Opinión

Recuerdos del siglo pasado

Recuerdos del siglo pasado

Recuerdos del siglo pasado

La Crónica de Hoy / La Crónica de Hoy
Alfredo Cardona

Aquella ocasión me invitó a pasar a la cocina y extrajo de algún rincón una botella de ron nicaragüense que tenía escondida porque si no corría el riesgo de que se la tiraran o se la bebieran. Me agradó ese gesto. Cierto, los viejos como los niños tienen tesoros escondidos. Llenamos los vasos y me platicó de su amor por la tierra oaxaqueña (el era costarricense), la ciencia ficción y su correspondencia con Ray Bradbury.

Con gusto comprobé que me leía y comentó un artículo que escribí de García Márquez y la superstición. Confesamos padecerla. Hablamos de lo que en centro y sudamérica llaman “pava”. Me hizo una lista nueva de objetos “pavosos” que añadidos a los de García Márquez hacen la vida imposible y lo obligan a uno a tocar madera a la menor provocación. Lo peor en estos casos, como dicta una de las leyes de Murphi, es que uno descubre que el mundo actual está hecho de vidrio y aluminio.

Meses después mandaba sus colaboraciones porque ya no podía pararse de la cama. Había veces que, imposibilitado para enviar su texto, me hablaba para dictármelo. Por fortuna era de pocas palabras. Yo respondía el teléfono, teníamos una breve plática y comenzábamos. Me pregunto si antes de cerrar los ojos, cuando veía cerca el momento de partir, buscó desesperada e inútilmente un trozo de madera a qué aferrarse. Extrañaré su buen humor, sus palabras generosas y por supuesto su amistad.

Griselda Álvarez

1

Cuando supe que le sería entregada la medalla Belisario Domínguez a Griselda Álvarez en vida, me sentí obligado a expresarle mi gusto de manera pública. Pero el elogio sincero tiene que mesurarse en un país acostumbrado a la genuflexión. Alguna vez, platicando con ella, me dijo que a veces le cuesta trabajo levantarse y afrontar la jornada, los achaques de la vejez, me decía. Después, con un tono de voz serio afirmaba: la edad se nota en los pies, pero cuando te llega al penthouse lo mejor es que te mueras o retires a descansar. Doña Griselda Álvarez agregaba más tarde con su singular sentido del humor: a mí todavía me faltan muchos años antes de que la edad me llegue al penthouse.

2

Tres años después, en una nutrida ceremonia en la que René Avilés Fabila asumió un cargo dentro de la UAM, llegó Griselda Álvarez sin bastón. Ya necesitaba silla de ruedas. En la planta baja preguntó si había elevador o una caravana de fornidos muchachos que la cargaran con todo y silla. En esa época sólo había un elevador de carga. Una querida amiga que tenía en su área estudiantes de servicio social solicitó voluntarios y un par de ellos de ascendencia afroamericana subieron a la maestra Álvarez sentada en su vehículo. Tras despedirse con elogios coquetos hacia los amables jóvenes, volteó a ver a mi amiga y le dijo con un guiño de ojo: Cuando sugerí una caravana no pensé que fueras a tomártelo tan en serio. Era linda.

Twitter: @dgfuentess
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