Opinión

Racismo, discriminación y medios

Racismo, discriminación y medios

Racismo, discriminación y medios

La Crónica de Hoy / La Crónica de Hoy

Los medios masivos de comunicación fueron los que salieron peor librados en la polémica sobre racismo desatada por la invitación al ciertamente racista, elitista y clasista yutubero Chumel Torres a un foro sobre este tema, organizado por el fantasmal Conapred.

Con decir que hasta el propio influyente comunicador, en diálogo con Tenoch Huerta, Maya Zapata y Mariana Ríos, entre otros artistas y analistas, dijo que, si en la comedia mexicana el racismo se ha normalizado, eso se debe a que “los medios así han educado a la gente”.

Y que para cambiar esta realidad —añadió en una especie de mea culpa, sin ponerse colorado—, se necesita diseñar nuevos contenidos.

Tiene razón Chumel. Sería pretender tapar el sol con las manos el tratar de negar que desde los medios se ha impulsado el desprecio a la gente por la pigmentación de su piel, su procedencia étnica o su situación económica, entre otros signos de identidad.

Triste realidad ésta frente a la cual el Conapred, a despecho de quienes por estos días se rasgan las vestiduras en defensa tanto de este organismo como de su tenaz promotor, Gilberto Rincón Gallardo, en 17 años ha hecho entre poco y nada para transformarla.

Al margen no del probable sarcasmo sino de la patética desinformación que demuestra el presidente López Obrador al decir que por la polémica sobre Chumel se enteró de la existencia del Consejo, la verdad es que éste ente no ha conseguido siquiera arraigar su nombre entre la población.

El organismo creado en abril de 2003 sigue siendo desconocido ya no digamos para los mexicanos del común, sino incluso para los medios. Lo prueba un detalle en apariencia nimio, que sin embargo denota desdén y desinterés.

No son pocos los medios que por supina ignorancia o simplemente porque el racismo, la discriminación, el supremacismo y otras despreciables conductas y actitudes no están en su agenda, han rotulado sus notas refiriéndose a “la” Conapred, como si no se tratase de un consejo, cuya castiza denominación exige artículo masculino.

Si, por la razón que sea, el Consejo no ha conseguido cobrar carta de naturalización en su correcta nomenclatura, mal puede esperarse que haya logrado imponer criterios o correctivos frente a los fenómenos que desde hace casi dos décadas busca corregir.

Son contados los núcleos sociales que han recibido relativa atención, en circunstancias específicas, por parte de este Consejo. Resaltan los grupos de la diversidad sexual y el feminismo.

Los negros de la Costa Chica de Guerrero y Oaxaca, en cambio, se hallan en la marginación debido a que se buscado transformar su condición vía no el presupuesto sino la semántica.

Se hallan hundidos en la pobreza, la salud pública de pésima calidad, la subalimentación y la educación precaria; pero, ahora, orgullosamente se hacen llamar afrodescendientes.

Otro tanto ocurre con los indígenas, que por política de cuotas tienen representatividad especial en el Legislativo y otras instancias, mas sus demandas sociales aún están esencialmente sin solución.

Y los pobres, más de las dos terceras partes de la población nacional, entre éstos la totalidad de los indígenas y diversas minorías —doblemente marginados— se mantienen invisibles para el sector social que históricamente ha tenido la sartén por el mango.

De no ser por el protagonismo central que, desafiando a las élites, el actual gobierno ha procurado darle, el sector mayoritario de la población escasamente encontraría espacio en los medios convencionales, en los cuales es patente que falta mucho país.

La discriminación informativa y la exclusión social en general, producto de la marginación económica, el indigenismo, el racismo y otras lacras, constituyen realidades lacerantes imposibles de ocultar.

En la mayoría de los medios la información sobre las condiciones del campesinado es una extravagancia.

El sindicalismo está virtualmente proscrito y los trabajadores son una entelequia de la cual se habla sólo cuando se trata de proteger la gran industria arguyendo —con razón o sin ella— efectos sobre el empleo.

Y los indios, apenas fantasmas útiles para mofarse de su manera de hablar, su monolingüismo, sus costumbres, su vestimenta…

Como si el Conapred no existiese o el tiempo se hubiera detenido en los años de mayor éxito de La India María u otros comediantes que, en el mismo género, hicieron fama y dinero.

Se trata de grupos sociales que han pasado por lo menos las últimas cuatro décadas confinados, sobre todo en las secciones de nota roja de los grandes diarios y en los programas de muy discutible humorismo de la televisión y la radio.

Tratamiento informativo a base de estereotipos que, en un círculo perverso, se traduce en mayor marginación y deshumanización de estos mexicanos en las políticas públicas.

Así lo gritan las estadísticas. El número de hijos de obreros y campesinos con acceso a la universidad y la eficiencia terminal de los mismos —por ejemplo— se mantiene en los idénticos, insultantes rangos de los años 70. Sin que al Conapred parezca importarle.

El foro organizado por el Conapred de Mónica Maccise fue cancelado por la presencia del popular yutubero y, al parecer, la intervención de la señora Beatriz Gutiérrez, lo cual dio insumos para el escándalo.

A toro pasado, el Jefe del Ejecutivo objetó la invitación al comunicador, a quien sus malquerientes, aconsejados por la estulticia, le regatean el carácter de analista político que, guste o no, efectivamente tiene.

¡Lástima que la influencia social de Chumel apunta a perpetuar el estado de cosas imperante en el campo del racismo, el clasismo y la marginación!

La intervención de la cónyuge del Presidente, por su lado, hizo retroceder el reloj de la historia hasta los tiempos de la señora Carmen Romano de

López Portillo o la virtual vicepresidente Marta Sahagún, entrometidas en asuntos de Estado fuera de su competencia.

Pero, en modo alguno el escándalo puede opacar la discutible utilidad pública del Conapred, cuya existencia no ha evitado la banalización del racismo, la discriminación rampante, la persistente marginación y la avasallante hegemonía de las minorías pudientes.

Minorías que ahora, en el colmo del descaro, ahora también se quejan de discriminación.

Y hasta se victimizan como blancos de odio, sin admitir su responsabilidad activa en la exclusión de millones y la perpetuación de la desigualdad.

Todo ello, apuntalado con una eficiente utilización de los medios, creados por las élites para servicio de ellas mismas.

Tal como lo sugirió la totalidad de participantes en el foro alterno convocado por Chumel. Mientras no cambien los medios, que nadie espere una modificación de fondo en estos asuntos.

aureramos@cronica.com.mx