Opinión

Reflexiones para el diseño del sistema de ciencia, tecnología e innovación

Reflexiones para el diseño del sistema de ciencia, tecnología e innovación

Reflexiones para el diseño del sistema de ciencia, tecnología e innovación

La Crónica de Hoy / La Crónica de Hoy

El día 6 de marzo del presente se llevó a cabo la primera jornada del conversatorio para el análisis del sistema de ciencia, tecnología e innovación en la Cámara de Diputados del H.Congreso de la Unión. Tuve el gusto de participar en la mesa 1 Marco jurídico y diseño institucional, que giró alrededor de preguntas sugeridas por los organizadores y que a continuación listo:

¿Cómo proteger la investigación científica y el desarrollo tecnológico?

¿Qué marco puede asegurar y proteger la libertad de investigación y la libertad de vinculación?

¿Qué estructuras jurídico-administrativas podrían existir para la ejecución de grandes proyectos?

¿Cuál es la articulación operativa con Conacyt como cabeza de sector?

Las preguntas dieron pie a que los ponentes compartieran diversos puntos de vista encaminados a contribuir con el diseño de la nueva ley de humanidades, ciencia y tecnología que fue recientemente presentada en el Senado de la República. Comparto en este espacio algunas de las reflexiones que presenté durante esa ocasión.

La investigación científica y el desarrollo tecnológico se protegen nutriéndolos con recursos e insertándolos dentro de programas coherentes. El país ha invertido a lo largo de más de medio siglo una gran cantidad de recursos en la formación de capital humano e infraestructura que pueden ser fácilmente desperdiciados si no se potencian sus capacidades. La vida académica al interior de los centros de investigación y universidades a lo largo del país es muy dinámica y comprende diversas actividades que abarcan la enseñanza, la formación de recursos humanos y la investigación de punta. La comunidad científica en general participa en todas estas actividades. La calidad con que esta comunidad desempeña su labor es notablemente alta y comparable a la que se realiza a nivel internacional. Esto es sorprendente si se toma en cuenta que algunas de estas actividades se realizan en condiciones precarias, con recursos mínimos, de difícil acceso y no siempre entregados a tiempo. Parecería que lo que mantiene vivo al sistema es la resiliencia de su comunidad científica más que la articulación de los programas que la pueden nutrir. Un ejemplo dramático es el rezago en el financiamiento de más de medio millar de proyectos en ciencia básica evaluados como altamente recomendables en los últimos dos años que no han sido financiados. Para proteger la investigación científica y el desarrollo tecnológico los programas que los patrocinan deben cumplir con calendarios estrictos que permitan el acceso a los recursos de forma planificada. El acceso a estos recursos debe darse por mérito y para lograr resultados de calidad internacional, estar sujeto a una evaluación por comités con una componente de revisores también internacional. A su vez, las áreas estratégicas sujetas de apoyo deben ser definidas por paneles de expertos también con un componente internacional a modo que se evidencie que la generación del conocimiento y de tecnología cumple con altos estándares.

Partiendo de la premisa de que la creatividad, condición indispensable del quehacer científico, se desarrolla sólo dentro de un ambiente de libertad en la investigación, el marco institucional ideal para propiciar la creatividad debe tomar en cuenta que proyectos ambiciosos y arriesgados, pero potencialmente innovadores en sus resultados, son casi en su totalidad de largo aliento. Esto significa que no es una buena idea incorporar como requisito indispensable para juzgar la pertinencia de una propuesta ambiciosa de investigación científica que se enuncien con todo detalle los productos inmediatos de la investigación ni tampoco que la investigación se oriente a la obtención de productos comercializables en un periodo determinado. Tampoco es una buena idea que los planes de desarrollo en materia científica y tecnológica tengan la duración que coincida en tiempo con la vida de una administración federal. Estos planes deben trascender periodos sexenales.

