Escenario

Los mariachis acompañando al cine mexicano

ESPECIAL. El cine ayudó a construir la imagen del mariachi moderno, gracias a películas como Allá en el rancho grande y a talentos como Jorge Negrete y Pedro Infante.

ESPECIAL. El cine ayudó a construir la imagen del mariachi moderno, gracias a películas como Allá en el rancho grande y a talentos como Jorge Negrete y Pedro Infante.

Los mariachis acompañando al cine mexicano

Los mariachis acompañando al cine mexicano

La Crónica de Hoy / La Crónica de Hoy

Había pasado un mes desde que el cine llegó a México, cuando el 15 de septiembre de 1896, Porfirio Díaz, el Presidente de México, en lugar de celebrar la independencia del país como cada año con una fiesta galante, la sustituyó por una función de cine.

En las fiestas había un apartado para la música popular y aunque no hay prueba de que ese día fuera musicalizada por una banda militar, se sabe que la función se alternó con momentos musicales tradicionales, según documentó el investigador José María Serralde en su tesis Música, músicos y cine en México miradas hacia una historia posible.

Desde entonces la música popular ha estado ligada al cine… esa semilla que desembocó en la música de mariachi.

La tradición original del mariachi se conformó en el noroccidente de la Nueva España durante la segunda mitad del siglo XVIII y su región se extendía por la costa pacífica, desde San Francisco, en la Alta California, hasta Oaxaca. A principios del siglo XX tuvo lugar la primera apropiación simbólica de esta macrotradición por parte del estado de Jalisco y, tras la Revolución Mexicana, en 1925, la segunda y definitiva.

A partir de grupos residentes en la Ciudad de México se conformó el nuevo mariachi, propiciado por la política nacionalista del periodo cardenista y bajo la égida de la tríada de los medios de comunicación masiva: compañías radiofónicas, disqueras y cinematográficas, documentó Jesús Jáuregui en  El mariachi, símbolo musical de México.

“El músico era un trabajador de cine”, afirma Serralde, en su tesis Música, músicos y cine en México miradas hacia una historia posible. “Las orquestas del Teatro Hidalgo y Teatro Colón, fueron agrupaciones creadas exprofeso por alumnos del Conservatorio Nacional (…) Las orquestas que tocaban para el cine, luego daban un concierto popular”.

En los inicios apareció El Charro negro (1917) retomado por Raúl de Anda en la serie del mismo nombre; luego en 1931 el ruso Sergei Eisenstein, plasmó la auténtica imagen del charro mexicano en ¡Que viva México!; Agustín Lara ayudó a popularizar la música en la década de los 30, pero fue Fernando de Fuentes con Allá en el rancho grande (1936) el que cambió la historia.

Ahí surgió la figura del “charro cantor” que dio el personaje que interpretó Tito Guízar. Fue parteaguas en el ambiente musical, ya que contiene escenas en las que se canta y se realizan bailes folklóricos en cantinas, serenatas y en el campo. El tema que da nombre a la película y hace referencia a la locación de la película, lo popularizó su intérprete y personaje principal, Tito Guízar, el tema fue compuesto por Emilio Uranga Donato y Fernando Díaz del Moral.

Ése fue el inicio de la comedia ranchera que comenzó con la consolidación del nuevo mariachi. El primer ídolo propiamente dicho fue Jorge Negrete, El galán cantante, quien encarnaba a un mítico hombre de campo, “…especie de chinaco de San Ángel que se convierte en bandido generoso cuando son contrariados sus amores”, así lo describió Emilio García Riera.

Precisamente Negrete —de acuerdo con el libreto y, sobre todo, con la composición ad hoc para el filme ¡Ay Jalisco, no te rajes! (1941) —le correspondió pregonar urbi et orbi que “¡De Cocula es el mariachi!…”, enarbolando a su costado un desafiante gallo de pelea. Pero si se escucha completa la canción, se percibe con claridad que la intención de los compositores era diseñar un marco para el Jalisco mítico de las películas.

Por otro lado Pedro Infante consolidó la variante simpática y alegre. El ídolo que, desde un origen humilde, “llegó a tenerlo todo”. Actor polifacético, en sus interpretaciones —musicales y  cinematográficas— combinaba, de manera balanceada, los personajes del “México rural cuasi-intemporal” con los del México urbano de su época.

El último ídolo fue Javier Solís (su nombre real era Gabriel Siria Levario), su carrera fue menos brillante. A diferencia de los anteriores, sus actuaciones en los filmes fueron mediocres, por lo que su imagen fue más sonora que visual y su público se caracterizó por la identificación con el “cantante de origen proletario”.

La Época de Oro estuvo acompañada del mariachi y luego al resto de la historia del cine mexicano. Filmes como Los tres García (1947), Dos tipos de cuidado (1953), Los Tres Huastecos (1948) y Me he de comer esa tuna (1945) ayudaron a construir la nueva imagen del mariachi. Aunque también existen otros títulos alusivos más directos como La tierra del mariachi (1938) y El mariachi desconocido (1953).

También ha tenido eco a nivel internacional. La producción de Robert Rodríguez que llevó por título El Mariachi (1992), muestra a Antonio Banderas, que de mariachi sólo tiene el nombre y el estuche de su guitarra, acompañado de Salma Hayek, en una historia más violenta. La historia tuvo una secuela llamada La balada del pistolero (1995). Rodríguez volvió más tarde con otro intento en ­Érase una vez en México (2003) con Enrique Iglesias en el elenco.

Aunque a lo largo de la historia la figura del mariachi ha resonado en muchos filmes, en años recientes se tienen dos referentes que alcanzaron mayor popularidad: Mariachi gringo (2012) y recientemente La última y nos vamos (2015).