Opinión

Más sobre la solidaridad

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La Crónica de Hoy / La Crónica de Hoy

Es posible que la Organización Mundial de la Salud (OMS) haya actuado inicialmente con lentitud e inconsistencia ante lo que ahora es una crisis sanitaria global, con importantes repercusiones políticas, económicas y sociales, pero antes de juzgarla habría que hacerse la pregunta de quién ha reaccionado con prontitud y eficacia ante un virus desconocido y cuya gravedad se ha venido documentando conforme se propaga. La respuesta más probable es que nadie en realidad.

Las razones son diversas y su complejidad está en función de un entramado de elementos que aunque se relacionan con intereses creados y conductas irresponsables, no necesariamente las explicaciones se agotan en ello. Debe tomarse en cuenta que el Covid19 ha subrayado prácticamente todo lo disfuncional e inoperante del sistema internacional, en lo general, y en los diversos países, en lo particular. La enorme desigualdad, la pobreza y la marginación de vastas capas de la población mundial frente a los privilegios de unos cuantos, las limitaciones que constriñen a los sistemas de salud pública, así como las insuficiencias para la cooperación adecuada y solidaria, entre otros rasgos de los procesos políticos y económicas de una globalización acelerada e inequitativa, que ha sido la pauta imperante durante años. También como en todas las crisis, frente a la pandemia son los sectores sociales desfavorecidos los más vulnerables son a sus efectos negativos inmediatos, de corto, mediano y largo plazo. No parece recomendable en lo absoluto, pensando en el plano político, considerar ni mínimamente en escenarios de ganadores y perdedores; si no se adoptan las estrategias colectivas necesarias todos habremos perdido.

Hemos dicho en ocasiones anteriores que los momentos de crisis sacan a la superficie lo mejor y lo peor de las sociedades, pero probablemente por su novedad y alcance, la presente crisis es inédita en varios sentidos. En estos meses hemos atestiguado en más de una forma, que la racionalidad y la coordinación marchan en sentidos opuestos a las emociones, sobre todo al miedo y al egoísmo. Entre las contradicciones ha sido posible ver a oposiciones que a pesar de su aversión al gobierno, procuran actuar responsablemente para aprobar medidas para paliar la crisis económica y social que aguarda a sus países (como en el caso estadounidense); a la cabeza del gobierno desdiciendo constantemente a sus expertos médicos (también como en el caso estadounidense); a la oposición minando cuanto esfuerzo hace el gobierno (como en el caso mexicano); al dirigente despidiendo a su ministro de salud (como el caso brasileño); la ausencia de respuesta solidaria entre pares (como en el caso europeo); la minimización del problema y el manejo opaco (como en los casos ruso, chino o iraní, por citar algunos). Es cierto que hay casos meritorios, pero al parecer son contados (Singapur, Corea del Sur, Alemania, Dinamarca). El mundo ya era de una manera antes de la pandemia, pero cabría sugerir que la combinación de oportunismo con intereses políticos y económicos específicos, en el marco de una tendencia permanente a la polarización, se ha incrementado con la pandemia. Y en colmo, la diseminación de información falsa a través de redes sociales o medios convencionales corre más aprisa que la información veraz y necesaria.

De manera que la tendencia a encontrar culpables en medio de la pandemia es un despropósito y un obstáculo a la necesidad de privilegiar la cooperación, la coordinación y la solidaridad para atacar la crisis ocasionada por la pandemia. Volviendo a la OMS, es evidente que con todos sus defectos sigue siendo la mejor alternativa de colaboración y coordinación global. Más adelante podrán hacerse lo balances respectivos y ajustar las cuentas que se considere están pendientes; lo mismo en los países afectados. La energía debía estar volcada a la solución y la planeación y a lo que habrá que hacerse en el futuro.

El regreso a la normalidad no debe quedarse en la pretensión de regresar llanamente al pasado. Debe haber voluntad para materializar las aspiraciones de modificar procesos y conductas prevalecientes y se han hecho más evidentes con la pandemia. Hay voces que empiezan a promover la necesidad de un ingreso básico universal, que constituye entre otras, una propuesta posible en ese camino diferente y mejor de ser posible. Es apenas una parte de la discusión pendiente sobre la reevaluación de los papeles del Estado y del mercado. Es altamente deseable un cambio de paradigma.

gpuenteo@hotmail.com