
Este domingo, el Cardenal Norberto Rivera Carrera, quien regresa de Roma, presidirá en la Catedral de México una misa de desagravio por el atentado contra el sacerdote José Miguel Machorro, quien fue apuñalado en el altar mayor, por el joven Juan René Silva Martínez, originario de San Luis Potosí.
Ya el pasado viernes se celebró una misa similar frente al Altar del Perdón de la Catedral, por el Padre Ricardo Valenzuela, Sacristán Mayor de la Catedral, y se cumplió con lo establecido con el Derecho Canónigo para los casos en los que se comete un sacrilegio de sangre en un templo católico.
En tanto, el sacerdote se ha batido entre la vida y la muerte aunque milagrosamente ha venido saliendo delante de las cuchilladas proferidas en un evidente intento de asesinato con premeditación, alevosía y ventaja, no obstante el juez Alejandro Cruz Sevilla, del Tribunal Superior de Justicia de la Ciudad de México, declaró inimputable al portador del arma, alegando problemas mentales, lo que ha generado franca inconformidad y malestar entre numerosos grupos laicales y la propia Arquidiócesis Primada de México, calificando esta decisión como un acto más de impunidad en nuestra muy lastimado país.
En redes sociales se ha comparado este caso con el proceder de la justicia rusa que aprendió y encarceló al autor del programa “Ballena azul”, quien a través de 50 enfermos desafíos incitaba a los participantes al suicidio lo que cobró la vida de varios jóvenes.
Después de atender la emergencia médica, el padre Miguel Machorro ha padecido como principales consecuencias de este atentado, la parálisis del lado derecho de su cuerpo y un infarto. Grupos de fieles se han reunido frente al hospital Mocel, donde está internado, para rezar el rosario por la salud del sacerdote y pedir que las autoridades hagan algo pues México, hoy, es el país en donde más sacerdotes son asesinados al año.
Antecedentes de este intento de asesinato se encuentran con amplitud durante la Guerra Cristera (1926-1929), guardando más semejanzas, el crimen cometido contra el Padre Ángel Darío Acosta, a quien le dispararon en el altar de la actual Catedral de Veracruz, mientras celebraba misa en 1931; fue beatificado por Benedicto XVI; o la catequista Luz María Camacho González, a quien asesinaron a tiros los Camisas Rojas, mientras trataba de poner a salvo a varios niños en la parroquia de San Juan Bautista, en Coyoacán, en 1934.
A nivel internacional, han recibido atentados con arma punzante el Papa Paulo VI, en Filipinas, el 27 de noviembre de 1970, y también el fundador de la comunidad ecuménica internacional de Taizé, el Hermano Roger Schuts, quien murió en 2005 a consecuencia del apuñalamiento de una mujer rumana, y a pesar de que ella fue dictaminada como “psicológicamente perturbada”, el juez calificó el hecho como “asesinato calificado” y ella fue encarcelada.
Otro aspecto que no se debe desechar es la negativa influencia de algunos videojuegos, y la responsabilidad moral de las empresas que los producen, ya que inspiran a cometer crímenes, como es el caso de Juan René Silva, quien era adicto a juegos violentos; esto debe alertar a los legisladores, a la Secretaría de Gobernación y otras autoridades, para restringir o prohibir cierto tipo de videojuegos, además de que las propias familias deben cuidar a los hijos sobre sus hábitos y frecuencia con la que acuden a este tipo de enfermizos juegos.
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