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Nobel de la Paz: ¿Por qué a Gandhi no y a Kissinger sí?

Controversia. El premio más famoso del mundo —cuyo galardonado este año se conocerá hoy, con la adolescente Greta de favorita— es también el más polémico, no sólo por habérselo concedido al cerebro en EU de las dictaduras latinoamericanas, sino por negárselo al padre de la No Violencia. De igual manera que cambió sus reglas para que no se concediera a título póstumo, debería cambiarla para retirárselo a quien no lo merezca

Nobel de la Paz: ¿Por qué a Gandhi no y a Kissinger sí?

Nobel de la Paz: ¿Por qué a Gandhi no y a Kissinger sí?

La Crónica de Hoy / La Crónica de Hoy

A la hora que lea este reportaje es probable que ya sepa quién es el Premio Nobel de la Paz 2019. Es probable también que de los posibles nombres le suene sólo uno, el de la sueca Greta Thundberg, que de ganarlo se convertiría en la más joven en recibir el premio más famoso del mundo… y el más controvertido.

Si Greta no lo gana, malo, porque —como opino— se dejaría de reconocer su liderazgo en la rebelión de los jóvenes contra la inacción de los adultos en la lucha contra el cambio climático. Y si gana, malo, porque, como dijo de ella Putin: “Es una niña mal informada, que no sabe lo caro que es poner paneles solares en África”, o como dijo Trump, que se burló del reproche de la chica con síndrome de Asperger a los gobernantes —les acusó en la ONU de haberles “robado el futuro”— con un tuit degradante y de mofa, en el que decía que Greta parecía “una niña feliz, a la que le espera un futuro brillante”.

Cinco veces no. La polémica siempre ha perseguido al único premio que Alfred Nobel decidió (sin dar explicaciones) que no fuese entregado por la Academia Sueca, sino por la Noruega.

Es difícil de explicar, por ejemplo, cómo a Mahatma Gandhi se le negó el premio, pese a ser candidato hasta en cinco ocasiones. Tan difícil de explicar cómo que se lo dieron al presidente Barack Obama en 2009, nueve meses después de comenzar su mandato, por el único mérito de prometer que no iba a ser un “halcón” como su antecesor, George W. Bush.

Candidato Hitler. Afortunadamente, no se consumó una aberración que habría acabado con la existencia del premio, pero en sí es preocupante el hecho de que Adolf Hitler fuera propuesto y aceptado como candidato al Nobel de la Paz.

En enero de 1939, el socialdemócrata sueco Erik Brandt sugirió al Comité Nobel noruego que otorgara el premio al líder nazi, alegando su “ardiente amor por la paz”, pese a que ya había ordenado la anexión de Austria y la invasión de Checoslovaquia. Ante el escándalo, el político dijo que nadie percibió su sarcasmo. Por su parte, la Academia se defendió alegando que las reglas obligan a “aceptar todas las propuestas”, lo que lleva a la siguiente reflexión: Si las reglas se cambiaron para negar el premio a título póstumo, ¿por qué no se cambian para que se le quite a quien no merezca llevarlo?

De hecho, en un caso fue tanta la presión que el galardonado intentó devolverlo, pero no pudo.

El escándalo Kissinger. Henry Kissinger, secretario de Estado de EU durante el mandato de Richard Nixon, fue premiado con el Nobel de la Paz en 1973, el mismo año que orquestó con el general Augusto Pinochet un golpe de Estado para derrocar a Salvador Allende e instaurar una sangrienta dictadura militar en Chile.

El ideólogo de la siniestra Operación Cóndor en el cono sur fue merecedor del premio por firmar un alto el fuego con la guerrilla comunista en Vietnam, cuando entendió que Estados Unidos estaba perdiendo la guerra, pese a las miles de bombas de napalm que arrojó sobre la población.

Cuando años más tarde se desclasificaron documentos de la CIA que confirmaban lo que todo el mundo sabía —que Kissinger apoyó activamente los golpes de Estado y las dictaduras en América Latina— el premiado amagó con devolverlo, pero la Academia se negó.

Geir Lundestad, quien fuera secretario del comité Nobel entre 1990 y 2014, declaró al respecto con un tajante “ninguno de los premios Nobel es perfecto”, aunque no oculta su decepción porque, bajo su mandato, se concedió el Nobel de la Paz 1991 a la birmana Aung San Suu Kyi, por liderar la resistencia contra la junta militar.

Si bien nadie sabía que cuando alcanzara el poder iba a permitir un genocidio contra la minoría musulmana rohinyá, los hechos sangrientos han demostrado que si alguien se merece ser despojado del premio es ella, como solicitaron, sin éxito, más de medio millón de personas que se unieron a la petición que encabezó el Nobel de la Paz sudafricano, Desmond Tutu.

Esta es la verdadera polémica que debería corregir la Academia de Oslo y no si Greta se merecía o no el premio.

fransink@outlook.com