Opinión

Los Tratados de Bucareli

Los Tratados de Bucareli

Los Tratados de Bucareli

La Crónica de Hoy / La Crónica de Hoy

Hay un mito urbano sobre los Tratados de Bucareli firmados en 1923 entre el Gobierno de Álvaro Obregón con el gobierno estadunidense de Warren G. Harding que asegura que Obregón comprometió a México a no producir maquinaria industrial, militar, aviones, autos y equipo especializado, y que, a cambio de esto, Estados Unidos se comprometió a proveer y vender los bienes que, de este tipo, requiriera México para su desarrollo.

A casi cien años, pareciera que el mito lo convertimos en realidad, ya que nuestra presencia mundial en estos sectores es de maquilador y no de inventor propietario de la tecnología o de la industria. Está por demás decir que hace cien años los tigres asiáticos eran unos gatitos, sin embargo, en los últimos cincuenta años se han convertido en autores del futuro en ciencia, tecnología, innovación en bienes de capital, transporte, farmacéutica, biotecnología e industria militar.

¿Cuál ha sido el secreto de estas economías? ….. la visión, metas y el trabajo arduo que sus gobernantes, industriales, universidades, científicos y obreros se propusieron llevar a cabo. No ha sido fácil para Japón, China, Corea, Taiwán y Singapur llegar al lugar que ocupan en la economía mundial, han pasado por guerras, hambrunas, esclavitud y jornadas de trabajo de 16 horas, sin embargo, un impulso decidido a la educación superior, a la investigación científica y el desarrollo tecnológico, la construcción de metas comunes y la lucha severa contra la corrupción los llevaron al éxito.

En nuestro país el gobierno, la industria, las universidades y los centros de investigación se ven, se saludan y se aplauden en los eventos sociales y políticos, todo está bien y cada quien disfruta de su zona de confort, no hay compromisos ni metas comunes de desarrollo, y así estamos bien. Parece que estamos a gusto con los supuestos tratados de Bucareli firmados no sólo con los Estados Unidos, sino pareciera que recientemente ya los firmamos también con los países asiáticos.

En México no se cree en la ciencia y tecnología hechas en México ni en sus científicos e inventores, todo esto se ve como un gasto y no como una inversión; sin embargo, los países desarrollados sí creen en el talento de los científicos e inventores mexicanos, y sin darnos cuenta nos hemos convertido en uno de los principales exportadores de científicos y tecnólogos de américa latina.

El Senado de la República tiene la encomienda de discutir y aprobar, a más tardar en 2020, la Ley General de Ciencia Tecnología e Innovación. Esta nueva Ley General deberá partir de una política de estado visionaria que tenga como objetivos poseer un sistema de ciencia, tecnología e innovación poderoso que genere conocimiento universal, tecnología e industria propias y que participe en el mejoramiento del bienestar y las condiciones de vida de la población. A todos nos conviene ser una sociedad saludable, educada, culta, sabia y armoniosa.

En la definición de la política de estado sobre ciencia, tecnología e innovación, la Ley General deberá propiciar la participación de todos los sectores que contribuyen en el desarrollo integral del país; académico, económico, social y político, entre otros, la academia de ciencias, la de medicina y la de ingeniería, la UNAM, el IPN, la UAM, el ITESM, el Cinvestav, los centros de públicos de investigación, el sector militar, las cámaras de comercio y representaciones empresariales, las secretarías de estado, las secretarías de ciencia y tecnología de los gobiernos de los estados (o sus equivalentes), el foro consultivo científico y tecnológico, la ADIAT, y por supuesto el Conacyt y las cámaras de diputados y senadores.

La Ley General deberá diseñarse para fortalecer el sistema de ciencia tecnología e innovación del país, deberá garantizar los recursos financieros requeridos para hacer ciencia y tecnología “de verdad”, para que los resultados aporten beneficios reales al conocimiento y al desarrollo del país. Deberá garantizar a los investigadores un ambiente de libertad de cátedra y el acceso al equipo de laboratorio, reactivos y demás consumibles requeridos para explorar la naturaleza, descubrir su constitución y las leyes que la rigen. Deberá crear las condiciones favorables para que los científicos mexicanos que trabajan en el extranjero regresen al país. y facilitar los trámites administrativos para internar al país a científicos y tecnólogos talentosos que quieran desarrollar su ingenio en México. Deberá promover y alentar la movilidad nacional e internacional entre universidades y centros de investigación de investigadores y estudiantes de posgrado. Deberá ser promotora de un ambiente alegre, dinámico y creativo en las universidades y centros de investigación donde la labor científica, la creatividad, el desarrollo tecnológico y la innovación sean el cotidiano.

La Ley General deberá articular y concertar los esfuerzos en ciencia, tecnología e innovación de los diferentes niveles de gobierno, federal, estatales y municipales, para lograr el desarrollo armónico del país, promoviendo el respeto mutuo de las soberanías, las metas y voluntades de los gobiernos. Deberá promover el concurso de esfuerzos y financiamiento entre los diferentes niveles de gobierno para emprender grandes proyectos nacionales.

La Ley General deberá favorecer las relaciones de mutuo beneficio entre el sector industrial y el sistema de ciencia y tecnología, deberá incentivar la colaboración entre estos dos sectores para crear la industria estratégica de alta tecnología que se requiere para el desarrollo del país y habrá de empoderar, a través del conocimiento, la ya existente para conquistar los mercados internacionales. La riqueza así producida se traducirá en mejores empleos y bienestar para la población.

La Ley General deberá propiciar nuevos sistemas de evaluación de la labor científica, del trabajo creativo y del desarrollo de tecnología en universidades, centros de investigación y en el sistema nacional de investigadores. Los sistemas de evaluación vigentes se basan en números, números y más números, sin tomar en cuenta la calidad de los resultados ni el impacto que éstos tienen en la sociedad, dichos sistemas de evaluación nos han llevado a generar conocimiento y adquirir una cultura científica competitiva a nivel mundial, sin embargo, no son suficientes para crear ciencia que se galardone con premios Nobel ni a crear una industria de alta tecnología competitiva a nivel internacional. Los sistemas de evaluación vigentes desincentivan la creatividad científica, el fracaso al ensayar nuevas hipótesis y teorías se cobra con facturas muy altas. Esto hace que los investigadores se vayan por rutas seguras, es decir, siguiendo modas y contribuyendo medianamente al conocimiento universal, allí, en donde hay certeza de conseguirlo. Los nuevos sistemas de evaluación deben incentivar a que el investigador aborde proyectos retadores, que se arriesgue a transitar nuevos caminos, a perseguir descubrimientos fundamentales, a crear la tecnología del futuro, a perseverar, aunque esto tome más tiempo o le lleve la vida entera.

Tenemos casi todos los ingredientes de la receta; el capital humano, el talento, las universidades, las instituciones de educación superior, los centros de investigación, el marco jurídico, una juventud creativa, emprendedora que está en busca retos; la industria y el capital de riesgo, sólo nos falta esa política de estado en ciencia, tecnología e innovación con una visión clara de nación.

¿Aprovecharemos la oportunidad para convertirnos en la décima economía mundial para el año 2030, a mejorar el aparato científico, tecnológico y de innovación y con esto mejorar la cultura científica y el bienestar de la población? O seguiremos firmando nuevos supuestos tratados de Bucareli, ahora con India, Rusia, Pakistán, Turquía y demás países.

La tarea es de nosotros, de todos los que vivimos en México.

Luis LeyvaSecretario de Planeación Cinvestav