Opinión

Monreal, el detestable caballero de la armadura de cobre

Monreal, el detestable caballero de la armadura de cobre

Monreal, el detestable caballero de la armadura de cobre

La Crónica de Hoy / La Crónica de Hoy

La lucha por el liderazgo de la fracción parlamentaria de Morena en el Senado, que muy posiblemente quede en manos de Mónica Fernández Balboa, petista incondicional de Ricardo Monreal, puso una vez más de manifiesto el material con el que está hecho este senador que, efectivamente, y según sus propias palabras, tiene “la piel muy dura”. Pero debo acotar que el origen de esa dureza no es como la de las pieles de cocodrilo curtidas en la brega política, al estilo de Porfirio Muñoz Ledo y del propio presidente de la República, sino por su capacidad para la intriga, el chantaje y la puñalada trapera, más propia de los políticos acomplejados (Batres dixit) que están revestidos de un áspero cobre que muestran a la menor provocación.

La gran pregunta que seguramente se hacen ahora muchos de sus compañeros de partido es: ¿debió perdonarlo AMLO después de su aberrante teatro de máscaras cuando la militancia de Morena y un elevado porcentaje de la ciudadanía chilanga le manifestó su más sincero y abierto repudio para competir por este partido a la Jefatura de Gobierno de la Ciudad de México?

Lo que no es posible olvidar es el martirologio al que nos sometió Monreal con su baile de máscara mientras deshojaba las margaritas: que si se iba del partido, que si aceptaba la candidatura para la Jefatura de Gobierno por el PRI (¿acaso alguna vez se la ofrecieron?), que si reflexionaría en compañía de su familia su futuro político y zarandajas parecidas.

El largo y chocante proceso sobre su posible salida del partido que culminó con media docenas de margaritas destruidas, pétalo a pétalo, hasta que el último le susurró un “me quedo”, le permitió obtener un hueso como senador de la República por la vía plurinominal, al que se aferra con su bien enraizada ¿o cementada? dentadura.

El excesivo pragmatismo de Morena que Yeidckol ahora niega y que permitió la cooptación, o la destrucción de la oposición que no abandonó el barco a tiempo, le puede pasar la factura a Morena en la elección interna, será una prueba de fuego para no perredizarse como muchos lo quisieran desde adentro, pero sobre todo desde afuera, antes de las intermedias.

Insisto que mientras la escuela de formación de cuadros de Morena siga trabajando en la adversidad para beneplácito de los oportunistas, incluida la propia dirigente, quien se lavó con sutileza las manos frente a las trapacerías de Monreal para evitar la reelección de Batres a quien le brindó apoyo, digamos, coyuntural, el futuro de este partido y sus reivindicaciones de izquierda están en juego.

Pero regreso a Monreal. Después de su berrinche porque no le dieron la candidatura para Jefe de Gobierno, apoyado por los mismos periodistas que ahora celebran su “audacia”, el zacatecano apadrinó de lejecitos (porque será llorón, y abusador de la retórica vacía, pero tonto no es) a Alejandro Rojas, su senador suplente, y aliado, por cierto, del canciller Ebrard, para darle inicio a un proceso que deseo inevitable más allá de las pugnas internas: la tribalización de Morena.

Monreal le metió el pie a Batres y eso, en el fondo, me parece que fue lo que más le molestó al segundo. Pero él es un político disciplinado, lo demostró cuando tuvo que apechugar cuando Ebrard le pidió la renuncia a la Secretaría de Desarrollo Social porque éste último no resultó favorecido para disputarle al PRI la Presidencia de la República en el sexenio 2012-2018. Lo anterior no obsta, sin embargo, para que dentro de la disidencia y la disciplina de Morena, se vayan evidenciando las alianzas, los intereses y, sobre todo, a los que de verdad se la están jugando por una cuarta transformación que no es el caso del anacrónico, oportunista, pero todavía útil, caballero de la armadura de cobre.

dgfuentes@gmail.com