Nacional

Margarita López, la madre que llegó hasta Los Zetas para hallar el cuerpo de su hija

"Tuve frente a fente a uno de los secuestradores... A mi hija le cortaron la cabeza, se la lanzaban y le daban besos en la boca, yo quería sacarles los ojos"

Margarita López, la madre que llegó hasta Los Zetas para hallar el cuerpo de su hija

Margarita López, la madre que llegó hasta Los Zetas para hallar el cuerpo de su hija

La Crónica de Hoy / La Crónica de Hoy

Margarita López, fundadora de Buscando Cuerpos, ha perdido el miedo al igual que muchas madres que de pronto ya no supieron nada de sus hijos. Una pesadilla más grande, expresan, no hay. “De qué vamos a tener miedo si ya nos quitaron a nuestros hijos?”.

“Yo soy Margarita López Pérez, soy madre de Yahaira Guadalupe Bahena López, desaparecida el 13 de abril de 2011 en Oaxaca. Soy una empresaria de Michoacán, me dedico a la construcción a la venta de maquinaria pesada y dejé todo atrás para buscar a mi hija porque en el 2011 Felipe Calderón emprendió una guerra en contra que la inició justamente Michoacán contra un grupo delincuencial denominado La Familia Michoacana no podíamos salir Los michoacanos de nuestro estado a otro lugar porque nos mataban”.

Cuando recuerda a su hija, sonríe. Viene a su mente el momento en que Yahaira se casó en 2009, con tan solo 17 años de edad, pero muy enamorada con un militar de fuerzas especiales.

Recién se había mudado Yahaira al estado de Oaxaca y un hombre que era comandante de la policía estatal comenzó a acosarla. Un día, el sujeto tuvo una discusión con el esposo de la joven y dijo que iría a la casa de la pareja, pero nunca llegó.

“Eso originó que este hombre, que era el comandante de la Policía estatal de ahí de Oaxaca, destacamentado en Tlacolula, les dijera los Zetas qué mi hija era michoacana y que iban a meter a los michoacanos allá, qué traía una camioneta de lujo, qué traía muchos hombres arriba de la camioneta”, relata en entrevista con Crónica. Poco tiempo después, unos hombres la secuestraron.

Margarita fue con los militares a pedir ayuda. “Ella como esposa de un militar, debe ser apoyada por ello, supuse”. Pero éstos le recomendaron que investigara por su cuenta, que se veía que tenía el modo para pagar informantes.

Así, su vida como empresaria y ama de casa tomó un giro radical. Comenzó a pagar gente para obtener información, se disfrazó de funcionaria, ingresó clandestinamente al forense y hasta llegó a Los Zetas.

Recuerda horrorizada cómo en los bares pedían jóvenes con características de las de su hija con la esperanza de que encontrarla. Ahí había niñas de 12 años que eran prostituidas, las más grandes tenían tan solo 21 años. Todo fue documentado con cámaras espías para presentarlo ante las autoridades, pero descubrió la complicidad entre los gobiernos y los tratantes.

“Yo me doy a la tarea de documentar todo eso y se los presentaba en las reuniones que tenía con el gobernador, con los generales, con todo mundo, con el procurador y nadie hacía nada. Solo se volteaban a ver uno con otro y yo les decía gritando: ¿Quién de ustedes es el dueño de ahí? ¿Dígame, quién es el dueño de ahí? ¿Por qué no quieren hacer nada? ¿Por qué no quieren ir a catear el lugar?

No la encontró y empezó a buscar en los Servicios Médicos Forenses, pagaba dinero para entrar porque todo le cobraban. Les revisaba a los cuerpos la dentadura para lograr identificar a su niña. Fueron decenas de chicas que revisó, cuerpos sin una familia que los reclamara y fue entonces cuando Margarita se dio cuenta de que esas niñas seguramente eran buscadas por madres en situación de vulnerabilidad que no cuentan con los recursos que les permitan emprender una búsqueda.

Frente a frente con Los Zetas

Tras una larga búsqueda, dio con los sujetos que secuestraron a su niña, fueron treinta personas, entre ellas funcionarios de Oaxaca que brindaban protección a Los Zetas y que se encuentran prófugos. Sus captores la violaron diariamente durante los diez días en que estuvo secuestrada y sin comer.

