Opinión

¿Qué lecciones hemos aprendido del fracking?

¿Qué lecciones hemos aprendido del fracking?

¿Qué lecciones hemos aprendido del fracking?

La Crónica de Hoy / La Crónica de Hoy

Aleida Azamar Alonso*

En México, las diferentes formas de aprovechamiento de los recursos naturales realizadas por empresas extractivas —nacionales o extranjeras— generalmente amenazan la seguridad y la salud de la sociedad, pues varias de las técnicas de producción que utilizan suelen emplear sustancias tóxicas, así como pobres medidas de contención en sus desperdicios y en la protección de sus instalaciones, lo que se ha hecho evidente en diversos accidentes ocurridos en los últimos años, ya que han cobrado cientos de vidas y han provocado desastres con daños irreversibles para el medio ambiente.

Entre los múltiples proyectos de este tipo que pueden presentar riesgos socioambientales de alto impacto destaca la fracturación hidráulica, popularmente conocida ­como ­fracking. Ésta es una técnica que, mediante la inyección de agua, arena y diferentes químicos (algunos de ellos tóxicos) en el subsuelo busca extraer hidrocarburos no convencionales de los depósitos subterráneos en los que las formas de explotación comunes no son útiles. Cabe destacar que es un proceso barato y eficiente en términos de la obtención del recurso y, en contraste con el aprovechamiento tradicional, genera mayores y más severos efectos negativos.

Desde el punto de vista comercial y económico, el uso de la fracturación hidráulica tiene sentido al observar el ejemplo de Estados Unidos de América (EUA) que en el año 2012 se consideraba deficitario de petróleo y que hoy en día se ha convertido en el primer exportador global de este recurso. No obstante, realizar tal proeza ha sido muy costoso para este país. Con la finalidad de valorar dicho impacto como aprendizaje de lo que podría enfrentar México en el futuro, en caso de seguir aplicando esta técnica se mencionarán algunas cifras de los costos económicos y sociales (incluyendo el número de vidas) que afectan al vecino país del norte.

El rápido desarrollo de la industria del fracking en EUA ha sido resultado de su alta dependencia al petróleo. Actualmente consume 18 millones de barriles diarios, lo que equivale al 20% de la producción mundial. Esto representa una debilidad para esta nación, pues este bien se caracteriza por su volatilidad ante cualquier tipo de conflicto (político, económico, bélico), por lo que durante este siglo se ha impulsado una política de estimulación a la inversión intensiva en esta industria, lo que ha conducido al dominio estadunidense del sector energético global (Barreiro y Masarik, 2011).

El lado oculto de esta situación son los impactos negativos que provoca de forma casi inmediata dicha actividad. De acuerdo con un análisis de la Administración de Seguridad en Tuberías y Materiales peligrosos de EUA (Pipeline and Hazardous Materials Safety Administration, PHMSA), tan sólo entre enero del 2010 y julio de 2018 se registraron 5 mil 308 accidentes por esta técnica de explotación, lo que ha provocado 125 personas fallecidas, 550 heridas, 27 mil habitantes evacuados y costos económicos materiales por aproximadamente cuatro mil millones de dólares. Dichos costos no toman en cuenta los acuerdos de compensación que pagan las empresas a los afectados, tampoco consideran los efectos ambientales de largo plazo como: la contaminación de los mantos acuíferos subterráneos, la degradación del subsuelo, la devastación del paisaje, la generación de metano y otros gases tóxicos, etc.

Otros efectos negativos ocasionados por el fracking son: el uso de agua por pozo diariamente que puede ser de cinco millones de litros, lo que equivale al consumo por día de 8 mil personas; en la cercanía a las áreas de fracturación el riesgo de padecer asma se incrementa hasta 4%; se generan al menos 55 sustancias tóxicas, de las cuales 20 producen leucemia o linfomas; la mortandad laboral es siete veces mayor que para el resto de la industria petrolera; se ha detectado la presencia de agentes radioactivos cercanos a los pozos; además, se calcula que más de 15 millones de personas viven cerca de los pozos donde se realiza la extracción. Algunos casos particulares: en Texas, 85% del metano en el ambiente proviene de esta actividad; en Oklahoma, la cantidad de sismos de 3 grados por año ha crecido en 44 mil % desde 2009. La suma de estos riesgos ha provocado que, en Vermont, Maryland y varios condados de California y Nueva York se haya prohibido el uso de esta técnica (AMCF, 2015).

No obstante, lo comentado parece no ser relevante frente a un negocio que supera fácilmente los 300 billones de dólares solamente por el ingreso de las exportaciones (a precios de 2019 por barril de petróleo); además, lo anterior ha coronado a EUA como la principal nación del sector energético a nivel mundial. Para este país ha resultado mucho más rentable pagar cifras millonarias por los riesgos en los que ha incurrido que asumir la prevención o los efectos nocivos (la mayoría irreversibles) para su territorio y para la sociedad, ya que no se preocupa por detener o disminuir su actividad de fracturación hidráulica.

Por otro lado, es importante señalar que el fracking se ha empleado en México desde 1996 y hasta el año 2016 se sabe de 7 mil 879 pozos (24.3% de los que se tienen registros oficiales) en los que se ha utilizado esta técnica para potenciar su productividad (Cartocrítica, 2019, CNH, 2018).

Asimismo, para el caso de nuestro país existen mayores riesgos latentes: la debilidad institucional en términos de regulación empresarial y protección socioambiental, los graves accidentes petroleros que han dejado miles de personas desamparadas ante los daños al ecosistema, pues el Estado no ha tomado acciones contra las empresas involucradas.

El fracking no es una solución, se trata de un proceso que nos vuelve más dependientes por el uso intensivo de combustibles fósiles aumentando los riesgos y efectos negativos de esta situación ¿Quiénes se benefician de este negocio?, ¿Está preparado nuestro país para enfrentar estos y todos los retos desconocidos de largo plazo en esta industria? ¿Valen la pena los riesgos socioambientales a los que se enfrenta la sociedad y la naturaleza a cambio del beneficio económico que obtienen unos cuantos?

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Profesora-investigadora del Departamento de Producción Económica de la Unidad Xochimilco de la Universidad Autónoma Metropolitana.

gioconda15@gmail.com