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Ramiro Iglesias, un mexicano pionero de la medicina espacial en la NASA

Nuestros Científicos. El cardiólogo y asesor científico del Centro de Desarrollo Aeroespacial del IPN fue invitado por la UNESCO para escribir dos ensayos para la Enciclopedia del Espacio: uno, de Cardiología Espacial y otro sobre ¿cómo cambia el cuerpo humano cuando pasa largas temporadas en el espacio?

El expresidente ecuatoriano Osvaldo Hurtado habla sobre la situación política en el país
El expresidente ecuatoriano Osvaldo Hurtado habla sobre la situación política en el país El expresidente ecuatoriano Osvaldo Hurtado habla sobre la situación política en el país (La Crónica de Hoy)

Cuando los seres humanos pasan mucho tiempo en el espacio y regresan a la Tierra su estatura ha aumentado 7 centímetros, en promedio, porque la ausencia de gravedad y peso elimina algunas de las curvas de la columna vertebral. Si se mira su rostro, se distingue que está un poco hinchado, la cara tiene más líquidos y los ojos lucen un poco rasgados, como si fueran personas de origen asiático. Pero además hay otros cambios que no se perciben a simple vista: en los pulmones hay 800 mililitros de sangre más que en el cuerpo de las personas en la superficie terrestre, el hígado está un poco más arriba de su posición conocida y el tórax es un poco más ancho.

¿Esto es igual en hombres y en mujeres? —se le pregunta al cardiólogo mexicano Ramiro Iglesias Leal, pionero de la medicina espacial y ex integrante del equipo de Control Médico que vigilaba desde Centro de Control Espacial de la NASA en Houston, Texas, la salud de los primeros astronautas estadunidenses que salieron de órbita, en la odisea hacia la Luna.

—Esa pregunta es interesante porque en el caso de las mujeres que viajan al espacio y permanecen tiempo en ambientes sin la fuerza de gravedad hay cosas que seguramente les gustarán y cosas que no. Entre lo que podría gustarles está el hecho de que las arrugas desaparecen del rostro porque hay más humedad en la piel y al descender parecen rejuvenecidas. También hay algunos beneficios en los senos porque, al no estar expuestas a la gravedad, se frena la caída natural y su apariencia es de más firmeza. Pero en la parte negativa: pierden nalga. Así se le llama médicamente, no posadera ni pompa. Pierden nalga y músculo en las piernas. Lo mismo ocurre con los astronautas hombres, quienes al regresar del espacio tienen una condición que ‘festivamente’ en la NASA es llamada “Piernas de pájaro’. Esto es algo que quizá sea más molesto estéticamente para las mujeres que para los hombres— dice el médico, de buen humor, en entrevista con Crónica. Y añade que curiosamente, una de las partes del cuerpo que no se modifica son los brazos.

Este hombre tamaulipeco de vida singular, que actualmente tiene 91 años de edad, y que durante décadas luchó contra las enfermedades del corazón en el Centro Médico Nacional, del Instituto Mexicano del Seguro Social (IMSS), es también un destacado académico que realizó estudios de cardiología en la Universidad Sorbona, de París, Francia, y también en el Instituto de Cardiología de Londres, Inglaterra, y en el Instituto Nacional de Cardiología, de México.

—¿Cuántos años me calcula?

—pregunta juguetón y desafiante en las instalaciones del Centro de Desarrollo Aeroespacial del Instituto Politécnico Nacional (IPN), en la Calle de Belisario Domínguez, del Centro Histórico de la Ciudad de México. Ahí es asesor científico. —Tengo 91 y estoy entrado en 92, como dicen en mi pueblo—.

Iglesias Leal vive actualmente días de intensa labor pues ha sido invitado a colaborar con dos textos para un esfuerzo titánico organizado por la UNESCO (Organización de Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura): elaborar la primera Enciclopedia del Espacio. Al mexicano le han pedido escribir dos ensayos: el primero, sobre Cardiología Espacial, pues este investigador oriundo de Santa Rosalía, en el municipio de Camargo, Tamaulipas, fue la persona que recibió e interpretó, en la NASA, el primer electrocardiograma enviado por un astronauta desde la Luna, hace casi 49 años.

