
Zygmunt Bauman murió ayer. Ese sociólogo y filósofo entrañable que forjó como ninguno una severa crítica contra la sociedad contemporánea y su despiadado individualismo. Con su concepto “modernidad líquida” la analizó hasta sus raíces más profundas para mostrarla como un lugar donde nada es sólido: ni la familia ni el Estado ni los bienes ni la solidaridad social…
Nacido en Polonia en 1925, Bauman emigró con su familia en 1939 a la entonces Unión Soviética, huyendo de los nazis, y para 1971 llegó a Inglaterra para ser profesor en la Universidad de Leeds. En esa ciudad falleció ayer a los 91 años de edad. La también socióloga polaca Aleksandra Kania, quien colaboró con Bauman en diferentes ocasiones, escribió en su red social que el filósofo murió rodeado de su familia.
Fue una de las voces más críticas desde la segunda mitad del siglo XX a la fecha. Era la esencia de la conciencia social, de la crítica a una globalización feroz que está destruyendo lo que hoy somos, la que alerta sobre la trampa que son las redes sociales y, sobre todo, la voz que defendió a los pobres y desposeídos, esa desigualdad que persiste en el mundo.
Su corpus filosófico, conformado por más de 50 libros, es vital para entender los últimos 50 años de la humanidad, con sus encuentros y desencuentros, su desarrollo social y tecnológico y, especialmente, la crítica a sus huecos, debilidades e injusticias.
En una entrevista con el diario La vanguardia dijo sobre las sorpresas políticas de 2016, desde el triunfo de Donald Trump o del Brexit: “Sí, ha habido una multitud de sorpresas, pero la mayoría de ellas surgieron de la misma causa: ahora es cuando estamos pagando el precio por los treinta o cuarenta años de atracón, de juerga otorgados por una serie de obsesiones demoniacas interconectadas, como vivir a crédito, la orgía consumista, la creciente brecha entre los ganadores y los derrotados, la nacionalización de las ganancias y la individualización de las pérdidas, el encogimiento de los rangos de los ganadores frente a la multiplicación de los perdedores y una globalización para los ricos que va aparejada con atar a los pobres al suelo. Y quizá, sobre todo, de la emancipación del poder, esto es, de los que son capaces de conseguir que las cosas se hagan realmente, del control de la política, que se supone que es la que debería decidir qué cosas se necesitan y deberían llevarse a cabo...”.
Sin duda su estela intelectual que inició en los años cincuentas del siglo pasado, es parte fundamental para entender a las clases sociales y sus diferencias en estos tiempos de globalización, el socialismo y sus transformaciones, el Holocausto, la hermenéutica, la modernidad y la posmodernidad.
Una parte de este pensamiento está vaciado en tres obras: La modernidad líquida (2004); Amor líquido: acerca de la fragilidad de los vínculos humanos (2005); y Tiempos líquidos (2007), en las cuales desmenuza a la sociedad actual con sus carencias y extravíos.
Mientras que en Vida de consumo (2007) y Libertad (2008) el hombre y su individualismo son la parte del hilo conductor. En su libro Vivir con el tiempo prestado, publicado en 2009, analiza el estado actual y los retos a los que se enfrenta un mundo globalizado en el que todo, la naturaleza y el propio ser humano, parece haberse convertido en mercancía y los seres humanos son meros consumidores.
En Extraños llamando a la puerta, un breve ensayo publicado en noviembre de 2016, Bauman analiza la crisis de los refugiados, la pérdida de derechos y la política de construcción de muros en lugar de puentes. Al respecto, dejó terminado un libro que se titula Retrotopía, una exploración del pasado y la posibilidad de rectificar los errores actuales y saldrá este año en español.
Son muchas las ideas de Bauman, y sus reflexiones sobre el capitalismo salvaje y la situación de desigualdad que genera, son parte central de su filosofía. “El Estado democrático durante años se ajustó a su promesa y a su responsabilidad de proteger y dar bienestar a cualquier colectivo en contra de la desgracia individual. La gente tenía sentido de pertenencia y solidaridad —argumentó el autor—. Hoy todo eso ha cambiado y, cuando llegan los problemas comunales y compartidos, el Estado dice: ‘Es asunto de ustedes; resuélvanlo ustedes”.
Bauman para explicar esa situación de desigualdad en esta sociedad “moderna y líquida”, aseguraba que la confianza que se tenía en las instituciones estaba decayendo. “La gente sabe que del Estado no va a obtener nada y sabe que las instituciones democráticas y políticas no llevan a cabo sus promesas”, subrayaba.
“Hoy la sociedad está cambiando, y los multimillonarios son un grupo cada vez más pequeño que se beneficia del desarrollo de las rentas ascendentes, de la renta nacional. Sin embargo, la clase media está mas cerca de los proletarios y de la gente que vive en la miseria: es lo que yo llamo el ‘precariado’”.
Una situación tan desigual que, según el pensador, la sociedad acepta de forma pasiva por varios motivos. “Nos han hecho esclavos del consumo, las tiendas, las grandes superficies. La búsqueda de la felicidad equivale a ir de compras”, sostenía.
La nueva organización de la vida es “más individual y desregularizada, y eso hacer crecer la insolidaridad”, sentenciaba.
Este sabio, con pelo blanco siempre acompañado por su pipa, hijo de judíos polacos que tuvieron que huir del país tras la invasión de Alemania, afirmaba que “hoy no hay racionalidad ni solidaridad, sólo competitividad sin piedad”.
“Si se tiene riqueza, educación y privilegios, también se tiene un deber moral por los demás”, advirtió el académico.
De su corpus literario destacan Modernidad y Holocausto, La globalización: Consecuencias humanas, Modernidad líquida, La sociedad individualizada, Amor líquido: Acerca de la fragilidad de los vínculos humanos, Vidas desperdiciadas: La modernidad y sus parias, Vida líquida, Vida de consumo, Tiempos líquidos, El arte de la vida. De la vida como obra de arte, Socialismo. La utopía activa y ¿La riqueza de unos pocos nos beneficia a todos?
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