
"Se puede tener, en lo más profundo del alma, un corazón cálido y sin embargo, puede ser que nadie acuda a él”. Esta frase pertenece a la impresionante cinta animada Loving Vincent (2017), que es uno de los retratos más bellos del aclamado pintor Vincent Van Gogh (1853 -1890), quien a lo largo de la historia del séptimo arte ha inspirado un puñado de filmes. Este fin de semana llegó a México el más reciente, Van Gogh en la puerta de la eternidad.
Su historia es un drama fascinante. Por un lado en la pintura desarrolló un estilo para representar de otra manera la realidad, cosa que llevó a que algunos lo nombraran, póstumamente, el padre del arte contemporáneo; por el otro, su vida estuvo marcada por la pobreza, la soledad y una depresión crónica que lo llevó a suicidarse.
La primera ocasión que se pensó en llevar la vida del pintor a la pantalla fue en los años 40. En 1945, Warner Bros. estuvo a punto de hacer una biopic, para la cual había elegido a actores como Paul Muni (Scarface, 1932) y John Garfield (El cartero llama dos veces, 1946) para protagonizar la película, pero el proyecto quedó abandonado. Lo mismo había ocurrido con otro proyecto en 1946, cuando el productor Arthur Freed le encargó un guion al novelista Irving Stone, el proyecto de película pasó a manos del cineasta Richard Brooks, en los 50, pero al final no lo llevó a cabo.
No obstante, de aquel proyecto de guion Stone se valió para escribir su novela Lust for life, que finalmente sería el origen de una de las películas más importantes sobre la vida del pintor. Fue el padre de los musicales modernos, Vincente Minnelli, quien, amante de la pintura, tomó la novela de Stone para llevarla a la pantalla grande en 1956, con Kirk Douglas (hoy con 102 años de vida), en el papel de Van Gogh.
La cinta es popularmente conocida con el título de El loco del pelo rojo y en ella Minnelli aprovecha los recursos cinematográficos para aproximarse visualmente a la obra del artista, por ello los aspectos biográficos y artísticos en la película son inseparables. La cinta refleja el proceso evolutivo desde los primeros momentos de autoaprendizaje y esfuerzo del pintor por dominar la técnica hasta el desarrollo de un estilo propio. Se apuntan también sus contactos con la vanguardia parisina, centrándose en su relación con Paul Gauguin, interpretado magistralmente por el mexicano Anthony Quinn.
Antes de este filme, en Europa el francés Alan Resnais rodó un cortometraje en 1948, que después haría sonar un proyecto más ambicioso de largometraje de la mano de Jean Renoir, con Van Heflin (El merodeador, 1952) como protagonista; anunciado en 1953, pero que no se llevó a cabo, al igual que el intento que hizo el italiano Cesare Zavattini, luego de un viaje a Francia y Holanda, donde visitó los lugares del pintor junto al productor Paul Graetz, y cuyas ambiciones se quedaron en las páginas de las revistas Cinema Nuovo y Cahiers du Cinéma.
Décadas más tarde se retomó la historia del pintor en el cine con Vida y muerte de Vincent Van Gogh, rodada en 1987 por el director australiano Paul Cox. Un filme atípico, sin diálogos ni desarrollo dramático; prácticamente tampoco hay actores, salvo en la recreación visual de algunos personajes y ambientes inspirados por cuadros del pintor. Esta arriesgada apuesta combina imágenes, música (Vivaldi y Rossini) y narración, dejando que sea el propio pintor quien conduzca el relato con sus palabras, basándose en las cartas dirigidas a su hermano Theo.
Por otro lado, el episodio “Los cuervos”, quinto de los ocho fragmentos que conforman Los sueños de Akira Kurosawa, una coproducción japonesa y norteamericana de 1990, de diez minutos de duración. Este cortometraje en el que Van Gogh es personificado por el mismo Martin Scorsese está dedicado a la pintura Campos de trigo con cuervos, cuando un estudiante de arte logra entrar al mundo retratado por el artista.
Ese mismo año, Tim Roth encarnó al Vincent Van Gogh más real que se haya visto en la pantalla hasta entonces en Vincent y Theo, bajo la dirección de otro grande del cine. Se trata de Robert Altman, quien recreó un sentido retrato del lazo entre el genio angustiado y su querido hermano.
Otra producción vinculada al centenario, es la canadiense de 1990, Vincent y yo, con guion y dirección de Michael Rubbo. Película más modesta dirigida a la televisión para un público infantil o juvenil.
Un año después el pintor llegó al Festival de Cannes con Van Gogh, escrita y dirigida por el francés Maurice Pialat, la cual tuvo una aceptación dividida por su manera de abordar al personaje desde una visión interiorizada y desmitificadora. En este filme, el cantante Jacques Dutronc da vida al pintor.
Recientemente también llegó a las salas Loving Vincent (2017), dirigida por Dorota Kobiela y Hugh Welchman, la primera película de animación que empleó en su totalidad pinturas para generar la ilusión de movimiento. Una obra exquisita que se adentra en los hitos de una existencia sobresaltada y en los misterios que rodean a los últimos días de vida de un creador irrepetible.
Finalmente llegamos a Van Gogh en las puertas de la eternidad, el cual le dio al actor Willem Dafoe el premio al Mejor Actor en la pasada edición de la Mostra de Venecia y por el cual está nominado al Oscar como Mejor Actor protagonista. En este filme dirigido por Julian Schnabel recrea los últimos años de vida del pintor: “Ésta es una película sobre la pintura y un pintor y su relación hasta el infinito. Es contada por un pintor. Contiene todo lo que sentí que eran los momentos esenciales en su vida; ésta no es la historia oficial, es mi versión. Una que espero que los haga sentirse cercanos a él”, dijo el cineasta.
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