
Cada vez que compres o utilices productos de plástico, imagina que el microbioma de tu intestino podría estar “conviviendo” con ellos. La tremenda paradoja de esto apenas se está entendiendo mediante la información científica y la investigación realizada en diferentes partes del mundo; mientras tanto, esto es lo que se bosqueja por el momento: una gran cantidad del plástico, sobre el que están construidas las sociedades del mundo, llega al océano, contamina los mares y se incorpora a la cadena trófica, desde el plancton y crustáceos microscópicos que comen los peces, que a su vez son devorados por otros más grandes, hasta nuestra mesa.
¿Qué alteración sufren los organismos marinos que consumen estos microplásticos?, ¿nos afectan a su vez cuando los comemos?, ¿cómo? Son algunas de las preguntas que están en el aire, no obstante, la preocupación por la salud de los mares y las personas es más latente que nunca. Ahorrarse los popotes en la cadena de café de moda… es ínfimo.
Investigadores de la Universidad Médica de Viena y de la Agencia de Medioambiente austriaca dieron a conocer recientemente los primeros resultados de un estudio realizado en personas de Reino Unido, Finlandia, Holanda, Polonia, Italia, Rusia, Japón y Austria, en cuyas heces hallaron partículas de policloruro de vinilo (PVC), polipropileno —básico en los envases de leches—, tereftalato de polietileno (PET) —del que están hechas la mayoría de las botellas de plástico— y hasta una decena más de otros microplásticos.
La longitud de las partículas oscilaba entre las 50 y las 500 micras y se hallaron 20 microplásticos por cada 10 gramos de materia fecal. Reportaron que todos consumieron algún alimento envasado y al menos seis comieron pescado, no obstante, no se determinó con seguridad el origen de las partículas halladas en las muestras.
“Es el primer estudio de este tipo y confirma lo que veníamos sospechando desde hace tiempo, que los plásticos acaban llegando al intestino”, refirió Philipp Schwabl, gastroenterólogo y hepatólogo de la Universidad Médica de Viena, quien encabeza la investigación, que fue dada a conocer en el Congreso Europeo de Gastroenterología (UEG 2018).
El experto enfatizó que lo anterior es muy preocupante en pacientes con enfermedades gastrointestinales y que si bien en estudios en animales la mayor concentración de plásticos se ha localizado en el intestino, las partículas de microplástico más pequeñas pueden entrar en el torrente sanguíneo, el sistema linfático e incluso alcanzar el hígado. “Ahora que tenemos la primera evidencia de microplásticos dentro de los humanos, necesitamos mayor investigación para saber lo que esto implica para la salud humana”.
Por otra parte, un informe de Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación (FAO) de 2016 recopilaba los datos sobre presencia de microplásticos en la vida marina: hasta 800 especies de moluscos, crustáceos y peces ya saben lo que es comer plástico.
“Una porción del plástico es arrastrada grandes distancias por las corrientes marítimas para acumularse en enormes vórtices de basura, como la gran mancha de basura en el remolino del Pacífico Norte. En este recorrido que puede tomar hasta 10 años, los grandes fragmentos de plástico se van erosionando poco a poco, descomponiéndose por efecto de la luz solar y devorados por bacterias, fragmentándose en muchas partículas muy pequeñas”, refiere el texto.
El 99 por ciento del plástico que inicia su camino desde las costas nunca llega a los manchones de basura, ya que también se descompone en microplástico y desaparece en el océano para terminar en las profundidades. De hecho, la concentración de plástico en el fondo marino es mil veces mayor que el plástico concentrado en la superficie. El microplástico queda atrapado en el fondo marino, se integra como parte del sedimento y gradualmente conforma una nueva capa geológica, el ‘horizonte plástico’ que los investigadores del futuro atribuirán a nuestra era, refiere la publicación.
“La triste verdad es que usamos la profundidad de los mares como un gigantesco basurero y nos beneficiamos de que la mayor parte de los residuos desaparecen, supuestamente, en lugar de que floten a nuestros pies en las playas”.
Angélica Hernández, investigadora de la Universiad de Wisconsin, ha recorrido miles de millas náuticas en el Pacífico para analizar el fenómeno. En el remolino del Pacífico Norte, ella y su equipo han observado basura plástica si bien no como las islas de basura que imaginamos, sí como “ríos” interminables de fragmentos que no se pueden observar a simple vista. “Para muchos organismos, todo lo que flota es comida. Hemos navegado durante horas y estos fragmentos no desaparecen”.
