórico.
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