Opinión

Pobreza de nuevo cuño

Pobreza de nuevo cuño

Pobreza de nuevo cuño

La Crónica de Hoy / La Crónica de Hoy

Después de los datos contundentes de la Encuesta Nacional de Ingreso-Gasto de los Hogares, llega el informe de medición de la pobreza, realizado por el Coneval, a confirmarlo y a abonar con nuevos datos: los mexicanos en 2020 eran más pobres que dos años atrás.

Al presidente López Obrador no le gustó que aparecieran y se difundieran estos datos. Él tiene otros, que salen de su corazón y de su fuerza moral. Y no le gusta que los resultados de su gobierno se vean con lentes diferentes a los de color rosa.

Es una lástima, por al menos dos razones. Una es que las mediciones de la pobreza deben servir para algo más que solamente medirla y darse golpes de pecho. Deberían ser utilizados para reforzar las medidas que sí funcionan y desechar las que no.

La otra razón es que, si López Obrador se hubiera tomado la molestia de leer el resumen del informe de Coneval, pudiera haber argumentado algunas cosas a su favor. Pocas, pero documentadas en los datos.

Como se sabe, el Coneval mide la pobreza desde distintos ángulos. Uno es el de ingresos, pero los otros son tanto o más importantes, porque son los relacionados con el acceso a distintos derechos sociales y a una vida digna. Acceso a la educación, a los servicios de salud, a calidad, espacios y servicios básicos en la vivienda, a una alimentación nutritiva.

En el informe de 2020 se puede ver que la población en situación de pobreza aumentó en 3.8 millones de personas. Ahora son 55.7 millones de mexicanos, equivalentes al 43.9% de la población. Considerando los efectos económicos de la pandemia, la explosión del desempleo y subempleo, y la ausencia casi total de políticas de apoyo durante la misma, el número resulta menor a lo temido.

La gente en situación de pobreza extrema llegó a 10.8 millones de personas, casi dos millones más que en 2018, y representa el 8.5% de la población.

Si nos atenemos únicamente a los ingresos, poco más de un millón de personas se volvieron vulnerables en el bienio. Eso significa, por un lado, que la política de transferencias directas evitó que la caída fuera aún mayor, pero por el otro, que más de la mitad de los nuevos pobres lo son porque antes tenían acceso a servicios sociales y ahora no.

Y si atendemos a la evolución en el ejercicio de los derechos sociales básicos, encontraremos que la variación es marginal respecto a educación y alimentación, que en el acceso a seguridad social, la baja en el empleo se compensa con el aumento de personas pensionadas, que hay una mejoría sensible en lo relativo a vivienda y que donde está el desastre es en el acceso a los servicios de salud.

Para darnos una idea de la magnitud: 15 millones de mexicanos perdieron el acceso a los servicios de salud. Uno de cada ocho. Y lo hicieron en medio de la pandemia por Covid-19, una de las crisis sanitarias más grandes que ha vivido la nación.

En otras palabras, el grueso del aumento de la pobreza, medida multifactorialmente, resulta de la desaparición del Seguro Popular y su sustitución apresurada por el Insabi, en el peor momento posible.

Mientras que las políticas de equipamiento en viviendas, de educación e incluso de alimentación medio alcanzan a justificarse por los efectos de la pandemia, la de salud no tiene defensa. Sería obligatorio revisarla. Lamentablemente no será así. Al menos hasta 2024.

Otro tema de gran interés del informe es la evolución de la pobreza por estados, que es muy desigual. En 13 de las 32 entidades, Coneval identifica una reducción de la pobreza, mientras que aumenta en las otras 19.

¿En dónde es que baja la pobreza? En algunos estados industriales del norte, con la economía muy ligada a la de Estados Unidos, como Baja California y Chihuahua. También en algunos del sur, que han sido atendidos por este gobierno, y que de todos modos siguen con tasas muy altas de pobreza: Chiapas, Guerrero, Oaxaca, son los ejemplos más notables.

¿Y en dónde es que ha aumentado más? En las zonas más golpeadas económicamente por la pandemia. Por una parte, Jalisco, Puebla, la Ciudad de México y el Edomex; por la otra, y de manera radical, en las que dependen ampliamente del turismo: Quintana Roo y Baja California Sur.

El caso de estas dos últimas entidades es tremendo: en ambas, el número de personas en situación de pobreza extrema casi se triplicó. En tanto, entidades que casi no tenían pobres extremos, como CDMX y Nuevo León, los vieron igualmente multiplicarse.

Estamos ante una pobreza de nuevo cuño, que se generó en zonas que tenían una economía muy dinámica y se cayeron. Una nueva pobreza predominantemente urbana, que requiere políticas específicas de atención, diferentes a las de la pobreza rural tradicional en los estados del sur.

Estamos, también, ante una pobreza altamente relacionada con las carencias en el acceso a la salud, por lo que el sector requiere un cambio total en el eje de su política.

Si bien para lo primero es pensable que, ante la evidencia acumulada, se desarrolle una estrategia de paliación (que no de resolución, porque no se les da más que el corto plazo), para lo segundo predominará el dogma presidencial. Y para la próxima medición Coneval recibirá, de nuevo, una ola de descalificaciones gratuitas.

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@franciscobaezr