
Fotos: (Daniel Luna)
“Nadie es profeta en su propia tierra”, dicta el dicho popular extraído de una cita bíblica, pero fuera de cuestiones religiosas, esta frase ha cobrado relevancia en la vida cotidiana en más de una ocasión, y en términos más simples, llega como analogía para algunos proyectos musicales, a los que hemos visto emerger con propuestas interesantes que, por falta de apoyo y difusión dentro de la escena local, algunas veces consiguen el éxito gracias a que llevaron su música fuera de las fronteras que los vieron nacer.
Por otro lado, México se ha creado la fama de ser un país con un público: “entregado”, “con mucha energía”, “fanático”, "fiel", “emotivo”, “lleno de efusividad”, según han comentado algunos músicos extranjeros, luego de pisar tierras aztecas. Es por eso que cada vez son más las bandas que ven a nuestro país como el trampolín perfecto para colocarse a la alza dentro de cualquier escena musical. Al menos aquí no es inusual que se produzca un sold out, en cualquier foro o festival, prueba de ello fue el obsceno número de fases que tuvo el Festival Pal’Norte, con la venta de accesos para la edición del 2019. Somos un público impulsivamente consumidor de música y todo lo que refiere a la industria.
Por esto, los distintos gobiernos de los estados de la república, comienzan a ver como una opción, la creación de festivales musicales para aumentar el turismo internacional y local, concentrando el ingreso en zonas específicas, como los pueblos mágicos.
Es así como llegamos a la tercera edición del Festival Catrina, el cual se llevó a cabo en el Parque pirámide de Cholula, Puebla; evento al cual tuve la oportunidad de ir por vez primera y del que me llevé grandes satisfacciones así como decepciones y molestias, entendiéndome dentro del público que debe ser objetivo, en compromiso con la gente que no pudo asistir – y para hacer un llamado a los organizadores a cuidar aspectos que podrían y deberían mejorar para satisfacción de ese público que no escatima–.
Talento
Regresando a la analogía, ¿qué pasaría si el profeta es quien desdeña a su propia tierra? Entendiendo al profeta como a aquel artista, organizador, o cualquier persona dentro de la industria musical, y a la tierra como una alusión al público. Y es que presentaciones como las de Weezer y Die Antwoord pusieron el ejemplo de que no hay escenario ni público pequeños: mientras Weezer ofreció un concierto emotivo y cercano al público – pese a la diferencia de idiomas, Rivers Cuomo (vocalista) respondió en todo momento a la efusividad de los asistentes –, Ninja, Yo-Landi Visser y DJ Hi-Tek, encendieron el Catrina con su psicodélico electro rap-rave, proveniente de Sudáfrica. Dos presentaciones completamente distintas en las que se notó un respeto hacia los presentes, al entregar un auténtico espectáculo digno de cualquier festival, por pequeño o joven que sea.
Y para descartar malinterpretaciones, presentaciones como las de Jumbo, Chetes, Sabino, Lng/Sht, Hello Seahorse!, o Descartes a Kant, también sobresalieron por su entrega arriba del escenario. Sin embargo, algunos estelares que se han convertido en los constantes de varios festivales como Café Tacvba o Babasónicos, no entregaron algo que no se haya visto antes, al contrario, ambos quedaron a deber.
Tras el retraso de Babasónicos – mencionado en la anterior reseña, publicada el pasado 9 de diciembre -, el quinteto de argentinos subió al escenario para cumplir con la presentación con buena interpretación, sin embargo, con poco acercamiento con el público, y sin la desbordante sensualidad que caracteriza a su vocalista, Adrián Dárgelos Rodríguez.
Mientras que Café Tacvba, a quienes hemos visto en repetidas ocasiones en los festivales más importantes del país, destacando sus participaciones con varios conciertos en el extranjero, tampoco se vieron tan convencidos de ofrecer un espectáculo al numeroso público que espero 25 minutos para que subieran al escenario. Haya estado en sus manos o no el retraso su presentación, lo cierto es que los asistentes que desconocen los imprevistos de producción, no deberían pagar por la molestia de la banda o la falta de ánimos para presentarse. Si bien, la ejecución no fue mala, al igual que con los argentinos, tampoco ofrecieron un concierto digno de la espera.
Logística y organización
El problema de realizar el concierto forzosamente en la zona turística del estado, nos llevó a complicaciones de vialidad desde un inicio, pues las pequeñas calles que rodeaban la sede, provocaron dificultad para llegar. El no contar con espacio de estacionamiento abarrotó las calles aledañas de vehículos que al término del festival, obstruyeron las vías.
Dentro, la irregularidad del terreno y la distribución de los puestos y escenarios, dificultó la movilidad del público, sobre todo en el caso de los sanirent colocados en el paso del cruce del escenario Indio al Catrina; los cuales además fueron evidentemente insuficientes, al provocar las filas más largas que haya visto en cualquier otro concierto masivo. Hubo personas que tuvieron que esperar hasta 25 minutos para poder hacer uso de ellos.
Sin embargo, los sanitarios no fueron los únicos insuficientes, los food truck tampoco fueron equivalentes al número de asistentes, aunque su oferta sí incluyó todo tipo de dieta, desde carne hasta comida vegana; tanto las mesas como los puestos, no se dieron abasto en algunas ocasiones; los cuales estaban a un costado del escenario Takis.
Dicho escenario fue incómodo en más de un sentido, no solo por las pequeñas colinas que ocasionaron que se redujera la visibilidad desde algunas partes, sino porque mientras una valla dividía la zona de comida del público frente al escenario, el otro límite se veía reducido por una barda de tablas que sobre salían frente al escenario, desperdiciando así un espacio considerable al frente desde su lado izquierdo.
Aunque Catrina e Indio fueron los de mayor espacio, la presencia de proyectos como Die Antwoord, Café Tacvba, Maná, Mi Banda el Mexicano y Mago de OZ, obviamente aglomeraron al mayor número de asistentes, sobrepasando la capacidad frente a los escenarios; distribución que afectó tanto el tránsito de las personas, como la visibilidad.
Las jardineras que eran parte del parque y que quedaron justo en el cruce entre escenario y escenario, resultaron dañadas por el paso de la gente y en algunos casos, completamente destruidas, afectando en sobremanera a la flora que allí se encontraba. Sin mencionar los espacios en completa terracería que de haber llovido, habrían superado el caos de la pasada edición del Hell and Heaven (2018).
Por otro lado, las escasas zonas de descanso llevaron a algunas personas a resguardarse de los incesantes rayos del sol debajo de los pocos árboles que se encontraban en la periferia, o en la sombra de los puestos de bebida que se hallaban en los límites del parque. El resultado fue la asistencia médica para algunas personas que se sintieron mal debido a la intensa exposición solar.
Aunque se entienda, que la realización de un festival no es algo sencillo ni simple, es importante poner atención en los detalles que pueden afectar en más de un sentido al público, para quien se realiza. Algo que tanto bandas como organizadores, deben tener presente siempre.
Copyright © 2018 La Crónica de Hoy .