Opinión

Otra política para el medio ambiente

Otra política para el medio ambiente

Otra política para el medio ambiente

La Crónica de Hoy / La Crónica de Hoy

Una política capaz de revertir el daño que se le ha hecho al medio ambiente, para comenzar, en México, debe partir no de un diagnóstico técnico; tampoco de un análisis pormenorizado de la cantidad de especies y recursos naturales existentes en el territorio nacional; sino antes bien, de una reflexión de tipo ética, y, por lo tanto, política.

Esa posición se explica a partir de la consideración relativa a cómo nos percibimos respecto de lo que se llama comúnmente como “la naturaleza”, y cuál es nuestra forma de relación, a partir de esa percepción original. Así, en Occidente al menos, sobre todo a partir de la modernidad, los seres humanos nos concebimos como “sujetos escindidos” de la realidad natural.

Lo anterior no está desvinculado con una forma específica de comprender al mundo a partir de las religiones cristianas y, en ellas, lecturas específicas del Libro del Génesis, en el que le es asignada al hombre la nobilísima tarea de “enseñorearse sobre el mundo”, comenzando con la potestad de nombrarlo para reinar sobre toda la creación y todas las bestias que le habitan.

Esa noción, al imbricarse con la idea de dominio del mundo, a partir del uso y también enseñoramiento de la razón como ordenadora y organizadora de la realidad física y metafísica de toda la existencia, nos condujo poco a poco, a una voluntad destructiva fáustica, que culmina en la lógica de la furia, como le denominarían los frankfurtianos, ya no sólo respecto del “mundo natural” sino también frente a nuestros semejantes.

Al considerarnos dueños del mundo, pensamos en términos de “nuestros recursos naturales”, como quien piensa respecto de todo aquello que tiene a su disposición para uso y disfrute sin restricciones. Pero no es así; las personas humanas no estamos escindidos de los ecosistemas que habitamos, pero que constantemente destruimos, exponiéndonos cada vez más a mayores riesgos biológicos, como ha ocurrido ahora con el nuevo coronavirus SARS-COV-2 que, a decir de las y los expertos, su aparición puede estar íntimamente ligada al cambio en la forma en cómo funcionan varios ecosistemas.

Plantear una nueva relación en la que la especie humana se asuma, de forma consciente, como parte y no dueña de la naturaleza, implica una reflexión de humildad; pues de otro modo, continuaría privando la lógica utilitaria del “cuido a mi entorno porque así me beneficio”. Por el contrario, la humildad exigible a todas y todos implica reconocer la fragilidad de la vida en la tierra; que los equilibrios existentes dependen de delicados balances que no tenemos derecho a alterar, y menos con base en un estilo y objetivos de desarrollo que benefician de manera preferente a pequeñas minorías, muchas de ellas rapaces.

La dignidad a las especies no humanas, y el trato que les prodigamos con base en el reconocimiento de la misma, no puede ser más el mismo que ha privado en los últimos siglos. Por el contrario, un trato de respeto absoluto a la alteridad que nos permite vernos a nosotros mismos, implica reconocer que estar provocando la extinción masiva de especies no sólo es contrario a toda buena razón, sino sobre todo, a toda buena ética.

Desde esta perspectiva, una nueva política para el medio ambiente requiere fincarse en el reconocimiento de que no podemos seguir supeditando los procesos naturales a los procesos productivos; que no hay ningún interés empresarial o industrial que justifique poner en riesgo la vida humana y la vida de miles de especies que se han ganado, por derecho propio, su lugar en el planeta, incluso luego de millones de años de evolución.

Una nueva política para el medio ambiente requiere de un nuevo pacto social y político. Uno que establezca acuerdos sustantivos sobre cuáles son los límites que pueden imponerse al crecimiento y la producción; garantizando el mayor nivel de vida posible para la mayoría de la población; que garantice la erradicación del hambre; de la muerte y la enfermedad evitable. Sólo así, todo lo demás, relativo a las políticas públicas, resultará mayoritariamente infructuoso.

Investigador del PUED-UNAM

www.mexicosocial.org