Opinión

Menstruación

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La Crónica de Hoy / La Crónica de Hoy

Nos enseñaron que no se habla de nuestras funciones fisiológicas. Son asquerosas, de mal gusto, a nadie le interesan y menos a un lector de una columna en un periódico nacional. Pero sí son importantes y sí deberíamos hablar más de ellas. Por ejemplo, de la menstruación.

Muchas mujeres crecemos relacionando la menstruación con mitos y vergüenza. La primera vez que menstrué tenía diez años. No sabía que esas manchas en mi calzón blanco de niña que aparecieron un día por la mañana era mi primer periodo. Lo primero que pensé fue que había defecado por la noche, siguió la preocupación por la regañada de mi mamá y la vergüenza y burlas de mis hermanos. Quise ocultarlo. No sabía distinguir la tonalidad. Es muy usual que las primeras veces que una mujer menstrúa sea de color marrón. En la escuela nadie lo había mencionado. En mi familia tampoco. La falta de información ocasiona preocupaciones innecesarias.

La menstruación es una de las razones más frecuentes de ausentismo en la escuela, según la Unicef. Durante toda la primaria tuve miedo a que mi toalla sanitaria se notara. Eran exageradamente gruesas. No podía caminar bien, me rozaba la entrepierna y me daba comezón. Ninguna de mis otras amigas a los diez años estaba menstruando. Sentía que no podía contarlo a nadie. Dejé de practicar atletismo y futbol.  Ya en la secundaria, se sumó mi preocupación por mancharme. Todos contaban burlándose la anécdota de la pobre Josefina  que pasó al pizarrón y tenía una gran mancha de sangre en la falda.

Y habría que agregarle que aparte de la vergüenza, están los síntomas comunes que muchas mujeres experimentan como los cólicos, los senos sensibles, el acné, el dolor en la espalda baja, la inflamación en el vientre, el cansancio.

¿Cuántas niñas y adolescentes siguen padeciendo ese miedo y vergüenza? ¿No sería mejor hablarlo? Quitarle los estigmas a la menstruación.

Algunas mujeres, sobre todo en países de África,  Oriente Medio y Oriente crecen con miedo y aisladas. En Nepal, las mujeres que tienen su regla son recluidas en las llamadas cabañas menstruales, situadas generalmente en la periferia de sus pueblos. En nombre de la tradición son obligadas a pasar frío y hambre; son expuestas a animales ponzoñosos, violaciones e incluso la muerte. Hace un par de semanas, una mujer de 33 años y sus dos hijos fueron hallados muertos por intoxicación en una de estas cabañas menstruales.

Miles de niñas y mujeres en países subdesarrollados sufren más su menstruación por falta de servicios sanitarios, agua y el precio de los productos de higiene íntima. Muchas usan trapos insalubres que aumentan el riesgo de enfermedades e infecciones. En India, por ejemplo, el 10 por ciento de la población rural cree que el periodo es una enfermedad. Mientras que el 20 por ciento abandona sus estudios tan pronto comienzan a menstruar. Hasta el año pasado, las mujeres de la India pagaban 12 por ciento de impuestos en la compra de tampones y toallas femeninas.

Afortunadamente cada vez se van abriendo más espacios para hablar de la menstruación y sus implicaciones sociales, culturales y personales. La menstruación no puede seguir siendo un estigma, y mucho menos debe ser una excusa para la desigualdad.

Twitter: @wendygarridos

wengarrido@gmail.com