Más que tener pretensiones como actor, Dwayne Johnson, también conocido como La Roca, ha demostrado que sus deseos son los de ser una figura de acción. Con cada película parece reafirmar que más que utilizas su imagen al servicio de una historia la usa con fines de idealización del héroe que es capaz de romper las leyes de la física sin importar si tiene la capacidad de mostrar un gesto de empatía o emoción humana genuina.
A veces me da la impresión que es un tipo que se sabe con carisma pero que también es consciente de que no tiene otra capacidad más allá que la de demostrar que su físico es su única alternativa para salir avante, a pesar de que en sus filmes, los personajes que “interpreta” muestran una cierta vulnerabilidad emocional que al final es poco creíble. Y es que su narcisismo en la pantalla grande está llegando a niveles insospechados.
Johnson es una figura de acción empeñada no salir de las salas de cine. Tan solo desde el 2017 lo hemos visto en éxitos taquilleros que van desde Rápido y furioso 8, Baywatch, Jumanji y Rampage, a la que se suma este fin de semana Rascacielos: rescate en las alturas. La mayoría de ellas un festival de clichés y entretenimiento mediocre de la cual el último no es la excepción.
Rascacielos es la película en la que muestra uno de sus planteamientos más serios o realistas. Da vida al ex líder del equipo de rescate de rehenes del FBI y veterano de guerra, Will Ford, quien ahora se dedica a evaluar la seguridad para diversos rascacielos tras perder la pierna en una misión (detalle que busca dar un sentido dramático, pero que termina por ser ridículo).
Un día es contratado para evaluar el Rascacielos más grande ubicado en Hong Kong, acude con su familia pero de pronto, ese edificio, el más alto y seguro del mundo, se encuentra completamente en llamas, por lo cual ha sido incriminado. Huyendo de quienes lo buscan, Will debe encontrar a los responsables, limpiar su nombre y de algún modo rescatar a su familia que se encuentra atrapada dentro del edificio.
Desde el comienzo la película anunció que sería un homenaje a las premisas de Misión imposible y Duro de Matar, sin embargo, la película no se acerca a ninguna de esas películas en calidad. Al contrario, conforme va pasando la historia la película misma se convierte en un desastre cinematográfico en sí:
Utiliza muchos de los elementos que ya han sido utilizados hasta el cansancio en el cine de acción y elementos como el vértigo y el peligro quedan suspendidos en lo ambiguo, ya no solo por la falta de riesgo en la historia, sino porque cada escena de acción muestra a un personaje capaz de todo, que a la tercera dificultad ya parecería que todo lo que sigue es mucho más fácil.
Y es que más allá del narcisismo protagónico de Johnson en la pantalla, lo más terrible es el guion. Cierto, hay lo que uno puede esperar que es una sobrecarga de escenas de acción, una tendencia a lo espectacular más que a cualquier cosa. Pero es que más allá no hay nada, ni siquiera un sentido de ritmo que ayude a no tener una película de acción tan monótona. Al final, incluso, resulta un tanto incómodo el aspecto visual por la saturación de recursos digitales. Todo termina por ser una ilusión decepcionante.
Ya dice mucho el hecho que algo de lo más rescatable es el morbo que genera el volver a ver en una película a Neve Campbell en el papel de su mujer, quien incluso tiene guiños de un heroísmo más creíble que la de Johnson, que se interpreta nuevamente a sí mismo. Ojalá que algún día Johnson se dé el valor de probarse como actor y no siga como juguete de acción.
Director: Ganndy Tartakovsky (EU, 2018)
Es triste ver cómo hay algunas historias que van perdiendo fuerza con sus secuelas. Lo que comenzó como una divertida, creativa y alocada historia de monstruos amenazados por los humanos, con sus moralejas sobre la identidad y las etapas de la vida, a la llegada de su tercera parte nos encontramos con un decepcionante, aunque por momentos divertido, juego de disparates sobre monstruos. Ha perdido su fuerza cinematográfica para optar por una premura televisiva. Esta vez Drac y su pandilla de monstruos comienzan unas vacaciones en el Hotel, entre bronceados de luna, su crucero de ensueño se convierte en una pesadilla cuando Mavis se da cuenta de que Drac se ha enamorado de la misteriosa capitana de la nave, Ericka, quien esconde un peligroso secreto que podría destruir a todos los monstruos. No hace falta mucho ingenio para darse cuenta que desde ahí las cosas no van a salir bien.
Director: Gibran Bazan (México, 2018)
Siempre he pensado que no hay nada de malo en ser pretencioso siempre y cuando lo que se muestre en la pantalla grande esté bien fundamentado. Ese no es el caso. Lo que ocurre con Gibran Bazan en este filme es que ofrece una apariencia intelectual pero que en su fondo hay un alma vacía. Nos presenta la historia de Lucienun solitario vendedor de libros y amargado, que emigró a México de Francia, vive atormentado por la muerte de su esposa, en medio de torres de libros polvosos, pero un buen día conoce a una misteriosa joven y descubre el libro de un matemático con un conjuro metafísico con el que cree que puede traer a su esposa de regreso a la vida. Es un filme que esconde su arrogancia en los “filosóficos” pensamientos y diálogos de sus personajes, incluso en el manejo de la música. Un filme que aspira a ser glorificado por su apariencia, pero que está muy lejos de tener su propia identidad.
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