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“Que se respeten nuestros derechos humanos”, clamor de médicos y enfermeras en barrios de esclavitud

MILPA ALTA.  En la jurisdicción sanitaria de Milpa Alta se les prohíbe hasta obtener copia de sus contratos. En el último, firmado a principios de julio, fue incluida una nueva disposición, inverosímil: la renuncia a sus garantías constitucionales. Crónica tiene duplicado del documento.

MILPA ALTA.  En la jurisdicción sanitaria de Milpa Alta se les prohíbe hasta obtener copia de sus contratos. En el último, firmado a principios de julio, fue incluida una nueva disposición, inverosímil: la renuncia a sus garantías constitucionales. Crónica tiene duplicado del documento.

“Que se respeten nuestros derechos humanos”, clamor de médicos y enfermeras en barrios de esclavitud

“Que se respeten nuestros derechos humanos”, clamor de médicos y enfermeras en barrios de esclavitud

La Crónica de Hoy / La Crónica de Hoy
[Tercera Parte]

Carecen de base laboral y son obligados a firmar convenios cada tres meses, a veces cada mes: sin prestaciones, días de descanso ni vacaciones.

“Al menos que se respeten nuestros derechos humanos más elementales”, piden, lo mismo en centros de salud, clínica del ISSSTE y Hospital General.

Se les prohíbe hasta obtener copia del contrato. En el último, firmado a principios de julio, fue incluida una nueva disposición, inverosímil: la renuncia a sus garantías constitucionales.

Crónica consiguió un duplicado del documento. En la cláusula Décima Sexta, bajo el título de “Exclusión”, el personal médico con necesidad de trabajar en el sector público, debe aceptar “que no le es aplicable la Ley Federal de los Trabajadores al Servicio del Estado, reglamentaria del Apartado B del artículo 123 constitucional”. Ni tampoco “la Ley Federal del Trabajo, por lo tanto se encuentra excluido de todas las disposiciones legales”.

En algunos casos, los jefes sindicales han diseñado novedosas formas de abuso, como la creación de “puestos regularizados”: los “favorecidos” reciben ciertas dádivas a cambio de cuotas gremiales, pero sin escalafón.

Aquí, todo se vale…

Aun quienes protagonizan trastadas en otras zonas de la ciudad, pueden refugiarse en esta alcaldía: como Benjamín Ortega Romero, quien en septiembre de 2019 fue destituido del Hospital General de Iztapalapa, acusado de proteger a un par de agresores sexuales en perjuicio de una doctora y una paciente. Ahora es el director del desahuciado Hospital General de Milpa Alta.

No sólo es falta de transporte y otros servicios vitales como el agua. No es sólo pobreza, marginación, hacinamiento y rezago social. Las desventuras de la demarcación en el renglón sanitario (se mantiene en los primeros lugares a nivel nacional en incidencia de COVID-19) también pasan por corrupción en el sistema local de salud, abuso de líderes sindicales, nepotismo entre funcionarios, desprecio a labor médica y carencia de infraestructura básica.

FAVORES. Ricardo Fascinetto Constantini tiene más de 13 años como jefe de la jurisdicción sanitaria. Ni siquiera vive en Milpa Alta. Cuando el 2 de enero de 2019 la Jefa de Gobierno de la CDMX Claudia Sheinbaum nombró a Jorge Alfredo Ochoa Moreno como Director General de Servicios de Salud Pública, instancia de la cual dependen todas las jurisdicciones de la ciudad, Fascinetto simuló la promoción de diversos proyectos, los cuales olvidó tan pronto fue ratificado.

Conforme al testimonio de integrantes del gremio médico, las bases disponibles se reparten entre la jurisdicción y los jefes de las secciones sindicales 12, 13 y 62. Y también se venden: la de médico cuesta entre 180 y 200 mil pesos; la de enfermera, alrededor de 100 mil.

Al transitar por los pasadizos polvorientos de la demarcación se descubren, uno a uno, rastros del desdén: centros de salud desiertos, un Hospital General sin equipo ni material e instalaciones fantasmales. Por ejemplo, la sede de las oficinas jurisdiccionales está registrada en la comunidad de Villa Milpa Alta, cabecera municipal, pero se trata sólo de un edificio en abandono desde al menos hace 12 años, donde alguna vez se planeó la operación de un centro de salud. Ahora es un simple esqueleto con cubículos vacíos…

Un grupo de médicos se sacuden el miedo para reconstruir el mapa de fechorías y atropellos, confiados en la intervención de los gobiernos local y federal para no padecer represalias futuras.

“Es un tipo de esclavitud: sin derecho a enfermarte y descansar; sin derecho a vales, aguinaldo, licencia de maternidad, incapacidad, esperando cada tres meses tu contratito”, dice el psiquiatra Pavel Arenas, quien trabaja en el Centro de Salud de San Pablo Oztotepec: es el más grande de la alcaldía, pero opera en soledad…

—¿Por qué no hay gente?— se le pregunta.

—Me duele decirlo, pero la calidad del servicio es muy mala. No hay medicamento: ni paracetamol, y nadie sabe qué pasa. De repente nos mandan medicinas con fecha de caducidad próxima a vencerse, ¿por qué no lo sacan antes? Huele mal… El tiempo de espera es de 4 a 6 horas, no se sabe tratar a los pacientes. Las citas han estado a cuatro o cinco meses, ¿ya para qué? La gente no quiere ir a las unidades médicas, no hay confianza: ´si me he de morir, que sea en mi casa´, dicen.