Además, la misma UNESCO le ha pedido elaborar un segundo ensayo sobre otro de sus campos de estudio: ¿Cómo cambia el cuerpo humano cuando pasa largas temporadas en el espacio? Estas alteraciones fisiológicas han sido descritas en su libro La ruta hacia el hombre cósmico, que en 2002 fue ganó el Premio Luigi Napolitano, de la Academia Internacional de Astronáutica a “la mejor obra de literatura sobre ciencias de la vida en el espacio”.

Caballero de gran pulcritud, refleja en sus manos, su cabello y su rostro los hábitos de higiene de un médico que durante décadas trabajó en quirófanos. Al llegar a la entrevista luce una impecable camisa blanca Paco Rabanne, una elegante corbata negra con detalles rojos, saco gris, pluma negra de escritorio, pañuelo blanco y lentes en la bolsa izquierda del pecho, la cercana al corazón.

—No sé si mi inclinación por la cardiología fue definida por un hecho muy triste: la muerte de mi querido hermano y amigo adolescente, Romualdo, por una lesión cardiaca asociada a la fiebre reumática—, confiesa brevemente al hurgar en su pasado.

Después se enfoca en su camino formativo y aprovecha para describirse como “un producto combinado” del Instituto Politécnico Nacional (IPN) y de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM).

Cuando tenía 17 años llegó a la capital de la República para estudiar la preparatoria vocacional en el IPN y después entró a la Escuela Superior de Medicina, del mismo Politécnico, pero una prolongada huelga estudiantil le obligó a buscar otra escuela y pudo entrar a la Facultad de Medicina de la UNAM.

—En aquel tiempo, el Poli y la UNAM eran tremendos rivales e irreconciliables enemigos. Y yo me eduqué así—, dice antes de subrayar que, para él, lo urgente era aprender a atender enfermedades de la pobreza, pues tenía muy presente su origen rural y fronterizo. Por eso sintió necesidad de seguir estudiando y llegar a ser cardiólogo.

Ocurrió el 24 de diciembre. Horas antes de Nochebuena, a las 11:20 am. Iglesias Leal era entonces un médico consolidado. Con 43 años de edad ya había fundado el Servicio de Medicina Aeronáutica, en el Seguro Social de México, pues se había identificado que los pilotos y aeromozas reaccionaban de manera diferente ante enfermedades; por ejemplo, una simple gripe puede reventar los oídos de quien sube y baja 10 mil metros, en un avión.

A partir de este interés en el área de medicina aeronáutica, el cardiólogo profundizó en sus estudios e ingresó a la Escuela de Medicina Espacial en Brook, Texas, donde aprobó el Curso Básico de la NASA, en 1964. Después regresó a México a laborar en el IMSS hasta que fue enviado a Estados Unidos por segunda ocasión. Para el año 1968 se encontraba en el Curso Avanzado de Medicina Espacial cuando pidió ser invitado al centro de control de misiones tripuladas como observador, pero no sólo fue aceptado, se incorporó para ayudar en una misión inédita: Apolo VIII.

La misión inició el 21 de diciembre de 1968. Fue el primer viaje tripulado en salir de la órbita terrestre, llegar a la Luna, rodearla y regresar a la Tierra. Sus tres astronautas fueron los primeros seres humanos en ver completo a este planeta y los primeros en ver el lado oscuro de la Luna. Hicieron estudios de topografía lunar para decidir el mejor lugar de aterrizaje para futuras misiones. Ellos eran el comandante Frank Borman; el piloto James Lovell, y el piloto Willam Anders, quien fue el autor de la primera foto de la Tierra completa.

Fue precisamente el latido de Anders, el que generó la señal de latidos que Ramiro Iglesias recibió en Houston y tuvo que interpretar inmediatamente.