El marco institucional debe también contemplar que la toma de decisiones para orientar recursos a la investigación se lleve a cabo por cuerpos colegiados formados por especialistas y no sólo por agrupaciones cupulares de científicos. Las evaluaciones de los logros de los proyectos serían mucho más realistas si en lugar de que una comisión evaluadora leyera informes escritos, ésta citara a los responsables de los proyectos a exponer de manera presencial los logros intermedios y alcances de los proyectos. La renovación para el financiamiento de estos proyectos sería así mas ágil y permitiría una continuidad del quehacer científico que en la actualidad no existe, pues se ve interrumpida constantemente con la búsqueda de nuevos recursos cuando el tiempo de vida del financiamiento, usualmente corto, termina.

Esto significa que una vez definidas las áreas prioritarias, los proyectos dentro de éstas que sean juzgados como relevantes, puedan desarrollarse a lo largo de un período largo de tiempo, sujetos por supuesto a evaluaciones periódicas y estrictas. Este tipo de marco institucional permite prever una respuesta más dinámica a los cambios del entorno. La vinculación de proyectos con otros proyectos o con el sector productivo parece también más realista si se propicia que éstos cuenten con un financiamiento de largo aliento.

Los grandes proyectos son planeados y ejecutados por grupos de investigación igualmente grandes. A su vez, estos grupos de investigadores no pertenecen todos a una sola institución; usualmente están formados por investigadores provenientes de muchas instituciones. Una estructura jurídico-administrativa ideal para propiciar la articulación de estos grupos es la figura de consorcios de investigadores de distintas instituciones.Estos consorcios pueden contar con reglas claras de operación, que definan cómo se toman las decisiones tanto hacia el interior del consorcio como hacia el entorno global en el que se inscribe la investigación, así como el grado de financiamiento al que se comprometen las instituciones a las que pertenecen los investigadores del consorcio para financiar la investigación que se persigue. La figura de un consorcio potencia los recursos ya existentes en cada una de las instituciones de adscripción de los investigadores permitiendo de manera ágil el compartir equipo, financiar actividades académicas y de intercambio, etc.La figura de los consorcios evita también la fragmentación de recursos cuando éstos se destinan a la creación de nuevos centros de investigación con fines específicos pues propicia que los investigadores con intereses comunes articulen un proyecto sin necesidad de crear nueva infraestructura física, aprovechando las instalaciones con que cada grupo cuenta en sus propias instituciones. La figura de consorcios de grupos y/o universidades existe ya a nivel internacional y el sistema nacional podría aprovechar la experiencia de esa figura que tienen otros países.

La articulación del sistema de ciencia, tecnología e innovación con Conacyt como cabeza exclusiva ganaría mucho en operatividad, pues evitaría la duplicidad de funciones y propiciaría una respuesta más ágil que la actual a las necesidades del sector. En la actualidad, la fragmentación en la toma de decisiones, junto con la orientación de recursos que eminentemente son encaminados a propiciar investigación útil para los sectores consumidores de tecnología, ha propiciado un sistema donde existen pocos recursos y muchas ventanillas dónde buscarlos. El que el diseño institucional contemple una sola cabeza de sector permite prever una mayor eficiencia en la toma de decisiones y posibilita consultas transversales a la comunidad científica. A su vez permite prever mayor libertad de gestión ante el gobierno federal para solicitar los recursos necesarios sin tener distintos organismos intermediarios a quienes se deba consultar. Considero importante sustituir el modelo actual donde la consulta a la comunidad científica se lleva a cabo de manera cupular lo que impide una genuina retroalimentación de parte de los científicos que se encuentran en contacto más directo con los desarrollos de punta.

El grado de bienestar al que la actual administración aspira a conducir al país pasa necesariamente por la búsqueda de una cada vez mayor articulación del sector científico y tecnológico. Una amplia discusión para un óptimo diseño del sistema de ciencia, tecnología e innovación, que involucre a la comunidad científica en su conjunto, es un paso conveniente. La comunidad científica está lista para contribuir al reto.

Investigador, instituto de

Ciencias Nucleares de la UNAM