
Es de todos conocido, el hecho de que el director Michael Bay es un fanático de la pirotecnia. Su mayor virtud es hacer espectacular cualquier cosa, a través de explosiones o efectos especiales. Lo que ha hecho para la más reciente entrega es un perfeccionamiento visual de lo que presenta, y al mismo tiempo nos deja ver que cada vez está menos interesado en contar historias.
Transformers: El último caballero es una película tediosa, es tanto contenido visual durante tres horas que resulta agotadora, desgastante y en muchos momentos, absurdo. Michael Bay ha llevado la simpleza argumental a un nivel inadmisible: Todo es un desastre. Me declaro admirador de los efectos especiales, pero lo que hace Michael Bay, esta vez, es una fanfarronería.
El filme es la continuación de La era de la extinción (2014), en la que entró en la historia Cade Yeager (Mark Wahlberg), un mecánico inventor quien se vuelve aliado de los autobots, una raza de robots extraterrestres, en medio de la interminable guerra con los decepticons. Sin embargo, la guerra se ha extendido y los tranformers han invadido la Tierra con la finalidad de reconstruir su destruido mundo.
Los autobots son los únicos aliados de los humanos y son pocos, Optimus Prime se ha ido, pero regresa como un enemigo. De la manga surge una historia oculta que hay entre Transformers ancestrales con el famoso mago Merlín, en el siglo IV, y entonces, en medio de la guerra surge un misterio que resolver al estilo de El código Da Vinci: El futuro del mundo está ahora en manos de Cade Yeager (Mark Wahlberg); Bumblebee; un Lord Inglés (Sir Anthony Hopkins); y una profesora de la Universidad de Oxford (Laura Haddock).
En películas anteriores, había una forma de diversión que se conjugaba bien con las escenas de acción, lo fantasioso resultaba irreverente, pero en este caso la gracia es mucho más forzada al grado de caer en lo ridículo. Anthony Hopkins tiene una actuación muy sobrada y el heroísmo del personaje de Wahlberg resulta patético y no hablo de un lazo sanguíneo del que se habla en la película, que termina de hundir el argumento. La fantasía devora toda verosimilitud que la cinta pueda llegar a tener, el artificio consume la historia, y además nos abre la posibilidad de una nueva película menos creíble aún.
Personajes sin sentido, situaciones que no salen nunca del lugar común, sin sentido, sin historia, con clichés imperdonables (el elegido, el mentor, el sabio, el heredero), con muchas escenas de relleno; es una película perdida en sí misma, sin rumbo, sin valor estético, y peor aún, sin tener la capacidad de entretener como promete. Michael Bay mete con calzador todas las cosas que se le vinieron a la mente, desde géneros hasta referencias. Esto es puro ruido no cine.
Director: Doug Liman
(Estados Unidos, 2017)
El cineasta estadunidense Doug Liman regresa a la pantalla grande tres años después de haber estrenado Al filo del mañana (2014), la que fue una de las propuestas de ciencia ficción más atractivas de los últimos años. Esta vez lo hace con la bandera de cuestionar las invasiones del ejército de Estados Unidos a los países de oriente. El argumento es muy modesto en torno a una misión de rescate en Irak, en el 2007, cuando George Bush había terminado la guerra. En medio del desierto el sargento Isaac (Aaron Taylor-Johnson) y su compañero Matthews (John Cena), esperan finiquitar una misión a petición de una llamada de auxilio de una frecuencia radial aliada, sin embargo se trata de una trampa que los pondrá en una lucha con un francotirador iraquí. La película no tiene un argumento sólido, de hecho pierde incluso credibilidad en su desarrollo y por sus diálogos, pero algo rescata la tensión que llega a generar el director a través de la confrontación de dos francotiradores.
Director: Chema de la Peña (México, 2017)
Se trata de una película de historias cruzadas que nos acerca a la vida de aquellas personas que viven la frustración de esperar un trasplante. Una noche tres personas reciben la misma esperada llamada: tras el fallecimiento de una persona en un accidente de tráfico, tienen la oportunidad de obtener el ansiado trasplante de riñón que necesitan. Los tres elegidos son Ana (Martha Higareda), una mujer de treinta dos años de clase alta; Valentina (Tiaré Scanda), una joven de origen humilde y El Chayo (Rafael Inclán), un patriarca y predicador evangelista sexagenario. Las pruebas realizadas deciden que el riñón sea para El Chayo, pero gracias a este fortuito encuentro se crean unos fuertes lazos entre los personajes y sus familiares. La película nos muestra un mes en la vida de estas personas, sus luchas cotidianas y las cuentas que tienen con su pasado. La premisa de esta historia tendría una mayor trascendencia de no ser por la carencia de fuerza de sus personajes.
Director: Hugo Gélin
(Francia, 2017)
Samuel (Omar Sy) vive la vida sin responsabilidades en la playa en el sur de Francia. Hasta que un día, una de sus antiguos amores le deja en los brazos a un bebé de pocos meses, Gloria: su hija. Incapaz de cuidar de un bebé y decidido a devolverle la niña a su madre, Samuel se va a Londres para tratar de encontrarla pero no tiene éxito. Así es, es la versión francesa de la taquillera No se aceptan devoluciones, en la cual nos vuelven a presentar una historia de sentimentalismo manipulador de la escuela del Canal de las Estrellas, con la excepción de que Omar Sy tiene un personaje de seductor más creíble. Por lo demás, la película no aporta mucho a la cinta original; volvemos al tema de hace tres años, una cinta que abusa de los lugares comunes, que falla al mezclar el melodrama con la comedia, y que está hecha para los espectadores menos exigentes.
Copyright © 2017 La Crónica de Hoy .