Escenario

Megalodón: En el mar, el miedo es más sabroso

Tiburón
Tiburón Tiburón (La Crónica de Hoy)

Megalodón es para el cine, el nieto millennial del Tiburón (1975), de Steven Spielberg. Aquel filme de los años 70 que llegó para cambiar las reglas del modelo cinematográfico. Muchos atribuyen a su existencia la aparición del término blockbuster debido a su éxito, pues demostró que una película comercial podría estar llena de creatividad, en este caso a través del cine de terror llevado al mar, mezclado con el entretenimiento.

Después de Tiburón ha habido una serie de propuestas cinematográficas en la que los temibles tiburones son los protagonistas, la mayoría de ellas con una calidad sumamente cuestionable, por no decir ridícula. Sharknado, Mega Shark o Deep Blue Sea dan cuenta de ello. Esos herederos del rey del mar han tratado de expandir las formas de miedo, aunque en la mayoría de los casos con resultados risibles. Son películas con el sentido del humor de cine de serie b, pero con cada vez mayor producción.

Así es como llega Megalodón, dirigida por Jon Turteltaub, que no es otra cosa sino una manera rebuscada de maximizar el miedo a través del tamaño de lo temible, con ese pensamiento que argumenta que a su lado el tiburón de Spielberg sería un juguete. Lo curioso del asunto es que como película heredera no ofrece nada que nos sorprenda, de hecho es bastante predecible, más aún es bastante ridícula, es más, de tan mala, es bastante disfrutable.

Este filme nos sumerge en la historia de un grupo de científicos que realizan una investigación en el lugar más profundo del planeta, todavía más hondo que la propia fosa de las Marianas. En medio de una expedición hacen el descubrimiento de sus vidas, al hallar que hay vida en el fondo del mar desconocido hasta entonces; sin embargo, dentro de esas especies se encuentra el mortífero tiburón prehistórico de 23 metros antecesor del gran tiburón blanco, conocido como Megadolón.

Las vidas de algunos de los investigadores que se encuentran en las profundidades del mar está en peligro, así que el visionario oceanógrafo chino (Winston Chao), decide, a pesar de la oposición de su hija, contratar al especialista en rescate en aguas profundas Jonas Taylor (Jason Statham), quien tendrá como misión salvar al equipo atrapado y vencer a la amenaza imparable que se oculta en el océano.

Al inicio, la película parece tomarse muy en serio a sí misma. Jason Statham da la impresión de tener un personaje serio, pues al principio se juega con el halo de realismo, pero al pasar el tiempo el espectador descubre que en realidad la idea de una película de terror en el mar es una fachada para mostrar una comedia, con demasiado humor involuntario. De esas que exageran el cliché del género, con el concepto de heroísmo muy tonto, con un romance forzado y con diálogos tan ridículos como las terribles decisiones de cada personaje… carentes de toda lógica.

Para fortuna de la película, su mediocre narrativa y argumento queda, para sorpresa de todos, compensado por la cantidad de carcajadas que puede despertar su arrogancia ingenua de pretender ser tomada en serio. Es curioso, es una película que se acepta mala y cede a ser el bufón de la fiesta.

Como en muchas otras semanas, el cine de autor mexicano es el que salva la cartelera. Y es que formas de mirar como la de Jorge Pérez Solano son las que nos hacen palpar con los ojos esa insistente frase de que actualmente se vive una nueva época dorada del cine mexicano, pero que nadie se da cuenta. El cineasta vuelve a su natal Oaxaca para desvelar una historia que se desarrolla entre la población negra de la costa oaxaqueña, en la que el “queridato” (en la que al hombre se le permite tener a una amante, pero a la mujer no) es aceptado socialmente. Juana y Magdalena comparten su vida con Neri, aunque saben que eso les hace daño. La enfermedad de Juana le dará la claridad a Magdalena para retomar su vida sin él. Una belleza visual, con una historia muy atractiva, que nos ayuda a descubrir un rincón desconocido de México.

Latidos en la oscuridad Director: Dean Devlin (EU, 2018)

Hablando de terribles catástrofes, casi como ocurre con Megalodón pasa con Latidos en la oscuridad, el segundo largometraje de Dean Devlin después de la fallida Geostorm. También es un filme que se pierde en su ilógica pero que no llega a ser lo suficientemente entretenida para ganar los elogios de humor tonto del filme del gran tiburón. Esta ocasión Devlin nos presenta un thriller en el que unos ladronzuelos de poca monta quieren hacer lo correcto para salvar a una chica que han descubierto atada en un domicilio, al que accedieron para robar, la cosa se compica ya que el propietario es un hombre adinerado con muchos recursos. No esperen mucho de ella, es una película sin control del director. Con algún chispazo bueno en su lado perturbador, pero al final no lo suficiente para gastar un boleto.

Película basada en el libro Amando a Pablo, Odiando a Escobar, donde cuenta la apasionada y tormentosa aventura amorosa de Pablo Escobar (Javier Bardem) con la periodista colombiana más famosa del momento, Virginia Vallejo (Penélope Cruz), a través de su reinado de terror que destrozó un país entero. Con esa presentación uno quedaría atrapado en las redes de esta película, pero por Dios, usted no lo haga. Ya de por sí era demasiado cansado ver a tantos personajes de Pablo Escobar como para tolerar esta versión de telenovela. Es la más superficial de las historias que hay sobre la figura de Escobar, pero sobre todo resulta un desperdicio insuperable el tener el talento de Bardem y Cruz en una película para humillarlos con personajes tan vacíos. Lo mejor de la película son algunas escenas de acción, miento… lo mejor de la película es no verla.

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