Metrópoli

"Son pocos los que en Tepito vienen a Dios; mientras haya uno, aquí estaremos"

Es una misa clandestina, motivada, como en los orígenes mismos del cristianismo, por algo que supera al miedo y que refleja la necesidad de encontrar una fe más poderosa que el dinero o la pandemia

Sacerdote dando misa en una iglesia
Sacerdote dando misa en una iglesia Sacerdote dando misa en una iglesia (La Crónica de Hoy)

“Mientras sentimos que todo colapsa y se derrumba, algo hermoso se construye” comenta a Crónica el sacerdote Ascensión Plaza Miguel, responsable de la parroquia de Santa Ana, una de las Iglesias más antiguas del barrio de Tepito, y quien considera que “mantener viva la fe en tiempos del COVID-19 es un reto que implica demostrar que, ante la crisis, Dios no se olvida de nadie”.

Fiel a su encomienda como peregrino del catolicismo y por su hermandad con los fieles del barrio bravo, el padre Miguel se mantiene en pie acompañado de la fe que comparte con las familias de Tepito, aunque muchas veces predominan más las cosas materiales que las espirituales.

“Quien necesita paz interior cuando se tiene dinero, es la ideología que muchos tepiteños han adoptado, la religión dejó de ocupar un lugar importante. Ahora son pocas las personas que todavía mantienen su fe y son devotas en estos momentos críticos”.

Asimismo, el padre Miguel fue directo al señalar que dada esta emergencia sanitaria aún hay muestras de desinformación, de ahí la indiferencia que muestran muchas personas sobre el coronavirus y sus afectaciones a la salud. “La gente del barrio no está preocupa por el virus, sino por la economía, son más materialistas que espiritualistas”, comentó.

Desde que el mundo se paralizó por la propagación del COVID-19, el barrio, contrario a lo esperado, ha mantenido su actividad y en sus alrededores los puestos de comidas o los bares clandestinos continúan como si nada pasara.

Son pocas las personas que aun buscan refugio en la iglesia, pero ante las medidas de sanidad impuestas por el gobierno de la CDMX, las iglesias han tenido que cerrar sus puertas dejando a los pocos feligreses sin un lugar para refugiarse en la oración.

Debido a que algunas personas han buscado refugio espiritual, el padre Miguel decidió abrir las puertas de la parroquia, como una forma de dar paz interior a su comunidad, pero sin alterar las recomendaciones de Sana Distancia y sin aglomeraciones en el interior de la parroquia.

En punto de las 19 horas y apegados a los protocolos de seguridad sanitaria, las celebraciones se llevan a cabo a puerta cerrada con un grupo reducido de seis personas, mismas que todos los días se reúnen en la parroquia para a través de la oración encontrar un desahogo y paz espiritual.

El sacerdote, al ser cuestionado sobre si esta decisión no pone en riesgo la seguridad de las personas por el COVID-19, señaló: “Estoy consciente de los riesgos que implica reunirnos, en espacial cuando nos encontramos en plena fase tres de la pandemia, tengo una gran responsabilidad, he pensado en cerrar las puertas, pero no puedo negarle a nadie la entrada a la casa de Dios”, por lo que mantenemos la Sana Distancia y en la capilla no hay más de seis personas, lo que cumple con los llamados de las autoridades.

Fieles que acuden a la misa, aseguran que ésta dura una hora, se respetan los protocolos de salud, nadie se da la mano al momento de darse la paz, solo se intercambian sonrisas amistosas a la distancia.

Mientras la fe en Tepito y los valores se pierde cada vez más, aún existen pocas personas que piensan que la lucha se hace a diario “Sé que somos pocos los que aun venimos a pedirle a Dios, pero mientras una persona quiera seguir viniendo a la iglesia las puertas continuaran abiertas”, concluyó el sacerdote.

Crónica platicó con algunas personas que de manera cotidiana asistían a misa por las tardes a la parroquia del padre Miguel, pero que ahora con las medidas ordenadas por las autoridades ve difícil encontrar un desahogo y consuelo sin la iglesia abierta.

“A mis 70 años es difícil sobrellevar esto sola, al no contar con nadie más, la iglesia me ha dado el apoyo que necesito para salir adelante”, comenta Carmen.

Para Patricia Pacheco, otra asistente a la misa y comerciante de la zona, “esta práctica es lo único que la mantiene con un propósito y la motiva a sobrellevar las jornadas diarias”.

“En cada esquina veo alrededor de 6 a 10 persona, tomado o fumando, sé que me expongo al salir de mi casa, pero mi devoción a Dios es mayor que cualquier obstáculo en mi colonia”, comenta Patricia una de las integrantes de este grupo.

En tanto, en los alrededores las cosas son muy diferentes, la gente no sigue ningún protocolo, los bares de la zona siguen abiertos desafiantes a las indicaciones emitidas por las autoridades, en una visita al barrio Crónica observo a una patrulla frente al bar el cual a pesar de la presencia de los uniformados continuaban con sus actividades.

En los puestos ambulantes ninguna persona usa cubrebocas, las esquinas son puntos de reunión para los vecinos que hacen caso omiso a la Sana Distancia.

“Es puro invento esto, ideas del pinche gobierno que quiere que nos quitemos, pero nel, aferrados somos y aquí seguiremos” comenta Jorge, un vecino y comerciante del barrio, quien ve más la necesidad de trabajo para llevarle algo de comer a la familia, que lo del coronavirus.

Para otros comerciantes las sanciones no aplican, aunque algunos recintos religiosos se han visto obligados a cerrar sus puertas por tiempo indefinido por temor a las sanciones.

havh

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