“Yo estaba en el equipo de Control Médico, en el Centro de Control Espacial —cuenta el mexicano que llegó a ser Vicepresidente de la Asociación Médica Aeroespacial de Estados Unidos— El 24 de diciembre, por la mañana, se nos informó que en pocos minutos se recibiría el primer electrocardiograma enviado desde la luna y el responsable del módulo médico de la NASA me dijo: Doctor Iglesias, usted es cardiólogo y conoce la medicina espacial, por eso le pedimos que se siente frente a la consola, reciba el electrocardiograma y nos diga si encuentra alteraciones o algunas características que debamos saber”.

Antes de llegar a ese momento de su vida, Iglesias Leal ya había leído e interpretado miles de electrocardiogramas de pacientes en México, Estados Unidos e Inglaterra. Así que su ojo experto podía identificar cualquier alteración en segundos, lo que era vital en una misión espacial sin precedentes.

Al recibir el electrocardiograma del astronauta Anders, enviado desde una distancia de 384 mil kilómetros y que tardaba un segundo y medio en llegar, el médico originario de Tamaulipas interpretó y dijo con seguridad:

“Trazo electrocardiográfico con características normales, pero con algunas peculiaridades”. Eso era lo más importante que había que informar en una primera respuesta. Entonces le preguntaron cuáles eran las peculiaridades y ahí se hicieron efectivos todos sus años de estudio y práctica: “Primero, que la frecuencia cardiaca presenta cierta lentitud: en lugar de 70 latidos por minuto, el astronauta presenta 60 latidos por minuto. Segundo, la morfología del trazo indica vagotonía, o sea que predomina el sistema parasimpático, esto es lo contrario al efecto de la adrenalina”.

El médico estaba informando por primera vez en la historia que, en el espacio, el corazón humano bombea más lento; baja la frecuencia y la presión con la que circula la sangre. Eso se ha repetido en todos los astronautas, de todos los viajes espaciales. Por esa razón la UNESCO invitó a Iglesias Leal, en 2017, a contribuir en su Enciclopedia con el capítulo sobre Cardiología Espacial.

“Fue muy importante que yo había estudiado cardiología, pero también medicina espacial porque si esos datos los hubiera interpretado alguien que sólo fuera cardiólogo, incluso del mejor hospital del mundo, hubiera hecho diagnósticos gravísimos. Por ejemplo, cuando los astronautas duermen se ha registrado que su corazón llega a latir sólo 40 veces por minuto. Si eso le ocurre a un paciente en Tierra es algo grave y si un cardiólogo no supiera que esto es común en el espacio, posiblemente pediría bajar inmediatamente al astronauta”, comenta el veterano médico.

¿Cómo serían los humanos? Reconocido con gran afecto en las agencias espaciales de China, Rusia y Estados Unidos, Ramiro Iglesias regresó a México en 1972 y después ha realizado varias estancias y actualizaciones en la NASA. En esas décadas acumuló información sobre el segundo tema que le ha pedido escribir la UNESCO: ¿Cómo cambia el cuerpo humano en el espacio?

Durante mucho tiempo ha estudiado evolución; con datos desde el primer homínido que caminó en dos piernas, hace 4.5 millones de años. Así ha propuesto una línea de pensamiento que seguramente crecerá en el futuro: la ruta hacia la aparición de un hombre cósmico.

“Yo veo una serie de cambios en el sistema cardiovascular de quienes viajan al espacio: sus venas se dilatan, el corazón está desviado hacia arriba; el diafragma está seis centímetros arriba de lo normal; tiene mucha más sangre de lo normal en el pulmón —800 mililitros en promedio—, tiene el tórax más corto y ancho, y el hígado más arriba. En fin, esto me invitó a reflexionar sobre cambios que ocurrirían en viajes de muchos meses o años en el espacio. El resultado es fascinante, falta mucho por saber, pero sí podemos imaginar seres humanos mucho más altos, delgados de las piernas y, posiblemente, por el manejo de más instrumentos y herramientas veremos seres con mayor volumen cerebral”, indica estudiando la reacción de su interlocutor.

—¿Y ha pensado usted doctor cómo podría ser un niño que naciera en el espacio?

—Sí lo he pensado. Está en mi libro. Hay muchas variables, pero quizá un día, en el futuro, existan seres humanos de casi tres metros de estatura y que vivan 200 años. Quizá esa sea la verdadera ruta del Hombre Cósmico.

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