
A partir de ahora, cuando creamos que se ha perdido toda esperanza con Estados Unidos, recordemos que existe Alabama.
Habría que remontarse casi tres décadas atrás para ver la victoria de un demócrata en el estado con más fanáticos cristianos por metro cuadrado de todo Estados Unidos. Tan confiado estaba de su victoria el candidato republicano al Senado, Roy Moore, que se presentó en su casilla electoral montando a caballo, con la soberbia de quien se cree el amo de todos esos “negros incultos”, que ni votan o votan lo que le dicen.
Se equivocó y su desgracia es nuestra esperanza. El martes hubo una rebelión en las urnas y los negros de Alabama (el 32 por ciento de sus habitantes, los más pobres de uno de los estados más pobres de EU) se lanzaron en masa a votar, en un número incluso superior a cuando eligieron dos veces a uno de los suyos, Barack Obama. Esta fue la clave de la sorprendente victoria del demócrata Doug Jones, que todavía debe estar dándose pellizcos en la cara.
Si rascamos un poco más, las verdaderas protagonistas de este milagro prenavideño fueron las mujeres negras, que constituyen el 17 por ciento de la población de Alabama. Un impresionante 98 por ciento de las que acudieron a las urnas votó al demócrata Jones y sólo un dos por ciento lo hizo por el republicano Moore.
Se trató básicamente de un doble voto de castigo a Moore, primero por su pasado racista y segundo por las acusaciones en su contra por acoso sexual a varias mujeres. El intento del exjuez de culpar a sus víctimas, llamándolas mentirosas, llegó para él en el peor momento posible, en medio de la ola de denuncias que está sacudiendo la sociedad estadunidense.
De hecho, Moore pasará a la historia no sólo por proclamar que antepone las leyes de la Biblia a las de la Constitución de Estados Unidos, sino por ser el primer candidato que pierde unas elecciones, tras ser señalado como acosador sexual por un medio de comunicación, en su caso The Washington Post. Es probable que no sea el último.
Trump fue acusado cuando era candidato, pero se salvó. Sin embargo, no había comenzado la auténtica rebelión de la opinión pública contra los depredadores sexuales, como ocurre en la actualidad y que se ha llevado ya por medio a dos congresistas demócratas. Aun así, es poco probable que caiga, pese a ser uno de los que más denuncias acumula y pese a que él mismo presumió en un video que es tan poderoso que puede hacer con las mujeres lo que quiera “incluso agarrarlas de la pucha”.
A Trump le falta decencia, la misma que le sobró a los votantes de Alabama que mandaron un mensaje a toda la nación: Sí es posible acabar con esta desgracia de presidente y con sus secuaces, como el “conspiranoico” Steve Bannon. Basta con acudir masivamente a las urnas como hicieron ellos.
El año que viene hay elecciones para renovar parcialmente el Congreso y, como ocurrió en Alabama, muchos votarán en clave presidencial. Si se repite el milagro y los republicanos pierden las dos cámaras, el camino hacia un proceso de destitución (impeachment) estaría por fin abierto.
Y es que, como escribió ayer USAToday, diario poco sospechoso de ser liberal: “Trump no sirve ni para limpiar baños públicos”.
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