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Un esfuerzo por combatir el alzhéimer democrático: Ciro Murayama

“Con la democracia, nos tocó una de las transformaciones políticas más profundas de México, pero la valoramos muy poco”, dice a Crónica el consejero del INE.

“Con la democracia, nos tocó una de las transformaciones políticas más profundas de México, pero la valoramos muy poco”, dice a Crónica el consejero del INE.

Un esfuerzo por combatir el alzhéimer democrático: Ciro Murayama

Un esfuerzo por combatir el alzhéimer democrático: Ciro Murayama

La Crónica de Hoy / La Crónica de Hoy

Con los avances democráticos, el respeto al voto, un organismo nacional de elecciones capaz de desarrollar las tareas que se le confieren, “lo que nos falta es todo lo demás”, reza una dedicatoria a mano que escribió Ciro Murayama, consejero electoral (no pocas veces ave de tempestades), en las páginas de cortesía, las que van en blanco, al principio de su libro La democracia a prueba. Elecciones en la era de la posverdad  (Cal y Arena 2019),

El libro es presentado hoy en punto de las 19:00 horas en la librería Rosario Castellanos del Fondo de Cultura Económica (FCE).

Sobre esa referencia al “todo lo demás”, Ciro comenta en entrevista que su texto va a contracorriente de la muy promovida idea de que la democracia mexicana empezó el 1 de julio de 2018, “que fue el resultado lo que nos permitió tener elecciones bien hechas y no que las elecciones genuinas permiten cualquier resultado”.

–¿Qué es ese “todo lo demás” de la dedicatoria que le escribiste a Francisco Báez?

–Lo que hemos logrado pavimentar es una vía para que la llegada al poder sea democrática. Hay 20 mil cargos de elección y todos ellos, desde cabildos hasta la Presidencia, surgieron del voto.  Pero estos logros se dan en un contexto de una enorme insatisfacción, justificada, sobre los resultados de la democracia: nos falta todo lo demás, lo que la democracia debe resolver en términos de bienestar, de la vida cotidiana de la gente.

En México le hemos dado demasiadas vueltas a la noria electoral, seguimos discutiendo cómo llegar al poder y no para qué y cómo ejercerlo. Hay quienes desde el propio partido en el gobierno hablan de una nueva reforma electoral, cuya única justificaciones es ver si se recortan recursos y no pensar si vale la pena poner el énfasis en otros aspectos como una mínima reforma fiscal que grave la alta concentración del ingreso.

Que desde el poder se impulse una reforma que pudiese dañar la autonomía de la autoridad electoral, podría ser una regresión. En la portada del libro, al pie se pone eso: a las democracias las acecha el riesgo de regresiones autoritarias.

Hemos escuchado expresiones que llegan a decir que como todos los partidos ya pasaron por el poder, entonces que desaparezca el INE y sea otra vez Gobernación la que organice las elecciones.

–¿Cuándo decidiste escribir el libro?

–En pleno calor electoral, ya en el proceso electoral teníamos un entorno de muy baja credibilidad de las instituciones públicas. Era complicado hacerse a la idea de que todo iba a acabar bien, había mucha desinformación en torno a las elecciones, de cada paso del proceso, y si uno veía algunos medios parecía que la autoridad electoral estaba siendo sobrepasada.

Lo curioso es que, en un país con tanta desconfianza hacia las instituciones, hacia partidos y políticos, tuviésemos un proceso electoral ejemplar. Eso no fue casualidad ni accidente. Lo que quise hacer fue una cruzada personal contra el alzhéimer colectivo.

Se reforzó la idea de escribir el libro al pasar la elección, cuando se menospreciaron todos los avances que se habían hecho, las normas, procedimientos, instituciones durante años, muchos, de debates y brega política. Las elecciones limpias no son una aparición, son una construcción que descansa en una serie de pilares que son motivo del libro.

–Peleas con datos duros, por ejemplo estadísticas, contra ideas que no usan datos, sino convicciones.

–Algo que quise hacer en cada capítulo fue una especie de ensayos que pueden leerse en lo individual sobre qué hizo posible que las elecciones funcionaran bien, incluso con novedades como los candidatos independientes.

En cada tema lo que quise fue ofrecer datos verificables. No es un libro de mis anécdotas personales, sino que trato de ofrecer cifras contrastables. No pretendo que todo quien lo lea esté de acuerdo conmigo, pero sí quiero que al menos podamos discutir a partir de un piso de racionalidad. No a partir de medias verdades o mentiras.

Recuerdo que en la noche anterior a la elección estuve en un programa de Televisa, con teléfonos abiertos y lo que más nos preguntaban era si era cierto que el marcador del INE se iba a borrar y poner algo en algún candidato, como si hubiera un Harry Potter allí. Hay mucha superchería en la discusión pública, es un mal de nuestro tiempo.

–¿Y ante esto?

–Frente a la irracionalidad de las discusiones quise poner sobre la mesa datos sobre porqué México hace bien sus elecciones y qué hay que cuidar para que las siga habiendo. Estoy convencido que vamos a seguir siendo una sociedad bien compleja, contradictoria, es imposible que quepamos en un solo molde, en un solo partido, y para que esa pluralidad pueda existir debemos tener elecciones limpias, genuinas.

–¿Es correcto decir que, en el texto, en lo que comentas, se trasluce confianza sobre nuestro futuro democrático?

–A diferencia de otros países donde se puede hablar de cuándo empezó la democracia, como en España, en Chile, creo que en México es muy difícil. Podemos hacer recuento, decir que las elecciones amañadas las dejamos atrás a fines del siglo pasado y lo que tenemos son procesos electorales verificables, pero como no tenemos ese mínimo acuerdo (ni en la academia) sobre el inicio de la democracia, se provoca que gravite el fantasma del fraude.

El fraude ya fue desterrado de México en los hechos, de donde no ha sido desterrado es del discurso de algunos actores políticos prominentes. Lo que se dice es que esta elección (2018) es la primera verdaderamente auténtica, eso es una especie de aparición democrática, como si fuese el Tepeyac, y no de una evolución del sistema político.

Frente a esa noción, interesada y que no se soporta en la realidad, hay que ofrecer pruebas y explicaciones, una y otra vez. No podemos renunciar a ello.

Estoy preocupado y soy pesimista, pero no me puedo dar el lujo de sentirme derrotado, lo que pongo es mi esfuerzo en defender esto en lo que creo: un conjunto de triunfos de la sociedad mexicana.

Si vuelvo mi vista atrás y veo cuando empecé a participar en política hace 20 años, en lo que verdaderamente somos mucho mejores como país es en materia político electoral. Las desigualdades sociales allí están, la pobreza masiva también, la incapacidad de crear empleo formal y la inseguridad se ha incrementado —concluye el consejero aludiendo, nuevamente al “todo lo demás”—.