Nada más conocerse el comunicado de Donald Trump, los ojos del mundo se dirigieron al Palacio de Miraflores, en espera de la reacción de Nicolás Maduro. Esta no se hizo esperar:

“He decidido romper relaciones diplomáticas y políticas con el gobierno imperialista de los Estados Unidos”, dijo desde el balcón, rodeado de la cúpula del régimen y ante miles de simpatizantes chavistas.

“Fuera, se van de Venezuela. Basta de intervencionismo, aquí hay dignidad, carajo, aquí hay pueblo dispuesto a defender esta tierra”, declaró Maduro, tras anunciar que da un plazo de 72 horas al personal diplomático estadunidense para abandonar el país.

Horas después, el jefe de la diplomacia estadunidense, Mike Pompeo, respondió desafiante que no piensa ordenar esta retirada, puesto que Maduro ya no gobierna.

“El expresidente de Venezuela no tiene la autoridad legal para romper las relaciones con EU o para declarar a los diplomáticos estadunidenses persona non grata”.

Por tanto, concluyó, el gobierno de Trump “mantiene relaciones diplomáticas con Venezuela y las llevaremos a cabo a través del gobierno interino de Guaidó, que ha invitado a nuestra misión a permanecer en Venezuela”.

Pompeo instó, además, a las fuerzas de seguridad y a los militares venezolanos a proteger a los ciudadanos estadunidenses en Venezuela.

“Hacemos un llamado para que se abstengan de tomar medidas inconsistentes con los privilegios e inmunidades de los que gozan los miembros de la comunidad diplomática”, indicó Pompeo y advirtió que habrá consecuencias “a los que pongan en peligro la seguridad” de su personal.