Ellos confesaron que habían secuestrado a la joven porque fueron informados que era de la Familia Michoacana y buscaba calentar la plaza. Sin embargo, ellos mismos se dieron cuenta de que “la chamaquita estaba limpia”.

Fue ‘El Cabrito’, también conocido como ‘El Papi’, quien estuvo frente a Margarita y le confesó: “Yo torturé a la chamaquita y con lo que yo le hice, no pudo haber mentido… estaba limpia, pero nos dieron la orden de que había que matarla”.

El día en que asesinaron a Yahaira, una mujer la vistió, le dio ropa para cambiarse, le puso una estampa de la Santa Muerte en el pantalón y le dijo: Ten nena porque al lugar que vas es la única que te va acompañar.

Finalmente, la joven y los delincuentes llegaron a un cerro donde por tres horas estuvieron cavando mientras ella preguntaba a uno de los captores apodado ‘El Papi’.

-¿Papi, papi, qué me van a hacer?-, preguntaba la joven presintiendo lo que ocurriría.

Nada, ya te vas a regresar a tu casa, le respondió el sujeto, cuando en realidad sabía que sería ejecutada. En ese momento, se volteó, fumó un cigarro de marihuana y otros dos sujetos apodados ‘El Lagarto’ y ‘El Sapo’ le cortaron la cabeza.

“Empiezan a jugar con la cabeza, le daban besos en la boca y se la aventaban uno con otro la cabeza al último la aventaron. Yo quería llorar, yo quería hacer mil cosas, sacarle los ojos al hombre que me confesaba todo, pero debía estar serena”.

Habían pasado 2 años, 4 meses y 19 días para que pudiera encontrar el cuerpo de su hija. Ese fue el parteaguas en su vida y el primer cuerpo de muchos otros que comenzaría a sacar de las fosas clandestinas con sus propias manos.

Métodos de desaparición cada vez más sofisticados

Tras este hecho, comenzó a ayudar a otras familias que buscan a familiares desaparecidos y su experiencia le ha permitido darse cuenta de que los métodos de grupos del crimen organizado para desaparecer gente son cada vez más sofisticados.

“En Tamaulipas, en el 2012, fuimos a recuperar como 3 mil 200 fragmentos de gente que quemaban. Entonces serán fragmentos que yo no podía sacar porque estaban calcinados y si hacía como un polvorón”. Eran cuerpos calcinados con diésel o ácido para dejar el menor rastro posible.

Margarita López y otras madres de familia velan cuerpo a las afueras de la Secretaría Gobernación a manera de protesta.

Tras pagar a informantes, se enteró de que para no dejar rastros, los delincuentes hacen un hoyo para arrojar ahí a sus víctimas, cubrirlas con paja y raíces y prenderle fuego, como si fuera una especie de barbacoa.

A los peritos les enseñó, por ejemplo, que los cuerpos se ubicaban debajo de árboles y de raíces y que al varillar o topar con piedra, también puede hallarse un cadáver. Incluso en los cerros forman una especia de nichos que son cubiertos con rocas.

Cuando descubrieron que los buscadores comenzaban a varillar, los delincuentes comenzaron a colocar sobre los cuerpos capas de tabique o piedra para evitar que fueran descubiertos por animales.

Incluso, revela la fundadora de Buscando Cuerpos, han comenzado a construir sobre los cadáveres escaleras o pilas de agua y hasta levantan construcciones.

Decepcionada, dice muy segura que “donde quiera que tú voltees, a donde quiera que tú vayas, hay autoridades locales, estatales, federales involucradas con el crimen organizado y la desaparición de personas. Tan solo en el asunto de mi hija entre los detenidos hay un comandante antisecuestros, un comandante de la policía ministerial y faltan todavía órdenes por cumplimentar en contra de funcionarios del gobierno federal. Ellos no nos apoyan con absolutamente nada, nosotras sacamos los cadáveres con nuestras propias manos sin que a ellos les importe si exponemos nuestras vidas”.