Opinión

Nuevas viñetas de la pandemia

Nuevas viñetas de la pandemia

Nuevas viñetas de la pandemia

La Crónica de Hoy / La Crónica de Hoy

Escribo esta segunda entrega alrededor de la pandemia desde mi enclaustramiento, en el tercer piso de un edificio de la colonia Nápoles en la Ciudad de México. La vida en estos los últimos días transcurre apacible y sigilosa desde mi ventana. La ventana es mi puesto de observación de lo que pasa alrededor. Es la mía una ventana indiscreta, como la de Hitchcock, y es éste un recuento a varios registros de mis días de guardar, y de leer, y de observar.

1.Marzo y abril

“Hemos concluido con penas y amarguras el presente mes. ¡Dios nos consuele y alivie en el entrante!”.

Carlos María de Bustamante, Diario histórico de México. A propósito de la llegada de la pandemia del cólera a México en 1833.

2. Tamales oaxaqueños

Pasa frente a mi ventana —mejor dicho, lo oigo pasar— el señor de los tamales oaxaqueños. Me asomo a verlo. El lento pedalear de su triciclo y la cantaleta de todos conocida me provoca cierto estado de paz y seguridad. La vida sigue. Pienso entonces en este pasaje de una crónica de Juan Villoro que leí hace un par de años en su libro El vértigo horizontal

“Desde hace siglos los tamales de Oaxaca son magníficos, pero ahora llegan acompañados de una voz. Un carro-bicicleta lleva una grabadora donde oficia el locutor más escuchado del país. ‘Hay tamales oaxaqueños, tamales calientitos’…”. Lo mejor de esos antojos es el mensaje que transmiten. Hay días torcidos en los que todo se va al carajo y sentimos en las sienes una corona de espinas para los que no existen analgésicos. Entonces llega una señal de esperanza: la vida es un desastre, pero los tamales oaxaqueños siguen calientitos”.

3. La piedad de San Roque

Oración a San Roque, santo patrono de los enfermos en las epidemias, publicada en la Ciudad de Zacatecas en 1833 ante la epidemia del cólera:

O Roque por el amor

que a Jesucristo tuviste,

y por todo lo que hiciste

a honra y gloria del Señor;

Te pido un solo favor

con el más ferviente anhelo,

y es que me libre tu celo

en esta peste fatal

de la cólera del mal

o que te goce en el cielo.

4. De presidentes, epidemias y advertencias. El primer mexicano muerto por la pandemia del cólera que llegó al país en mayo de 1833 fue el soldado artillero de 27 años Pedro Rivera, en Tampico. El ejército tuvo un papel determinante en la dispersión de la epidemia. El general Santa Anna no quiso escuchar las advertencias. Tres meses después, el presidente de México pidió licencia al cargo y partió a Querétaro como tantas otras veces para enfrentar con sus tropas una de las tantas asonadas militares de aquel tiempo.

En su parte oficial Santa Anna refiere que murieron, a causa del cólera, dos mil de sus hombres en tan sólo unos días. Por esos mismo días corrió el rumor de que él mismo se había contagiado del cólera. Hay quienes creen que lo estuvo y que logró curarse tomando adobe diluido en agua. Hay también quienes piensan que sólo fue un rumor promovido por sus adversarios, o bien por él mismo para revestirse de heroísmo. Pero los dos mil soldados muertos que provocó su insensatez quedaron registrados para la historia.

5. La ciudad de México y la epidemia de 1833

Un pasaje de Memorias de mis tiempos (1828-1840) de Guillermo Prieto. En 1833 tenía 15 años, era huérfano, aspirante a poeta, y así recordaba años después el azote de la epidemia del cólera en la Ciudad de México:

“Lo que dejó imborrable impresión en mi espíritu fue la terrible invasión del cólera en aquel año. Las calles silenciosas y desiertas en que resonaban a distancia los pasos precipitados de alguno que corría en pos de auxilios; las banderolas amarillas, negras y blancas que servían de aviso de la enfermedad a los médicos, sacerdotes y casas de caridad; las boticas apretadas de gente, los templos con las puertas abiertas de par en par con mil luces en los altares; la gente arrodillada con los brazos y derramando lágrimas. A gran distancia el chirrido lúgubre de carros que atravesaban llenos de cadáveres. Todo esto se reproduce hoy en mi memoria con colores vivísimos y me hace estremecer”.

6. La era del vacío

En 1983 el filósofo francés Gilles Lipovestsky publicó un libro ya clásico con el título: La era del vacío, ensayos sobre el individualismo contemporáneo. Regreso a él en estos días de cuarentena, mientras me cercioro que tengo el refrigerador suficiente comida para al menos dos semanas y que en el armario se apila una docena de rollos de papel higiénico. Pienso entonces que se adelantó a lo que ahora contemplamos. Estamos, nos dice, ante: “una nueva fase en la historia del individualismo occidental, (…) vivimos una segunda revolución individualista, (…) (un cambio de escala) en las instituciones, los modos de vida, las aspiraciones y finalmente las personalidades, (…) una mutación sociológica global”.

7. Recomendación de Alberto Camus para los días de cuarentena.

Un pasaje de La Peste (1947): “Pregunta: ¿qué hacer para no perder el tiempo? Respuesta: “sentirlo en toda su lentitud".

8. Otra pica en Flandes

Me asomo de nuevo a la ventana y descubro esta vez que el tradicional y ya casi extinto carrito de la jarciería visita mi barrio. Está parado justo debajo de mi casa. Con sus escobas, cubetas, cepillos, recogedores, estropajos y grandes plumeros dispuestos con gran esmero sobre un armatoste de cuadro ruedas. Las escobas lucen como otras picas en Flandes. Su presencia inusual y heroica invita a la limpieza. En apoyo a este hombre, que hoy lo arriesga todo para ofrecer su mercancía, he bajado a comprarle un plumero colorido.

9. El expresidente del vacío

Veo que el expresidente Enrique Peña Nieto ha publicado un tuit para expresar sus condolencias por la muerte de Gerardo Ruiz Esparza. Hasta ahí nada se puede decir. Siempre hay que guardar respeto ante la muerte.

Pero entonces advierto: dos tuis en 290 días de ausencia.

El expresidente de México le debe al país una explicación de los otros 288 días de autocensura culpígena, timorata y avergonzada. No es de estadistas el silencio. Tampoco las fotos de sociales. El expresidente, mudo, abstraído, siguiendo no sé qué pactos de silencio, nada ha podido decir en medio de la epidemia y del mayor desafío del país en un siglo, al menos unas palabras de aliento a los mexicanos.

Regreso a Lipovetsky. Peña Nieto que —según la célebre portada de la revista Time— salvaría a México, vive ahora al lado de su chica “con el mínimo de austeridad y con el máximo de deseo”. El expresidente ideal para la era del vacío.

10. Insomnios gremiales

Si convivir conmigo mismo en esta cuarentena es un trabajo de tiempo completo ¿Por qué las horas extras del insomnio?

edbermejo@yahoo.com.mx
Twitter:@edbermejo