
Carlos juega entre un naranjo y pilas de piedra en el patio interior del CIDI (Centro de Investigación de Diseño Industrial) de la UNAM, ubicado muy cerca de su facultad, la de Química. Juega como cualquier niño, la diferencia es que platica sobre álgebra, bioquímica y origen de la vida mientras lo hace, en tanto intenta levantar esas rocas, en tanto cuelga de una verde naranja que pensamos era un limón.
Ha sido una mañana de entrevistas para Carlos y su papá, Fabián Santamaría, sin embargo el pequeño de 9 años no parece enfadado ni desinteresado, incluso hasta parece disfrutarlas, pero después de un par de sesiones sentado y posando para tomar fotografías, parece que necesitaba el ejercicio y estirarse un poco.
Después de cursar el Diplomado en Bioquímica y Biología Molecular para la Industria Farmacéutica y Biotecnológica de la Facultad de Química (FQ) entre agosto y octubre del año pasado, Carlos Santamaría regresó en 2016 a la Universidad, si bien a la ceremonia de entrega del diplomado a inicios de año, también para asistir a clases, como oyente, en la licenciatura de Química.
“Ahora estoy tomando clases en la facultad como oyente, aunque sí me hacen examen. Acabo de hacer uno de álgebra, pero saqué ocho”. Se trata de su clase de álgebra superior de primer semestre, que no le ha parecido tan fácil, pero considera un nuevo reto, “totalmente”.
El niño talento —el término “genio” se lo reservan sus papás, quienes prefieren el adjetivo “superdotado”— ha aprendido este semestre más en álgebra y lógica matemática, conjuntos, sistemas de ecuaciones lineales, modelos atómicos y tipos de enlaces químicos, relata Carlos. “Algunas cosas ya las conocía, pero otras no”.
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