La científica estudia los compuestos tóxicos persistentes que se adhieren a la superficie de los plásticos y se ha enfocado en el análisis de aquellos que llegan hasta cuerpos de agua. Los microplásticos, explica, son cualquier partícula igual o menor a cinco milímetros de tamaño y tiene fuentes primarias de preproducción de plástico, pequeños cilindros compactados del material en estructuras llamadas pellets.
Las fuentes secundarias resultan de la fragmentación de los grandes plásticos que se rompen y degradan en el mar, sea por el impacto de los rayos solares o incluso por efecto o mordida de alguna especie marina, además de las redes e hilos de pesca.
La especialista, quien participó en la presentación del Atlas… en la capital, en agosto pasado, refirió que la producción mundial de plástico es muy grande y no hay tendencia de que vaya a disminuir: 300 millones de toneladas para 2014, que para este año se incrementaría en 50 millones más, con base en ello se estima que existen entre cinco y ocho trillones de microplásticos en los mares. “Esto significa que… ¿vamos a tener plástico en la naturaleza los próximos 100, mil, o 10 mil años? No lo sabemos porque los plásticos son como los diamantes, ‘para siempre’”.
La científica enfatizó que si seguimos consumiendo el plástico a este ritmo, en 2050 “¡habrá más plástico que peces en el mar!”. Para enfrentar el problema la clave está en cada uno de nosotros, añadió, en la forma en que consumimos y disminuimos el consumo y producción de plásticos.
Por otra parte, dijo, el plástico no sólo es basura, puesto que también desprende muchas sustancias químicas. “En realidad no sabemos cuál es el problema cuando un pez se come una partícula de plástico contaminada; no sabemos cuál es el tiempo que tarda en ser absorbida en la superficie y vaya a su sistema. ¿Qué pasa? ¿Ese compuesto genera alguna disrupción endócrina en el pez? ¿Al comerlo, también ingerimos un problema? Ahora tenemos más preguntas que respuestas”.
En este escenario, investigadores del Laboratorio de Tecnologías Sustentables de la Universidad Autónoma Metropolitana (UAM) desarrollan un inventario de los microplásticos que se registran en nuestras costas, mediante un muestreo en 35 playas.
“El propósito es realizar una medición sistemática para localizar los factores detonadores de la existencia de esos componentes en las costas, así como de dónde están llegando y cuáles son los riesgos que ocasionarían si es que contienen contaminantes —metales e hidrocarburos— en sus superficies”, señala Alethia Vázquez Morillas, coordinadora de la investigación.
Hasta ahora, refiere, se han identificado la presencia en el área de protección de la vaquita marina, en concentraciones de hasta 0.020 microplásticos por metro cúbico (m3) en las zonas más cercanas al puerto de San Felipe, Baja California. En el análisis en playas de la Isla de Holbox, Quintana Roo, se encontraron concentraciones superiores a 200 microplásticos/m3, en especial en regiones de menor afluencia turística que reciben menos cuidados.
Por su parte, en estudios anteriores, Angélica Hernández refiere que hace un par de años realizó estudios con la Universidad Autónoma de Baja California en la Paz y las Islas Revillegigedo, donde de igual forma encontraron una baja concentración de microplásticos, lo cual no significa que sean muy limpios en la región, sino que la zona es muy dinámica y dispersa los residuos.
De acuerdo con el Atlas… la solución al problema de los microplásticos descansa tierra adentro, en las costas y los deltas de los ríos, en los mercados y en los hogares. Una parte significativa de los residuos plásticos en los océanos proviene del embalaje y de los productos que utilizamos, refiere, por lo que podemos tener una influencia directa si cambiamos nuestras formas de consumo. También se puede prohibir el uso de microplástico en los cosméticos, añade, sin embargo, “el paso más efectivo que podemos dar es desarrollar una economía mundial del reciclado funcional, de forma que se creen pocos plásticos nuevos y que se desechen menos sin control. La participación política es una poderosa palanca para establecer los incentivos correctos para el cambio. Desarrollar una economía circular es tan sólo cuestión de voluntad política”.
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