Opinión

Reflexiones al volver del congreso

Reflexiones al volver del congreso

Reflexiones al volver del congreso

La Crónica de Hoy / La Crónica de Hoy

Dr. Gerardo Gamba

No suelo asistir a congresos de las sociedades internacionales por tres razones. En mi opinión, generalmente son de baja calidad, ya que las sociedades internacionales buscan la participación de todo el mundo, por lo que no tienen filtros para la aceptación de trabajos y por tanto, se aprueba para presentación prácticamente todo lo enviado. Con frecuencia acontecen en lugares muy lejanos  —que los hace más costosos— y exóticos o atractivos, por lo que generan mucho “turismo científico” y entonces, aunque el número de congresistas inscritos sea de 15 o 20 mil personas, la presentación de pósters y sesiones lucen generalmente vacías.

La historia es diferente con los congresos de la sociedades de Estados Unidos. Son de mejor calidad ya que existe un filtro moderadamente riguroso para la aceptación de los trabajos que serán presentados, que usualmente son alrededor del 60% de lo enviado. Tienen lugar en ciudades de Estados Unidos, que con frecuencia se repiten año con año y por lo tanto, la mayor parte de los asistentes van de verdad al congreso, no como turistas. Al estar más cerca, el costo por persona es menor, por lo que los investigadores pueden llevar a los alumnos y en consecuencia, hay mucha gente joven con inquietudes y opiniones muy interesantes.

En mi laboratorio, desde hace 25 años puse la regla de que los estudiantes de doctorado van al menos a un congreso americano al año, tengan o no trabajo para presentación, ya que es importante que conozcan a lo que se están enfrentando. Hasta el momento, no sé cómo le hemos hecho, pero no ha habido año en que no cumplamos este objetivo y  hemos podido llevar a estudiantes de maestría y licenciatura, inclusive.

Hay dos congresos americanos a los que asisto regularmente, ya que son en los que se presentan y discuten los trabajos que tienen que ver con el área de nuestro interés, que es la fisiología renal y la fisiopatología de enfermedades renales. Afortunadamente, hay un espacio de separación entre ambos congresos de seis meses, lo que me da la oportunidad de ver e interaccionar con mis pares cada semestre.

Uno ocurre siempre en abril —del cual de hecho, vengo en el vuelo de regreso a la ciudad de México. Se trata del Experimental Biology Meeting en el que se presentan los trabajos de la Sociedad Americana de Fisiología. Este congreso es de pura ciencia experimental y conjunta a otras sociedades como la de biología molecular y bioquímica o la de farmacología. Los asistentes son investigadores de diversas universidades en el mundo y se presentan generalmente con vestimenta casual, que llega ser en algunos casos, demasiado casual.

La exposición comercial es muy interesante ya que se presentan todos las industrias que producen lo que consumimos en el laboratorio para hacer investigación.

El otro congreso sucede siempre en noviembre y es el de la Sociedad Americana de Nefrología. A este congreso asisten los investigadores interesados en el riñón, pero también los nefrólogos clínicos que quieren estar al día con el avance de la nefrología. Los asistentes suelen presentarse muy elegantes, generalmente de traje y corbata, y la exposición comercial es poco atractiva para nosotros, ya que hay una influencia muy importante de la industria farmacéutica y por tanto, los que participan son quienes hacen máquinas o insumos para hemodiálisis y trasplantes o bien, los medicamentos de moda. En ambos congresos mis estudiantes han presentado trabajos a lo largo de los años.

Hasta hace unos cinco años sentía que acudir a estas reuniones era muy estimulante para mí y el laboratorio. Ver los trabajos de los pares y discutir con ellos, tanto nuestros resultados como los suyos, sirve para corregir el rumbo de algún proyecto, hacer el experimento clave que estaba faltando y que no habíamos visto con claridad, o bien para iniciar un nuevo proyecto o una nueva colaboración. Este sentimiento, sin embargo, de cinco años para acá se ha venido haciendo menos optimista y más bien de angustia.

Cuando inicié mi carrera como investigador independiente (1993) con la recién llegada revolución de la biología molecular que puso en las manos del investigador herramientas importantes a precios accesibles y con el advenimiento del internet, que rompió la frontera de la desinformación en la que vivíamos en México, sentí durante muchos años que nos habíamos acercado bastante a los investigadores del primer mundo y que estábamos produciendo conocimiento competitivo. Sin embargo, de unos años para acá, cuando voy a un congreso, ahora siento lo contrario. Se nos han despegado nuevamente, y la distancia va creciendo.

El advenimiento de las herramientas de investigación masiva, como la secuenciación de exomas o de células individuales, la proteómica y la metabolómica, junto con la bioinformática, generó estrategias de investigación inaccesibles para el presupuesto de la ciencia en México. Adquirir los equipos es de muy alto costo, pero lo más difícil es el mantenimiento y el costo de utilización. Las pólizas de servicio y mantenimiento rebasan tranquilamente el millón de pesos por equipo por año y los costos de los reactivos son muy elevados.

Por último, estas herramientas han generado la posibilidad de hacer investigación de vanguardia, sin tener que plantearse una hipótesis, lo que ha producido una competencia adicional, en la que investigadores que no saben del tema o, lo que es peor, en ocasiones no lo entienden, pueden hacer descubrimientos novedosos que son atractivos para las revistas del más alto nivel, porque tienen acceso a la tecnología.

Me parece que por nuestra salud mental, los investigadores en México debemos evitar caer en la tentación de querer hacer este tipo de proyectos que requieren de poco esfuerzo mental, pero de mucho dinero y ­recurrir con mas frecuencia a lo que ha hecho avanzar la ciencia a lo largo de los años. Leer mucho, pensar mucho y discutir mucho con los alumnos, para eventualmente generar ideas novedosas que podamos contestar con las herramientas que tenemos a la mano.

Director de Investigación, Instituto Nacional de Ciencias Médicas y Nutrición Salvador Zubirán y Unidad de Fisiología Molecular, Instituto de Investigaciones Biomédicas, UNAM.