
Kukulcán desciende de su pirámide en Chichén Itzá y se eleva hacia el cielo oscuro. Gira sobre tu cabeza y te envuelve por instantes como una boa constrictor. Los murales de Bonampak cobran vida en un viaje que lleva hasta la tumba de Pakal, al inframundo, para después alcanzar las estrellas de los mayas y sus dioses, como Chaac que refresca la opacidad. “Balam recorrerá la noche como un jaguar sin sed”, relata la narradora de Arqueoastronomía maya: observadores del Universo, proyección digital estrenada en el país en el Planetario Luis Enrique Erro hace algunos días.
La producción es una de las escasas que se han realizado en México para su proyección en planetarios digitales de última generación, si bien porque no existe una industria como tal en el país, también por la inexperiencia para su elaboración y por los costos que pueden alcanzar si los planetarios quieren llevar a cabo esa empresa.
Arqueoastronomía maya… fue iniciativa del planetario de Cozumel Cha’an Ka’an, con financiamiento del Consejo Nacional de Ciencias y Tecnología (Conacyt), tuvo asesoría del Observatorio Europeo Austral (ESO) para su animación y del reconocido arqueoastrónomo Jesús Galindo en su contenido científico.
“Ahora ya está en más de 10 planetarios de México después de un estreno internacional en Chile y fuimos seleccionados para participar en octubre en el Festival a domo completo de Brno, en República Checa. También gestionamos una fecha para proyectarlo en el planetario de Beijing”, señala Milagros Varguez Ramírez, directora del Cha’an Ka’an y narradora en español de la animación, que también ha sido doblada a inglés, portugués y chino.
Milagros espera que la proyección alcance, en su primer año, al menos 470 mil visitantes, dentro y fuera de México. Además, en Cozumel y en la red de planetarios de Quintana Roo será una oferta cultural más que podría atraer turismo en la región. Ésta es una de las virtudes de este tipo de producciones, tienen una gran penetración en la población, donde el recurso vital para transmitir y divulgar estos conocimientos son los planetarios, los cuales han evolucionado desde hace décadas para transformarse no sólo en sitios donde se explora y observa la bóveda celeste, sino en recintos educativos más complejos.
“Lo que ilustra la evolución de los planetarios es la del mismo conocimiento en astronomía”, señala José Franco, ex director del Instituto de Astronomía de la UNAM. “La gente suele pensar que la astronomía son fotos bonitas, poesía, música…, lo cual es cierto, pero atrás de todo eso hay un desarrollo tecnológico muy importante que tiene impacto en nuestra vida cotidiana y nos beneficia. La evolución de los planetarios ha tenido una historia muy parecida”.
El director del Foro Consultivo Científico y Tecnológico (FCCyT) recuerda que los planetarios iniciaron hace décadas con sistemas óptomecánicos que fueron un reto de ingeniería para mostrar la bóveda celeste y que hoy en día sólo se consideran piezas de museo. Actualmente, agrega, los planetarios emplean los avances de las tecnologías de visualización, información y comunicaciones no sólo para mostrar las bellezas del cosmos, sino además para hacer simulaciones de cómo es el interior de un reactor nuclear, recrear fenómenos de la Tierra, viajar a las profundidades de los océanos, estudiar el cambio climático y todo el “universo” dentro del cuerpo de un ser vivo.
“Ahora son sistemas de inmersión a realidades, planetas, universos y cuerpos. Los desarrollos tecnológicos se pueden capitalizar a esto que antes llamábamos planetarios, pero que hoy son salas multimedia y centros de inmersión, pabellones de la ciencia”.
“Podemos ir desde el interior de un átomo hasta un clúster de galaxias o hacia exoplanetas usando estas tecnologías. Los planetarios más avanzados no necesariamente son empleados para el aprendizaje del público y los niños, sino también pueden utilizarse para la enseñanza de la astronomía a universitarios. Los planetarios modernos permiten ir más allá de la astronomía clásica para enseñar a los estudiantes, por ejemplo, propiedades como las de un agujero negro”.
En días pasados, Laatsch y otros especialistas del ramo asistieron al IV Festival Internacional de Planetarios, que tuvo como sede el Planetario Luis Enrique Erro del Instituto Politécnico Nacional (IPN). El presidente de la IPS ofreció una perspectiva sobre lo que significan y las oportunidades que ofrecen las nuevas tecnologías en estos domos, de los cuales han contabilizado cerca de 4 mil 500 en todo el mundo, que cada año son visitados por alrededor de 150 millones de personas.
Actualmente, los planetarios más modernos se han vuelto instalaciones educativas, que no sólo difunden la astronomía, sino también contenidos medioambientales, química, arqueología, biología… “Estos domos pueden hacer más de lo que hacíamos con los clásicos planetarios, la pregunta es ¿cómo comunicamos este mensaje de manera efectiva a nuestras audiencias? Porque la gente va al planetario esperando ver las estrellas y seguimos haciendo eso, pero ¿cómo los convencemos de que vayan a aprender sobre selección natural?”. La respuesta, puntualiza, es transmitir al espectador que a través de estas herramientas es posible explicar un tema complicado mediante un contenido visual muy sofisticado, capaz de estimular sus sentidos y capturar su imaginación. “Algo que no se puede hacer de manera regular en un salón de clases”.
Otra de las grandes ventajas de estos planetarios, agrega Laatsch, es su utilización para la visualización científica, que puede también emplearse por investigadores y académicos. “Los sistemas de proyección de última generación permiten desplegar grandes cantidades de información con una visualización simple y fácil de entender. Además nos permiten ver cosas que son invisibles, como las colisiones de partículas del Gran Colisionador de Hadrones o largas, como la estructura del Universo”.
