
El proceso de la Independencia de México (1810-1821) estuvo ligado desde el inicio a las ideas liberales que provenían de Europa y de Estados Unidos, y de las cuales fueron simpatizantes y difusores distinguidos clérigos de Nueva España, así como otras personas cultas que tenían acceso a ciertos libros e informaciones privilegiadas.
No es de extrañar que en la iglesia de la Profesa se realizaran las primeras conspiraciones, ni que el cura Miguel Hidalgo y Costilla, el Padre de la Patria, en sus tertulias, asistieran personas afines a esta forma de pensar.
Los principales protagonistas del movimiento independentista fueron el cura José Ma. Morelos y Pavón; el cura Mariano Matamoros, pero en realidad, la lista se puede prolongar a más de 400 nombres a partir del precursor Fray Melchor de Talamantes, y otros más como Fray Servando Teresa de Mier, el padre José María Cos, a quienes los propios realistas calificaban como uno de los cerebro más organizados; los canónigos de la Catedral de México, José María Alcalá y Orozco, y el padre Matías de Monteagudo quien fue uno de los firmantes del Acta de Independencia.
Hay otros nombres que no son tan conocidos, y si acaso de manera local, como por ejemplo, en el estado de Hidalgo, los padres Juan Antonio Magos, Juan Miguel Correa, Francisco Sánchez, José Martínez, cura de Actopan, y Juan Bustamente quien llegó a tener un ejército de 6 mil hombres. Todos ellos estuvieron en los campos de batalla y algunos, ocuparon puestos de mando.
En Zacatecas, destacaron los curas Guadalupe Díaz, José Pablo Calvillo, párroco de Huahucar. En Michoacán sobresalieron Fr. Vicente Santa María; el Dr. Antonio María Uraga, cura de Maravatío y egresado del Seminario de Valladolid, Michoacán, y don Manuel Ruiz de Chávez, cura de Huango; el Padre Marcos Castellanos Castellanos, y Don José Martín García de Carrasquedo, cura de Santiago Undameo, o el padre mercedario Luciano Navarrete.
En Guadalajara destacaron los presbíteros José María Mercado de Luna, Nicolás de Nava, Joaquín Oviedo y Felipe de Jesús Conejo; en Puebla y Tlaxcala: José María Sánchez de la Vega, Antonio Martín Pérez Martínez, José Rafael Tárelo, entre otros. En Oaxaca, el padre Manuel Sabino Crespo fue el caudillo insurgente más renombrado, y en Veracruz, José María Fernández del Campo, Mariano de las Fuentes de Alarcón, o el Padre Sánchez.
Pero no todos los curas y religiosos que participaron en el proceso de independencia fueron insurgentes; algunos, también, estuvieron del lado de las tropas realistas, y también hubo quien no tomara las armas pero desde el púlpito ayudara a explicar y difundir los importantes momentos históricos que se vivían en España y en el naciente país.
Muchos nombres están en el olvido, en parte, por ese tipo de historia que peca de laicista y que quisiera borrar la importante participación que tuvo la Iglesia mexicana en la obtención de la independencia y soberanía de México, y en la aportación de documentos y principios tan importantes como los expresados por Morelos en Sentimientos de la Nación, en las primeras leyes nacionales, e incluso, en las Leyes de Cádiz que también atañían a la Nueva España.
El Padre e historiador, Mariano Cuevas, calculaba que por aquellos años, en la extensa Arquidiócesis de México, había un máximo de 2 mil 657 eclesiásticos, y en todo el país había 6 millones de habitantes, de los cuales, un millón eran criollos; 40 mil españoles; 3.5 millones indígenas y 1.5 millones, mestizos.
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