Muchos mexicanos se han decepcionado de la democracia representativa que se ejerce a través de los partidos, y consideran que los problemas que surgen en el país se deben a los malos gobernantes que los partidos postulan.
El rechazo a los partidos políticos se debe a su falta de democracia interna, a las pugnas y divisiones que surgen en el reparto de candidaturas, a la corrupción y a los malos resultados de los gobernantes emanados de ellos.
Por otra parte, cada vez son más los ciudadanos que ambicionan los cargos del Poder Ejecutivo y Legislativo, por las amplias prebendas que ofrecen, pero al mismo tiempo no conocen a fondo la realidad del país ni la complejidad y creciente complicación de los problemas que enfrenta. Por otra parte, también hay muchos mexicanos que denuncian la incompetencia de sus representantes y algunos hasta sienten tristeza por su país, pero no tienen interés ni voluntad de intervenir desde su posición de ciudadanos.
Los gobernantes prefieren a los ciudadanos que no reclaman, que no les piden confrontar sus argumentos y que los dejan gobernar y trabajar tranquilamente y además, no tienen verdadero interés en conocer lo que piensan, ni de recibir sus aportaciones. No tratan de aprovechar su experiencia y el conocimiento específico que pueden tener, ni de conocer a fondo sus problemas para resolverlos.
La participación ciudadana no debería ser entendida como algo meramente ocasional o cuando lo exijan; los propios ciudadanos tendrían que aceptar que su participación en la cosa pública reviste la misma importancia que la emisión de su voto y los gobernantes tendrían que tener una actitud aceptante para no descalificar a la ciudadanía y cuando defiendan una postura diferente no tomarla como subversiva. En general, tratan de “cooptar” a los ciudadanos que discrepan para acercarlos a las propias posiciones, lo cual no denota apertura ni respeto al ciudadano, que realmente es el principal actor en un sistema democrático.
No existen motivos para subestimar el valor que tiene el obtener las opiniones de los ciudadanos a través de la consulta popular, con el propósito de lograr la participación ciudadana. Cada una de las partes deberá escuchar a la otra, confrontar sus argumentos sin prerrogativas jerárquicas. Una vez cerrado el debate la ciudadanía y el gobierno habrán de acatar la decisión última y asumir la responsabilidad por las decisiones tomadas.
Es el orden democrático el que exige a los ciudadanos que se sientan personalmente responsables por la estructura fundamental de su país y por las decisiones que afecten a los ciudadanos. En una democracia representativa como la nuestra, es a través de los diputados como los ciudadanos pueden intervenir aportando sus ideas, sugiriendo y exigiendo.
Para que la participación de los ciudadanos sea eficaz se requiere que cuenten con la debida información; para lograrlo, la escuela, la familia y el propio gobierno tienen que realizar esta tarea.
La democracia representativa a través de los partidos, garantiza a los ciudadanos la vigilancia de éstos sobre el comportamiento de sus representantes, lo cual no sucede cuando la elección es directa. No todos los ciudadanos son conscientes de las ventajas que brinda el sistema de la democracia representativa; los diputados obtienen el mandato por el voto que ellos les otorgan y su función es atender a la solución de las necesidades de sus electores, tanto con las leyes necesarias, como encausando las políticas públicas que se requieran con la aprobación de los presupuestos.
La solución no es eliminar a los partidos, sino que la autoridad vigile que actúen conforme a derecho y que los ciudadanos les exijan que tengan como meta el servicio en bien de todos los ciudadanos.
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