En el verano de 1929, María Teresa Landa parecía tenerlo todo. Joven moderna, el año anterior había ganado el título de "Miss México" y competido en el certamen "Miss Universo". No ganó, pero la experiencia le dio una interesante notoriedad, que le consiguió marido: un galante general revolucionario que juraba adorarla. Pero una mañana, la muchacha leyó el periódico…