¡Trump, fuera! Por fin, despiertan los gringos..!
Antonio Machado
¡Por fin sus adoptados fellow americans comienzan a recuperar la cordura, como lo hicieron el domingo abucheando a su marido..!
Cierto es que solo fueron -de manera personal y con sus propias gargantas- una minoría absolutísima frente a los casi 329 millones de habitantes de todas las razas existentes en el planeta que pueblan los Estados Unidos, pero hay motivos para confiar en que fueron como la muestra de las personas con que se realizan las encuestas de opinión, también en todo el planeta; y bien conocemos la eficacia de las investigaciones para determinar las corrientes de pensamiento sobre los más diversos millones de temas.
Hace apenas seis días que aquí, también, expresé la decepción que comparto con millones de compatriotas por el sistema democrático que nos gobierna y que los creadores de nuestra república lo tomaron de ustedes. En un estudio reciente sobre la insatisfacción con este sistema, se afirma que “México encabeza a los países de la región (latinoamericana) sobre el nivel de insatisfacción del funcionamiento de la democracia”, con nada menos que el 73 por ciento del voto de los encuestados, entre otros datos contundentes sobre el fracaso que México ha sufrido con su democracia. Y ¡sorpresa!, tres días después, en Washington ocurre, como parte del show en un juego de beisbol que ustedes presenciaban, la manifestación de desagrado con el presidente demócrata que tienen allá…
… como en casi todos los países que se suponen gobernados por ese sistema de libertad, participación y acción ciudadana. Leo en la pantalla de mi computadora: “La medición de la calidad de una democracia se antoja complicada, sobre todo cuando se tiene en cuenta el constante agrandamiento de la separación entre los gobernantes y los gobernados. La antigua noción griega de que cada ciudadano de la polis debiera participar en la política como juez y elector resulta imposible en las democracias modernas.
“El crecimiento de las ciudades, unido a la complejidad de la jerga política, coronada por una sociedad que se alimenta de la fugacidad y la velocidad como principios que dirigen la existencia, han apoyado el alejamiento de los ciudadanos de los asuntos públicos. En un principio se pensó que los medios masivos de comunicación ayudarían a eliminar esta barrera. Nada ha resultado tan falso.
“Así pues, el ciudadano ha perdido a lo largo de la historia la capacidad para influir realmente en el terreno político… A pesar de la organización de algunos sectores de la sociedad a lo largo de nuestra historia, elementos del sistema gubernativo, como la administración pública, han funcionado como mecanismos de cooptación, negociación y clientelismo político…”
¿Vale la pena una democracia de esta ralea? ¿Es esto, en realidad, una democracia, donde el poder se sigue imponiendo sobre la libertad, la voluntad y la dignidad de los individuos...?
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