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Las autoridades sirias confirmaron ayer que el ejército terminó de desactivar todas las minas en la zona arqueológica de Palmira, arrebatada al Estado Islámico este fin de semana junto a toda la ciudad. Los soldados trabajan ahora en desactivar las minas en toda la ciudad. Entonces será cuando, aseguró el gobernador de la provincia de Homs, Talal al Barazi, podrán empezar los trabajos para restablecer los servicios de agua y luz en la ciudad, que durarán alrededor de una semana.
Desgraciadamente, las ruinas grecoromanas de Palmira, que son Patrimonio de la UNESCO, han sufrido importantes daños. Cuando el Estado Islámico capturó la ciudad en mayo de 2015, destruyó el importante arco del triunfo, el templo de Bel, el templete de Bel Shamin y tres torres funerarias del siglo I d.C.
Sin embargo, el director general de Antigüedades y Museos de Siria, Maamoun Abdulkarim, comentó, casi eufórico, al diario El País, que estima que “el 80 por ciento de las ruinas están en buen estado”, y añadió que la reconstrucción de Palmira puede completarse en cinco años.
CAMINO HACIA RAQQA. Sin embargo, Palmira no es importante sólo por su zona arqueológica, sino que está en la carretera que lleva directamente al Este de Siria y a Irak, zonas donde es más fuerte el dominio del Dáesh (nombre peyorativo del Estado Islámico). De hecho, a pesar de que todavía existen combates aislados en las afueras de la ciudad, el ejército sirio ya planea, aprovechando el alto el fuego con la oposición moderada, lanzar una ofensiva para reconquistar Raqqa, la capital del autoproclamado califato del Estado Islámico.
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