—Hablas de esclavitud…

—Eres un esclavo cuando no tienes derecho a una copia de tu contrato, cuando te dejan al margen de la ley. ¿Se puede estar fuera de la Constitución? Los jefes jurisdiccionales se hacen favores entre ellos: los hijos del de Milpa Alta están en Xochimilco, a los de allá los mandan aquí, y así se la llevan en todas las delegaciones. Lo mismo pasa con familiares de directores y subdirectores de hospitales, clínicas y centros de salud, o de jefes de enfermería, trabajo social y administración: son quienes al final reciben las plazas sindicalizadas, en corto tiempo. Piensan que los milpaltenses no pensamos ni reclamamos. La corrupción es descarada.

—Y cuando alzan la voz…

—Es cuando viene el acoso laboral: cambios de horario, trabajo arduo el fin de semana, amenazas de que no llegará el siguiente contrato, exceso de consultas. Tenemos la ingenua expectativa de que, por hacer un buen trabajo, nos van a considerar, pero aquí eso no importa. El trato es inhumano.

En la mayoría de los casos, el personal sindicalizado ha huido del ajetreo por COVID. Los más desprotegidos en lo laboral son quienes permanecen en batalla contra la pandemia.

En el Centro de Salud de San Pablo, sólo se mantiene activa una odontóloga de base. ¿El resto? Cuatro médicos regularizados (forzados a pagar cuotas) y 10 trabajadores por honorarios.

Daniela, psicóloga encargada de impulsar programas para prevenir la violencia comunitaria, suma 10 años en fragilidad laboral: “Un día vino la Jefa de Gobierno, le entregamos un documento sobre carencias y necesidades, y empezó el acoso: el hacer ruido implica hostigamiento”.

Miriam, enfermera, cumplió ya 8 años en situación similar… “No tenemos vacaciones”, dice.

—¿Y días de descanso?

—Tampoco.

—¿Cuándo entonces se toman un respiro?

—Aquí no hay respiros. Como nuestro contrato es por honorarios, debemos trabajar sin horario establecido. Cuando vienen las semanas nacionales de salud, nosotros salimos a la calle. Nos mandan incluso a vacunar perritos y gatos, aunque no sea parte de las funciones. Las plazas deberían ajustarse a productividad y perfil profesional, pero se las dan a familiares, recomendados o a quien pagó.

La diferencia en el salario de un médico de base y de uno contratado por honorarios es de entre 6 mil y 12 mil pesos. Una enfermera de base gana 18 mil pesos, una de honorarios: 6 mil…

AL VUELO. En Milpa Alta funcionan 11 centros de salud, aunque en nueve el servicio es limitado, básico; una clínica del ISSSTE (el hospital de especialidades más cercano de este Instituto está a más de 25 kilómetros) y un Hospital General, el cual lleva años sin cumplir los requerimientos técnicos para ofrecer servicio de terapia intensiva ni estándares de calidad: cuenta con 50 camas, cuando otros de igual categoría tienen más de 300.

Aunque en el mes de abril Sheinbaum anunció su paso a hospital COVID, la reconversión jamás se formalizó ni llegaron los materiales necesarios. La opción menos lejana para atenderse de coronavirus es la Zona de Hospitales, en Tlalpan.

“El Hospital General carece de infraestructura, capacitación, e insumos. Sobre la marcha y como pudimos comenzamos a atender a los contagiados. Se sobreconstruyó, al vuelo, un área específica de 15 camas y todos los que presentan síntomas respiratorios van ahí, aunque no tengan el diagnóstico”, refiere Fátima Ramírez, especialista en medicina interna de ese nosocomio.

“No todos pueden tener ventilador o aspirador de secreciones. Muchos se intuban, pero como no hay especialistas suficientes la atención es inadecuada. Por lo menos la mitad del personal se contagió y se debieron ir de incapacidad, lo mismo en la clínica del ISSSTE. Hubo quien murió, y sólo tenía contrato de guardia o suplencia, en total desprotección. Algunos que no tenemos seguro de riesgos nos debíamos meter al área COVID. Los de base, no”.

—¿La situación se salió de control?

—Llegó un momento en que los pacientes que llegaban por cirugía, pancreatitis u otras enfermedades ajenas al COVID, se contagiaban, estando en diferentes áreas, incluso donde no se atendía coronavirus. En medicina interna éramos 20 especialistas, pero quedamos 3 o 4, unos se fueron porque el salario no era competitivo.

—¿Por qué el descontrol, por qué el dolor y el desenfreno de casos en Milpa Alta?

—Son demasiados factores, atrasos, rezagos. No olvidemos el estado de salud de la población: hay mucha gente que ni siquiera sabe leer, ¿cómo le dices cómprese un glucómetro, chéquese su glucosa y apúntelo en una libreta? No saben. Lo mismo el hipertenso. No tienen ni el presupuesto para adquirir sus aparatitos de monitoreo. Ni diez pesos para las tiritas de sangre. No hay agua, pero seguro sí una tiendita cercana con refrigeradores repletos de refresco. Hay muchos obesos, diabéticos.

—Aquí se siembra maíz, nopal, quelite, frijol, haba…

—Pero no se consume, no se sabe explotar, se van todos por los alimentos industrializados. Me preocupan los enfermos crónicos que han dejado de ir a las unidades a checarse y recoger su medicamento, por miedo al contagio. Son medicinas muy costosas, a veces de mil pesos o más, seguro suspendieron su tratamiento y, así, el riesgo es mayor.

Ha culminado la visita a este municipio de dolores desbordados: se queda con sus rezanderas sollozantes, con sus familias sedientas y amontonadas, con sus milpas marchitas y sus tiranos tramando nuevos negocios…