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Tecnología de la UNAM permitió hallar cenote debajo de pirámide de Kukulkán

La tomografía de resistividad eléctrica (ERT-3D) es única en el mundo y ya se registró su autoría intelectual. Nature detalla cómo se hizo el descubrimiento

Tomografía eléctrica tridimensional y distribución de electrodos planos alrededor de la base de la pirámide.
Tomografía eléctrica tridimensional y distribución de electrodos planos alrededor de la base de la pirámide. Tomografía eléctrica tridimensional y distribución de electrodos planos alrededor de la base de la pirámide. (La Crónica de Hoy)

La tecnología utilizada para revelar la existencia del cenote debajo de la pirámide de Kukulkán surgió a raíz de un problema de hundimientos y socavones al poniente de la Ciudad de México. La técnica, desarrollada por investigadores de la UNAM, ha llamado la atención en el área de la exploración geofísica, pero no se había empleado en estructuras tan grandes como la pirámide de Kukulkán, monumental edificio considerado una de las siete maravillas del mundo moderno. Nature detalla cómo científicos de la UNAM hicieron el descubrimiento, dado a conocer en 2015.

Este trabajo, en el que intervinieron el Instituto de Geofísica (IGf) y la Facultad de Ingeniería (FI) de la Universidad Nacional, y el INAH, es importante por dos aspectos: la parte arqueológica, interesante para los estudiosos de la civilización maya, y la modalidad tridimensional de tomografía de resistividad eléctrica (ERT-3D por sus siglas en inglés), única en el mundo, desarrollada en esta casa de estudios y cuyo registro de autoría intelectual se obtuvo a finales del año pasado, resaltó René Chávez, integrante del IGf y responsable del proyecto.

En un comunicado de la máxima Casa de Estudios, Andrés Tejero, académico de la Facultad de Ingeniería, explicó que la ERT-3D surgió a raíz de un problema de hundimientos y socavones al poniente de la Ciudad de México. “La colaboración con el IGf permitió su desarrollo y aplicación en cuestiones que no creíamos posibles”.

Esta metodología consiste en enviar corriente al subsuelo con un electrodo, mientras que otro la recibe, como si se tratara de un circuito eléctrico; otros dos miden la diferencia de potencial. La relación entre esta última y la corriente proporciona la resistividad. De ese modo se obtienen mapas en una escala a colores que indican las características del subsuelo.

Trabajar en una zona arqueológica, explicó Gerardo Cifuentes, también del IGf, es un reto, porque “hablamos de patrimonio cultural”. La forma tradicional de hacer una tomografía eléctrica consiste en usar barras de cobre que se entierran en el piso de la zona de estudio, pero en Chichén Itzá eso dañaría los pisos prehispánicos, por lo que se usaron 96 electrodos planos o placas acopladas al piso mediante un gel de uso médico.

El resultado sorprendió a los universitarios, pues “no fuimos a buscar un cenote, sino a conocer las características del subsuelo de la pirámide y probar las virtudes del método desarrollado, y hoy tenemos una imagen muy real de lo que hay en el subsuelo, basada en siete mil 192 observaciones”, añadió.

Esteban Hernández Quintero, también de Geofísica, recordó que durante las dos temporadas de campo que se realizaron (2014 y 2015) se resolvieron muchos problemas de logística que permitieron el descubrimiento de una pirámide más pequeña al interior de El Castillo (hallazgo dado a conocer en febrero de este año en el Journal of Archaeological Science).

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“Se movió casi media tonelada de equipo y trabajaron 15 participantes, la mayoría estudiantes de la FI y del posgrado en Ciencias de la Tierra, quienes colaboraron en la adquisición de los datos de resistividad.

“Debajo de El Castillo no sólo hay un cenote, sino un sistema de conexión, con entradas y salidas de agua”, acotó Chávez. Algunos arqueólogos piensan que “la cavidad que encontramos puede estar conectada con un cenote al sur de la pirámide, llamado Xtoloc, y éste, a su vez, con el cenote sagrado, hacia el norte”. Eso se podría comprobar desde el punto de vista geofísico mediante perfiles bidimensionales entre las pirámides de Kukulkán y El Osario, y entre el propio Castillo y el cenote sagrado, investigación ya propuesta al INAH.

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