En el país existen decenas de planetarios variopintos, sin embargo, Conacyt ha contabilizado alrededor de 40 como los más activos, con instalaciones y sistemas de proyección modernos. Muchos de éstos cuentan con tecnología de visualización digital, mediante la cual ofrecen a sus públicos contenidos como el de Arqueoastronomía maya… Algunos han construido bellas museografías, imparten talleres y son visitados diariamente por escuelas del nivel básico.
De acuerdo con Karla Peregrina Oropeza, presidenta de la Asociación Mexicana de Planetarios A. C. (AMPAC), la tendencia mundial a la que se han sumado muchos planetarios en el país es remodelar sus instalaciones y actualizar su tecnología, después de que los proyectores optomecánicos han caído en desuso. “Nuestro reto como asociación es impulsar para que los planetarios obtengan recursos y no caigan en la obsolescencia”.
La AMPAC, añade, realiza un censo sobre los planetarios que existen en el país, puesto que no se tienen datos precisos de su cantidad y el estado en que se encuentran. Dentro de esta fauna hay planetarios móviles, que son una muestra de que no se requiere de compleja tecnología para impactar en la gente, hasta domos comerciales como el del Papalote Museo del Niño. En su mayoría son planetarios sostenidos por instituciones estatales o educativas que mantienen precios accesibles para el público, esa es la fórmula para que prosperen y se mantengan, apunta la directora de la AMPAC.
“Pero también tenemos ejemplos tristes de planetarios que han sido desmantelados, como el del Museo Tecnológico de la CFE (Mutec), que estaba en perfectas condiciones, o el Planetario Severo Díaz Galindo de Guadalajara, que fue abandonado por decisiones políticas”. El problema de los planetarios en el país, enfatiza Peregrina, no es que caigan en la obsolescencia o estén en vías de alcanzarla, sino que sean abandonados y no tengan apoyo de los gobiernos locales ni presupuesto.
“Operar un planetario es costoso. En el planetario de Cozumel, por ejemplo, tenemos cinco proyectores que emplean un juego de dos lámparas, cada una de las cuales cuesta alrededor de 50 mil pesos y tienen una vida limitada. Mantenemos los planetarios con lo que tenemos, buscamos ser autogestivos, pero siempre requerimos financiamiento para operar”.
“Los planetarios son como un templo, la gente sabe que en estos sitios hay ciencia y actividades culturales, son centros de ejercicio de la divulgación. Pero además el simple hecho de que haya un planetario en un lugar es simbólico, lo que esperamos es que la gente venga, lo use y le dé vida”.
En la Ciudad de México el más simbólico y de mayor tradición es el Planetario Luis Enrique Erro del IPN, que hace honor a uno de los pioneros de la actividad e instituciones astronómicas del país. Este año, el planetario politécnico cumple su 50 aniversario y fue remodelado para instalar uno de los sistemas más avanzados de proyección, el Digistar 6.
“El planetario ha sido remodelado de manera completa, tanto en su interior (piso, butacas, mantenimiento al domo de inmersión), como en su nuevo sistema Digistar 6, que da una proyección a 8K —ocho veces los estándares de lo que conocemos como alta definición—”, señala Antonio Romero Hernández, subdirector del planetario. Estos cambios requirieron de la inversión más alta que el recinto ha tenido en un solo monto: 30 millones de pesos, pero que lo han puesto como el planetario más moderno de Latinoamérica y tecnológicamente uno de los siete más importantes en el mundo, añade.
“Tenemos la suerte de que el planetario pertenezca al IPN, que se caracteriza por su desarrollo científico, tecnológico y de difusión de la ciencia. Se requiere visión para reconocer la importancia de un planetario como un elemento destacado de la divulgación científica, eso permite su prosperidad o, de lo contrario, su deterioro”.
Tecnológicamente, el planetario se compone por 12 computadoras ubicadas en el sótano del lugar, que se conectan a los procesadores de cada uno de los seis proyectores. “Hay una treceava que es la directora, la computadora anfitriona que tiene instalado el sistema Digistar 6 y coordina a las otras 12 para ejecutar la proyección”, explica Yuritzen Solache Ruiz, asistente de producción y animación digital del planetario.
La ingeniera mecatrónica refiere que el planetario mudó del sistema Digistar 3 al 6, y sus diferencias son importantes. En su versión más reciente, se pueden descargar de internet producciones de otros planetarios, así como proyectar y manipular modelos 3D, lo cual es útil para realizar la visualización científica a la que se refiere Shawn Laatsch y que pueden utilizar investigadores y alumnos.
La politécnica refiere que el planetario ha lanzado por primera vez una convocatoria a investigadores para que generen, junto con sus alumnos, material digital para exponer sus investigaciones. Hoy comienza el primer curso de modelado 3D para investigadores.
“Otra característica del Digistar 6 es que tiene una aplicación llamada Dome casting: nos podemos conectar a internet para proyectar el contenido de otro planetario en tiempo real”. Aun con estos avances y novedosas proyecciones, el público sigue asistiendo a los planetarios en busca de sus funciones clásicas de visualización celeste, refiere Yuritzen, un trabajo que requiere de un presentador hábil que sepa manejarse con los asistentes.
Tecnológicamente los planetarios han cambiado, pero no del todo en el “simbolismo” al que se refiere Karla Peregrina. Sus domos refulgentes por fuera y su opacidad interior siguen despertando la imaginación de sus visitantes, eso no ha cambiado. “La primera vez que vine al planetario del IPN fue algo místico”, recuerda en algún punto de su niñez José Franco. “Llegar a un lugar oscuro con estos sistemas optomecánicos y las proyecciones de estrellas era como meterte en una película, era una sensación loquísima, pero sobrecogedora. Era una experiencia intensa y seguro hoy en día sigue siendo así para los chavos”.
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