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El primer debate de las elecciones más importantes de la era moderna

EU contiene el aliento ante el primero de tres duelos entre el presidente y su rival, de cara a las elecciones del 3 de noviembre. Llega a lomos del último escándalo del republicano -evasión de impuestos- que debería aprovechar el demócrata para neutralizar las mentiras e insultos del magnate populista

El primer debate de las elecciones más importantes de la era moderna

El primer debate de las elecciones más importantes de la era moderna

La Crónica de Hoy / La Crónica de Hoy
TRUMP, EL CRIMINAL ERES TÚ

El presidente de Estados Unidos, Donald Trump, llega esta noche a su primer debate presidencial contra el exvicepresidente Joe Biden acorralado por su último escándalo de corrupción: la evasión de millones de dólares en impuestos, que, de quedar demostrado, lo convierten, básicamente, en un delincuente de cuello blanco.

En el debate de hace cuatro años, al entonces candidato republicano no le tembló la voz cuando dijo frente a su adversaria, Hillary Cilnton, que, cuando él fuera presidente, la mandaría a la cárcel, por enviar mensajes del Departamento de Estado desde su celular particular. La favorita en las encuestas reaccionó con estupefacción y no supo cómo arremeter contra tan grave señalamiento. Luego explicó que no le exigió que se retractase por ética democrática; pero, frente a un rival sin escrúpulos y en pleno auge de un renacido movimiento populista impulsado por las redes sociales, el juego limpio no sirvió para pescar votos, sino todo lo contrario.

En 2016 y ahora, los “fake news” se replican a tal velocidad que no hay manera de que millones de internautas dejen de creerlos, sobre todo si quien las dice se dirige a un público deseoso de buscar un culpable para justificar sus frustraciones. Por eso, y contra todo pronóstico, Trump arrebató primero a sus rivales la candidatura presidencial republicana -cuando llamó criminales a los inmigrantes mexicanos- y luego arrebató la Casa Blanca a la pobre Hillary, quien lo único que hizo al final de campaña fue enardecer aún más el ánimo de obreros blancos que perdieron sus trabajos, acusándolos de ser “personas deplorables” por simpatizar con un radical.

Lo último que le falta al demócrata Biden es caer en la misma trampa de ahorrarse durísimas críticas contra Trump y dedicárselas a los millones de votantes conservadores. Esto es lo que el candidato a la reelección espera que ocurra: que su rival mantenga hoy ese tufo elitista que emana con demasiada frecuencia del “establishment” blanco progresista.

Trump no sólo es igual de mentiroso y despiadado que hace cuatro años, es mucho más peligroso porque ahora está en la Casa Blanca. No sólo amenaza con desconocer el resultado de las elecciones del 3 de noviembre si es derrotado, sino que fantasea con otros cuatro años para vengarse de sus “enemigos”, a estas alturas, má de la mitad del país: desde los demócratas, a la prensa liberal, pasando por las feministas, los homosexuales, los hispanos, los negros...

A Trump le motiva el deseo de venganza y el sueño de convertirse, no como el peor presidente de la historia, como dicen ya de él historiadores, periodistas y millones de personas fuera y dentro de EU, sino como el presidente que llenó la Corte Suprema de jueces conservadores, para desmantelar las libertades logradas en décadas de lucha. En otras palabras, sueña con devolver Estados Unidos a quienes él considera que son sus legítimos dueños: los supremacistas blancos.

BIDEN, OBLIGADO A ACORRALAR A TRUMP

Hace apenas diez días, Joe Biden preparaba su estrategia para el debate presidencial de esta noche enfocándose en la necesaria crítica de lo mal que ha gestionado Donald Trump la pandemia. El demócrata seguramente acusará al presidente de negligencia por haber sabido desde enero que conocía la gravedad de la COVID-19 y no hacer nada. Sin embargo, la arena política se ha movido rápidamente en estos días con sucesos clave que desviarán buena parte del debate.

Por un lado, la muerte de Ruth Bader Ginsburg el viernes 18 desató una tormenta política. La ofensiva republicana por reemplazar lo antes posible a la jueza e icono feminista de la Corte Suprema choca frontalmente con el deseo de los demócratas de que sea el presidente que inaugure la siguiente legislatura quien nomine a su sustituta. Biden ya dejó claro este fin de semana que cree que el movimiento del liderazgo republicano del Senado, encarnado en Mitch McConnell es un “abuso de poder”, y advirtió a su rival que los votantes no lo tolerarán. En este primer debate, Biden tiene una ocasión de oro para mostrar esta firmeza y plantarse ante el mandatario y repetirle lo que dijo ante sus electores.

Por otra parte, este mismo domingo el New York Times publicó en exclusiva un artículo revelando los números de las declaraciones fiscales de Trump durante los últimos veinte años, que revelan una evasión fiscal sistemática al filo de la ley. Biden sin duda echará mano de la publicación para acusar al mandatario de cometer delitos fiscales y, quizás aún más importante, de estafar a la población por esconder sus cuentas.

Sin embargo, el candidato demócrata debe ser consciente de que lo tendrá difícil para llevar el debate a su terreno, pues no solo debe asumir la responsabilidad de acorralar al mandatario por su nefasta presidencia, sino que también deberá esquivar sus golpes personales. Trump llama habitualmente “sleepy Joe” a Biden; es decir, lo acusa de no estar muy lúcido, y el último ejemplo lo vivimos este fin de semana, cuando sugirió que el demócrata toma drogas para paliar una posible demencia. Y lo que es innegable es que Biden tiene un largo historial de frases inacabadas, hilos argumentales perdidos y balbuceos en debates y actos públicos.

En definitiva, el demócrata no solo debe convencer al público de que Trump es un mal presidente y que por ello deben votarle el próximo tres de noviembre, sino que tiene la obligación de ser creíble y ágil. Tiene que demostrar a todo el país que no solo es la opción menos mala, sino que será un presidente competente y que tampoco deberá abandonar el cargo por incapacidad en algún momento de su mandato.

Mlrt