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Un año despertando con AMLO: 255 mañaneras

Muchas cosas han cambiado desde aquella mañana del 3 de diciembre de 2018, cuando el mandatario se presentó por primera vez en la sede de Palacio Nacional.

Muchas cosas han cambiado desde aquella mañana del 3 de diciembre de 2018, cuando el mandatario se presentó por primera vez en la sede de Palacio Nacional.

Un año despertando con AMLO: 255 mañaneras

Un año despertando con AMLO: 255 mañaneras

La Crónica de Hoy / La Crónica de Hoy

Han sido 421 horas y 25 minutos frente al presidente Andrés Manuel López Obrador. La mayor parte del tiempo ahí, en el salón Tesorería de Palacio Nacional, lugar de 240 conferencias de prensa en este primer año de gobierno…

Otras 15 se desarrollaron en diversos recintos al interior del país, desde Mérida hasta Tijuana, para un total de 255 encuentros con reporteros. Serían algo así como 18 días completos, ininterrumpidos…

Muchas cosas han cambiado desde aquella mañana del 3 de diciembre de 2018, cuando el mandatario se presentó por primera vez en la sede de Palacio, acompañado de los secretarios de Marina, Defensa, Seguridad Pública y Gobernación, así como del Fiscal General. “Todos los días, de lunes a viernes a las 6 de la mañana, nos vamos a reunir los integrantes del gabinete de seguridad, porque es lo que más preocupa a los mexicanos. Es tan importante garantizar la paz y la tranquilidad en el país, que no delegaré esta responsabilidad, la atenderé de manera directa”, fue su primera frase, como presagio de los días por venir.

La violencia se convirtió en el tema más punzante e incómodo durante las mañaneras, pese a la insistencia presidencial por los “puntos de inflexión” y el freno estadístico de la criminalidad. Sin sustento en la realidad, en los últimos meses terminó por referirse al tópico como el “principal pendiente” de su administración. Ni el nulo crecimiento económico ni las jiribillas del gobierno estadounidense le hicieron sombra.

Ese diciembre 3 también anunció las conferencias diarias y prometió “garantizar la libertad de expresión sin límite ni censura, y que participen todos los medios, quienes representan a prensa escrita, radio, televisión, redes sociales; que sea plural, incluyente”. Eligió la franja izquierda, quizás como corazonada espontánea o alusión a su movimiento, para dar el primer turno de esta historia: fue a la representante de Univisión, quien le preguntó detalles de sus conversaciones con Ivanka Trump –hija del presidente estadounidense– y el vicepresidente de aquel país Mike Pence, quienes dos días antes habían asistido a su toma de protesta.

Aquella vez, asistieron 125 representantes de medios, entre reporteros, camarógrafos, fotógrafos, ayudantes y productores. Muy lejos de los 267 asistentes del 30 de enero de 2019, el día de mayor número hasta ahora, en los momentos más críticos de la estrategia contra el robo de combustible, y 12 días después de la explosión en Tlahuelilpan, Hidalgo, con un saldo de 137 muertos.

DEDAZOS. Sólo dos asuntos en este año provocaron ruedas de prensa extraordinarias: la tragedia ya referida en Tlahuelilpan, la cual obligó a cuatro citas entre el sábado 19 y domingo 20 de enero; y la amenaza del presidente Donald Trump de cobrar aranceles a productos mexicanos por el elevado índice de migración hacia su territorio: AMLO alteró su agenda del 1 de junio y, de gira en Veracruz, donde presidiría la ceremonia del Día de la Marina, convocó a periodistas para informar del viaje a la Unión Americana de una comitiva encabezada por el canciller Marcelo Ebrard, con la intención de establecer un diálogo con autoridades gringas.

Según la Presidencia, la cifra más actualizada de acreditados a la mañanera es de mil 450: 549 reporteros, 142 corresponsales y, el resto, gráficos, camarógrafos y demás editores.

La conferencia de menor convocatoria ocurrió el viernes 22 de febrero, cuando acudieron sólo 42 representantes mediáticos, aunque, de manera paradójica, se abordaron asuntos cruciales de la vida pública, como la aprobación de la Guardia Nacional y el aval a las Fuerzas Armadas para participar en tareas de seguridad pública.

Pese a las promesas iniciales de AMLO de libertad y apertura a la crítica, su relación con quienes cubren las mañaneras es cada vez más confusa, más turbia. La tensión se ha acentuado por el creciente arribo de simpatizantes u operadores políticos de Morena disfrazados de reporteros, dedicados a sembrar preguntas cómodas, desinflar contenidos inconvenientes o propiciar largas disertaciones, ajenas a temas vitales para la ciudadanía.

Aferrado al método del dedazo o asignación unipersonal, son mucho más los turnos para los aliados, y menos para los periodistas incisivos, a quienes el tabasqueño suele incluir en su catálogo de prensa fifi, al grado de aplicarles una frase histórica de Francisco I. Madero: “Le muerden la mano a quien les quitó el bozal”. Las recriminaciones oficiales han derivado en furibundos ataques contra los críticos, insultos y amenazas en redes sociales.

