Opinión

Paz, educación y juventud: una promesa en el camino de la humanidad

Paz, educación y juventud: una promesa en el camino de la humanidad

Paz, educación y juventud: una promesa en el camino de la humanidad

La Crónica de Hoy / La Crónica de Hoy

Este 16 de mayo se cumplieron dos años en que la Organización de las Naciones Unidas declara esta fecha como el Día Internacional de la Convivencia en Paz, teniendo como fundamental concepto el que la Paz no sólo es la ausencia de  cualquier tipo de conflicto, sino la acción consiente de elegir el diálogo y la negociación en lugar del enfrentamiento para su resolución, sabiendo aceptar, reconocer y respetar la diversidad y la multiplicidad local, nacional, regional e internacional.

Esta conmemoración se complementa (y así habría que conocerla y asumirla, en su interacción y constelación) con los otros días internacionales declarados por la ONU: el Día Internacional de la Paz (1993) celebrado el 21 de septiembre para contribuir al fortalecimiento de los ideales de paz y aliviar las causas y las tensiones de los conflictos; el Día Internacional de la No Violencia (2007) observado el 2 de octubre, mediante el cual, inspirado en la lucha de  Mahatma Gandhi, se rechaza el uso de la violencia física para lograr un cambio social o político, reconociendo  los movimientos no violentos que luchan por los derechos civiles y por la transformación de las condiciones para que la justicia y la igualdad estén al alcance de todos, y el Día Mundial de la Ciencia para la Paz y el Desarrollo (2001) cuya conmemoración es el 10 de noviembre, para que la ciencia se aplique a la construcción de un medio ambiente sostenible, propiciado de manera interdependiente con la estabilidad pacífica de la sociedad.

Como se observa, las declaraciones de los días internacionales establecidos por la ONU, a través de sus resoluciones, (y de una lectura sensible de subtexto) nos permiten contar con un conocimiento significativo de aquellos aspectos de un problema que internacionalmente aún nos sigue preocupando; de las acciones complementarias de solución que se han aplicado, y de las ulteriores actuaciones que en un nuevo contexto y en un proceso de continuidad innovadora se deben llevar a cabo en la búsqueda de una paz positiva y permanente.

Tenemos entonces que lo sobresaliente de este Día Internacional de la Convivencia en Paz, de acuerdo con su resolución 72/130 es el de ser un llamamiento para que, en la construcción de diálogo y la negociación, como forma esencial de resolver los conflictos, la sociedad civil en su conjunto “incluido el mundo académico” se organice corresponsablemente entre sí y con los órganos de gobierno, a fin de realizar una serie de acciones y actividades que permitan la concienciación de todos los sectores de la sociedad para crear las condiciones culturales, intersubjetivas y estructurales que permita erradicar la violencia en cualquiera de sus formas; complejidad que debemos aceptar y comprender con agudeza critica de análisis y reflexión que nos permita actuar en consecuencia, dejando anacrónicos conceptos y viejas prácticas.

Entonces, ya no podemos concebir a la Paz como la simple ausencia de guerra, rechazando el argumento que pretende hacer de ella “un mal necesario” para el desarrollo industrial y económico, o como condición de una futura paz “mejorada”, como pregonan las potencias que se benefician de la cultura de la violencia, evocando ahistóricamente la experiencia de la Segunda Guerra Mundial.

En este sentido tampoco resulta conveniente para la convivencia en paz, el considerar a la violencia física directa como la forma de solucionar los conflictos, ni de apostarle únicamente a que sólo pueden resolverse mediante la buena voluntad de los actores involucrados, a través del diálogo y el acuerdo (por muy loables que sean los esfuerzos dedicados a ello), dejando de lado los intereses políticos y económicos que están siempre presentes.

Por lo tanto debemos considerar también aquella violencia a la que el sociólogo y matemático noruego Johan Galtung le llamó estructural, en la que las instituciones o estructuras económicas y sociales producen daños en la satisfacción de las necesidades humanas básicas, al negar el acceso a los bienes y servicio a una población en estado de vulnerabilidad, pobreza o marginación, en detrimento de sus derechos fundamentales, lo que obstaculiza la convivencia en una paz positiva y duradera.

Por ello se acepta que para el establecimiento de la Paz se requiere un colosal esfuerzo colectivo y un considerable lapso de tiempo para lograrlo (casi generacional), pero con medidas concretas a corto y mediano plazo, mediante la educación, como lo señala la mencionada resolución 72/130.

Una educación para la paz y con las juventudes, quienes son las más vulnerables ante la violencia directa, cultural y estructural. Paz, Educación y Juventud: una promesa en el camino de la humanidad.

Una pedagogía para la paz por parte de la SEP basada en valores y principios universales y altamente humanos, cuya transversalidad sea visible en las acciones y actividades de la educación formal (institucional en aulas), no formal (grupos y organizaciones civiles) e informal (familia, trabajo).

Una formación permanente para la paz con compromiso social que contrarresten la intolerancia, la discriminación, el etnocentrismo, la indiferencia y el conformismo.

Una enseñanza para el establecimiento de la dialogicidad, la negociación y el consenso como formas de resolución de conflictos para una paz positiva y duradera.

Así, estamos convencidos de la necesidad y la pertinencia de una educación para la paz y con justicia en un mundo y en un tiempo en que la humanidad define su futuro enfrentándose a sí misma.

Twitter: @UlisesLaraCDMX