
Resulta terriblemente decepcionante descubrir filmes como Roman J. Israel, Esq., si uno piensa que el director detrás del filme es Dan Gilroy, aquel joven promesa que cautivó al mundo con su ópera prima Nightcrawler, en el 2014, en la que mostró un retrato sobre un periodista que rompe los límites de la ética para poder conseguir el éxito. Una doble decepción, que el protagonista de su nuevo filme es Denzel Washington, quien hace una interpretación completamente sobrada. Una triple decepción es que con este trabajo llegó a estar nominado al Oscar a Mejor Actor.
La película nos muestra la historia de un personaje tan peculiar como el de Nightcrawler. Con esto nos referimos a un tipo que parece no encajar en la sociedad en la que vive, pero contrario por completo a aquel personaje interpretado por Jake Gyllenhaal, cuya identidad está cargada de malicia y ambición, el cineasta Dan Gilroy nos pone del lado opuesto para mostrarnos a un personaje que carece en absoluto de malas intenciones.
Roman J. Israel es un abogado defensor idealista. Durante más de treinta años había ejercido en la sombra porque su amigo era quien daba la cara en la corte para defender los casos, pero Roman era un erudito especializado que hacía toda la labor de investigación y análisis de las leyes para ganar los casos. Cuando su amigo muere, cuyo rostro nunca aparece, Roman tiene que salir a la luz y buscar un lugar en la escena de abogados como un novato. Lo que hace más peculiar al personaje es que tiene una forma de perturbación, autismo o enfermedad mental, que por un lado lo hace una especie de genio con memoria fotográfica y por el otro lo hace parecer un loco frente al resto de la gente.
Ese planteamiento ya comienza a tener un sentido decepcionante, porque nos hace pensar que veremos una típica película de personajes con desorden mental que tanto les gusta premiar en Hollywood, desde los tiempos de Forrest Gump. Lo triste es descubrir que es así. Conforme pasa la película nos encontramos con una turbulenta serie de eventos que desafían la forma de pensar del protagonista, su forma de ser y de actuar, sobre todo desde que conoce a dos personajes vitales: el ambicioso abogado Geoge Pierce (Colin Farrel), quien le muestra una forma inmoral de trabajar y una amistad con una joven luchadora por la igualdad de derechos (Carmen Ejogo), con quien comienza a explorar los sentimientos de los que siempre se privó por dedicar su vida a su trabajo.
El cambio en su vida, las carencias, las frustraciones y su condición de personalidad extraña, lo llevan a tomar decisiones que ponen en riesgo su propia vida.
La película, al final, se convierte en un tedioso ejercicio fílmico que se nutre del cliché. Gilroy apuesta por ofrecer a un personaje tan complejo que lo rebasa y lo deja perder entre conflictos inverosímiles que no sólo hacen que la película sea una tortura, sino que el mismo Denzel Washington, de carrera probada, se ve cada vez más ridiculizado en un personaje del que no se lleva más que una de sus peores actuaciones de su carrera… pero que para el juego de lo políticamente correcto de los Premios Oscar tiene más valor, porque se aleja de la polémica sexual en la que está James Franco.
Una mujer fantástica
Director: Sebastián Lelio (Chile, 2017)
No cabe duda que la película latina del año es Una mujer fantástica. Desde su presentación en la Berlinale del 2017 había cautivado, y los laureles que ha recibido desde entonces son ganados a pulso. Daniela Vega es uno de los gratos descubrimientos y la figura que carga con esta historia que cuestiona al mundo, a partir de la libertad de identidad, sobre los patrones morales que están impuestos en la sociedad. Ella es una mujer transgénero que en la película da vida a Marina, quien es camarera, cantante amateur y que tiene una relación con Orlando (Francisco Reyes), veinte años mayor, un hombre divorciado. Tras una noche de fiesta, Marina lo lleva a urgencias, pero él muere al llegar al hospital. Ella debe entonces enfrentar las sospechas por su muerte. Su condición de mujer transexual supone para la familia de Orlando una completa aberración. Una película que encuentra su poesía en la resistencia del personaje.
Operación Red Sparrow
Director: Francis Lawrence (EU, 2018)
Operación Red Sparrow es una historia que cae como anillo al dedo en una época de roces internacionales, principalmente entre Estados Unidos y Rusia; si bien la guerra fría quedo atrás aún existe una rivalidad marcada entre ambas naciones. En dicho filme también posee el típico estereotipo estadunidense donde los buenos son ellos. Dominika Egorova (Jennifer Lawrence), es una bailarina del ballet Bolshoi que por algunas situaciones se convierte en una espía rusa, específicamente en una Sparrow, espías encargados de conseguir información a través de la seducción. La misión de Dominika es conseguir el nombre de un traidor al gobierno ruso, nombre que sabe el agente de la CIA; en un cumulo de circunstancias, la Sparrow decide convertirse en una agente doble y ponerse en contra de su gobierno. La película cumple con su cuota de entretenimiento y además tiene una dosis de comunión con la situación del grito femenino de la actualidad. (David Rosas)
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