Opinión

Padres que educan: la comunicación con los hijos

Padres que educan: la comunicación con los hijos

Padres que educan: la comunicación con los hijos

La Crónica de Hoy / La Crónica de Hoy

Existen modelos diversos de familia (ampliada, nuclear, uniparental y homoparental) que se desenvuelven en condiciones sociales y culturales múltiples. No puede existir, por lo mismo, una fórmula única para resolver sus problemas de comunicación interna; no obstante, en todo caso las relaciones entre sus miembros deben ser guiadas por la inteligencia, el amor y la comprensión.

Es posible regular la vida familiar mediante normas acordadas de forma explícita por todos sus miembros. Las reglas ordenan y hacen previsibles las conductas, pero deben aplicarse con inteligencia y sensibilidad; en la convivencia deben estar ausentes las relaciones de agresión, los golpes, los insultos, las maldiciones o los sarcasmos y burlas. El vínculo familiar debe ser un vínculo amoroso y ese vínculo no está dado, sino que debe construirse día con día con paciencia y esfuerzo.

El lenguaje y la forma de hablar son importantes: si la madre o el padre se dirigen a la hija o al hijo en segunda persona y en tono de reclamo diciéndole a gritos, por ejemplo: ¡Eres un idiota! ¿Por qué nunca recoges tus juguetes? ¡Te he dicho mil veces que no tires tus cosas por el suelo! ¡Ponte a limpiar!

Esta forma agresiva de expresión de la madre o del padre es muy violenta: coloca automáticamente al interpelado en una posición defensiva. El niño se asusta e interpreta las palabras del progenitor como un ataque a su ego y como una muestra de desamor hacia su persona; el acusado es lastimado en su autoestima, se percibe a sí mismo como una persona mala.

Sería muy diferente si el padre (o en su caso la madre) para hablar del mismo problema se expresaran de forma afirmativa para expresar sus sentimientos y sin agredir al receptor. Podría decir, por ejemplo: “Estoy muy molesto por lo que veo, no me gusta ver las cosas tiradas por el suelo, necesito que me ayudes”, al mismo tiempo que toma al pequeño de la mano e inicia con él el arreglo de la habitación.

Es deseable hablarle con claridad y precisión a los hijos, no dar margen a la ambigüedad o a las oscuridades. En la comunicación debe privar la confianza y la sinceridad. De hecho, en el ambiente familiar deberá ser posible que todos los miembros puedan expresar sus sentimientos sin cortapisas, incluyendo a los niños, desde luego.

Los hijos deben sentirse completamente libres al hablar. En ningún caso deben los pequeños sentir temor ante eventuales represalias de los padres. Cuando la relación padres-hijos se basa en premios y castigos, sobreviene la corrupción de ese vínculo, porque las conductas de los hijos se van a guiar atendiendo a los premios o a los castigos, lo cual los incapacita para interiorizar la regla de conducta y hacerla propia.

Los padres deben ser, en todo momento, modelos de conducta para sus hijos. Ningún pequeño apreciará el orden si sus padres son personas desordenadas. Lo hijos imitan a los padres e imitan, desde luego, muchas conductas de niños de su edad, pero los principales ejemplos de conducta provienen de los mismos padres de familia. Esto es válido para muchas conductas: el uso del lenguaje, la autodisciplina, la higiene, el trato afectivo, la amabilidad, etcétera.

Gilberto Guevara Niebla