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Ocho años de guerra siria: Del grafiti contra Asad a su estatua victoriosa

ANIVERSARIO: El 15 de marzo de 2011, varios niños sirios fueron arrestados y torturados por escribir en la pared: “Es tu turno”. Contagiados por la Primavera Árabe, iniciada tres meses antes y que eliminó a sádicos como Gadafi, los sirios perdieron el miedo a levantarse contra el tirano de Damasco… pero su turno para caer nunca llegó. Así comenzó la peor tragedia humanitaria del siglo XXI.

ANIVERSARIO: El 15 de marzo de 2011, varios niños sirios fueron arrestados y torturados por escribir en la pared: “Es tu turno”. Contagiados por la Primavera Árabe, iniciada tres meses antes y que eliminó a sádicos como Gadafi, los sirios perdieron el miedo a levantarse contra el tirano de Damasco… pero su turno para caer nunca llegó. Así comenzó la peor tragedia humanitaria del siglo XXI.

Ocho años de guerra siria: Del grafiti contra Asad a su estatua victoriosa

Ocho años de guerra siria: Del grafiti contra Asad a su estatua victoriosa

La Crónica de Hoy / La Crónica de Hoy

La palabra que más dolor en el alma produce a millones de sirios es Deraa. Allí, en la ciudad donde brotó brevemente la Primavera Árabe, comenzó la guerra, de la que hoy se cumplen ocho años. Ese 15 de marzo de 2011, el Ejército abrió fuego contra los habitantes que protestaban por el arresto de un grupo de adolescentes. Bajo tortura, confesaron ser los autores de la pintada en una pared que decía lo siguiente: “Es tu turno, doctor”. Todo el mundo supo de inmediato a quién iba dirigido el mensaje amenazante: al presidente de Siria Bachar al Asad, también apodado “doctor”, por haber ejercido la profesión de dentista, pero más conocido por su verdadera vocación, la de ser el “tirano de Damasco”.

Después de haber visto con asombro cómo caía en tan sólo diez días de insurrección el dictador de Túnez, Zine Ben Alí, el 27 de diciembre de 2010, y en 18 días el egipcio Hosni Mubarak, o de ver cómo los libios le habían perdido el miedo al sádico coronel Gadafi —tanto, que acabaron asesinándolo a sangre fría a finales de ese turbulento 2011—. Desgraciadamente, muchos olvidaron de quién era hijo ese joven que llegó al poder casi a disgusto. Otro marzo sangriento, pero tres décadas antes, su padre Hafez el Asad aplastó una rebelión popular en Hama, en la que murieron entre dos mil y 20 mil civiles. Al igual que entonces, las víctimas pertenecían a la mayoría sunita, subyugada por la privilegiada minoría chiíta, a la que pertenece el clan Asad y la gran mayoría de los mandos del Ejército. Pero hubo una diferencia trágica entre la matanza de Hama de 1982 y la matanza de Deraa (250 muertos) de 2011. En el segundo caso los sunitas se levantaron en armas, muchos de ellos desertores del Ejército leal al régimen chiita de Damasco. Así estalló la guerra.

Lo que debía haber sido la Primavera Siria se convirtió en un invierno que dura ya ocho años y que degeneró en la peor crisis humanitaria del siglo XXI y la mayor catástrofe bélica desde la Segunda Guerra Mundial.

GUTA Y EL ERROR DE OBAMA. La ferocidad de Bachar al Asad contra las ciudades conquistadas porque se declararon en rebeldía alcanzó su clímax el 21 de agosto de 2013, cuando sus aviones lanzaron gas sarín sobre Guta Oriental, feudo opositor a escasos kilómetros de Damasco. Las imágenes de niños asfixiados, con espuma en la boca, horrorizaron al mundo y precipitaron la huida de millones de sirios a los países vecinos y luego a Europa, provocando una crisis de refugiados, cuya consecuencia última fue el aumento de la xenofobia en el mundo y el surgimiento de líderes populistas.

Pero eso llegaría más tarde. En ese verano de 2013, el entonces presidente de Estados Unidos, Barack Obama, dio un ultimátum: si los expertos de la ONU confirman que fue un ataque químico ordenado por Asad, el presidente sirio habría cruzado la línea roja y ­Washington lideraría una coalición para “liberar de un criminal de guerra”, al igual que liberaron a los europeos de Hitler.

Cuando los expertos de la ONU iban a declarar culpable al régimen, dado el cúmulo de evidencias —el régimen sirio almacenaba toneladas de armas químicas y las que fueron usadas se lanzaron desde el aire y los rebeldes carecían de fuerza aérea—, y minutos antes de llevar el crimen al Consejo de Seguridad, la noche del 10 de septiembre de 2013, EU anunció por sorpresa un acuerdo in extremis con Rusia, mediante el cual los rusos obligarían a sus aliados de Damasco a desmantelar su arsenal químico, a cambio de que no hubiera una invasión estadunidense.

Ese error estratégico de Obama cambió el curso de la guerra. El astuto Vladimir Putin olió la debilidad del líder de la primera potencia y decidió que Rusia iba a ser clave para que su aliado Asad ganara la guerra. Había llegado la hora de pasar a la acción.

LA DOCTRINA GROZNI. Si Obama no fue capaz de responder a un ataque químico contra la población, menos lo haría a un ataque con armas convencionales, aunque de igual efecto destructivo. Comenzó así la aplicación de la Doctrina Grozni, llamada así porque así ganó Rusia la guerra a los rebeldes chechenos, bombardeando de forma masiva durante semanas su capital, sin la menor piedad con la aterrorizada población. Así fue arrebatando a los rebeldes sus principales feudos, machacando ciudades como Homs, Alepo, y dejando un reguero de muerte, que disparó la cifra de muertos a 400 mil y la de desplazados a 10.6 millones, casi la mitad de la población.

Ocho años después, Bachar al Asad está a punto de cantar victoria, sin importar la tragedia humanitaria que ha ocasionado. Al contrario, en un intento de humillar hasta el final a los sirios rebeldes, decidió levantar una estatua de su padre, Hafez el Asad, en el mismo lugar donde fue derribada hace justo ocho años, en Deraa, donde empezó todo.

fransink@outlook.com