Su tema más recurrente, casi cotidiano, es el de la operación y alcance de los programas sociales, escudo habitual en instantes de apremio: dinero para ancianos, discapacitados, estudiantes, desempleados, campesinos, sembradores…  De sobra conocidos son sus relatos filosóficos e históricos –en especial de pasajes vinculados a la época juarista, al porfiriato, al maderismo y al periodo independentista–, también aprovechados para eludir algunos dardos.

RECTIFICACIONES. Muchas cosas cambiaron desde aquel 3 de diciembre, incluso el mobiliario del salón: es otra la forma de acomodar las sillas, en mayor número del lado derecho, donde se arremolinan los aplaudidores; se compró un nuevo estrado, se alfombró el espacio e instaló una pantalla y se dispuso de un riel para el traslado de cámaras móviles, más cercanas al presidente, especializadas en encuadres centrales.

Ya son otros los rostros. El del propio tabasqueño reciente el trajín del poder, aunque, en actitud, conserva la frescura de siempre. Ya nada queda de aquellos primeros retratos de la zona de prensa, hoy copada por intrusos jamás identificados en el periodismo.

La cita más álgida ha sido, sin duda, la del 31 de octubre, cuando el gabinete volvió a Palacio para solventar las dudas del informe sobre lo ocurrido en Culiacán: la liberación de Ovidio Guzmán, hijo del Chapo, por la amenaza de agresiones a civiles y familias de militares. Hubo el intento de los enviados partidistas por desviar el interés hacia otras materias como béisbol, literatura e historia y, ante la falta de respuestas, un reducido grupo de reporteros comenzó a alzar la voz, a interrumpir, a develar -sin orden- los embustes del secretario Alfonso Durazo. “Lo importante es que se rectificó, antes eran mentiras sobre mentiras, somos distintos, y lo más importante es que se puso por delante la vida de las personas”, dijo López Obrador.

La aventura ha incluido “colados” o “espontáneos”, quienes han burlado el esquema de seguridad en torno al presidente para entregarle peticiones personales, acreditados alquilados como gestores, cuestionamientos esquivados (“Vamos a batear, tengo tiempo que no bateo”) y preguntas sumadas a la nutrida lista de boberías: ¿qué tipo de sangre es, ¿cómo ve su muerte?, ¿utiliza cámaras hiperbáricas para estar como un corredor keniano?, ¿qué sabe de la reaparición de Juan Gabriel?...

Inclinado a las bromas, tal vez su carcajada más sonora se dio al preguntársele sobre su relación con Morena: “El gobierno no tiene sindicatos, no tiene partidos”, expresó, hizo una pausa y soltó la risotada: “Me estoy riendo porque es como una porra grosera de Los Pumas”, balbuceó en alusión al cántico: “El Pumas no tiene mujer, no tiene marido, pero tiene un hijo puto que se viste de amarillo”... Sin reparo, ha repetido: “El pueblo se cansa de tanta pinche transa”.

Entre sus frases más recordadas están: “En casos de corrupción, no voy a sudar calenturas ajenas… Me patea el hígado el saber que organismos internacionales nos colocan entre los países más corruptos del mundo… El que aflige se afloja, y no nos vamos a aflojar… Guácala, fuchi a la delincuencia, ya chole, piensen en sus mamacitas… Nosotros no somos iguales, eso sí calienta… Ternuritas… Toco madera, pero si regresan los neoliberales, cómo le van a hacer para dar marcha atrás a los cambios… Un negocio jugoso ilícito siempre lleva el visto bueno del presidente”.

La batalla gubernamental con más reflectores fue la emprendida contra el huachicol, iniciada desde finales de diciembre -a unas semanas de asumir el cargo, y la cual se prolongó hasta el mes de febrero. “Me colmaron el plato”, dijo el presidente sobre la mafia involucrada en el robo de combustible y aseguró: “El huachicol es tan grave que casi había un Pemex pirata”. A la luz de los resultados oficiales, esta estrategia resultó la más exitosa en el primer año lopezobradorista, cuyo colofón es el festival cumbianchero planeado para hoy domingo en el Zócalo.

El anecdotario se construyó entre apagones y ese primer cumpleaños en Palacio, con riñas reporteriles y supuestos comunicadores vestidos de mariachis; también entre falsas alertas sísmicas y motes para la eternidad, como el de “Comandante Boloras”, endilgado al expresidente Felipe Calderón.

Cuatrocientas 21 horas y 25 minutos frente a él, el hombre de trajes modestos, de respuestas predecibles, quien lo mismo presume su cartera vacía o su primer cheque como presidente, quien desdeña cámaras escondidas y endosa mil adjetivos a sus adversarios: fantoches, hipócritas, racistas, juniors, ambiciosos, corruptos y doble cara…

havh