
-Al rato que salgas de aquí de Puente Grande, regrésate con mucho cuidado, mi Lino, porque muchos se han volcado en la carretera ¿Verdad, mi lic?
-Sí, sí, mi Lino, mucho cuidado; no te vayas a volcar en la carretera…
La advertencia, en tono de sorna, fue hecha por dos abogados: Jesús Guardado Aguilar, mejor conocido en el ambiente de los litigantes como “Chuy Guardado”, y su tío Roberto Francisco Machuca Aguilar.
Ambos me habían citado para que respondiera un interrogatorio en mi calidad de jefe de la oficina de Comunicación Social de la Procuraduría de Justicia de Jalisco, como parte de la estrategia jurídica que habían entablado en favor de un consumado ladrón de vehículos apodado “El Pato”.
Y yo, también en tono jocoso, les seguí la charla:
-¿Ah sí, mis licenciados? Pues ustedes ándense con cuidadito, porque muchos defensores de robacarros terminan acá en el bote; pero no se apuren, mis lics, si los llegan a detener yo les ayudo a salir…
-Ah ¿Serio, Lino? Tú nos vas a sacar –preguntó con los ojos bien abiertos uno de ellos.
-Serio, mi lic, yo los saco… Pero en la página policiaca del Occidental.
-Ese Lino tan ocurrente –dijo el otro esbozando una sonrisa.
A mí, más que una amenaza, el chacoteo de esos abogados me pareció una manera para tratar de ponerme nervioso antes de que compareciera a contestar los cuestionamientos que ellos habían preparado para debilitar los cargos en contra de su cliente.
Debió haber sido en el año 2002, o quizás el 2003. Antes de ese día me estuvo asesorando René Salazar, agente del Ministerio Público de la división de Robo a Vehículos, quien me acompañó a la realización de la diligencia en uno de los juzgados del complejo penitenciario de Puente Grande.
Recuerdo que cuando buscábamos un lugar dónde dejar el vehículo de la Procuraduría en el que nos trasladamos y que yo manejaba, el licenciado René me dijo: “mira, ahí está la camioneta de Chuy Guardado”, y apuntó con su índice derecho hacia un flamante automóvil Hummer, que se me figuró como un tanque de guerra, pero con rines cromados y con la pintura más negra, pulida y resplandeciente como un espejo que yo hubiera visto. Años después otro litigante, perteneciente al Poder Judicial de Jalisco, me aseguró que fue la primera unidad automotriz de ese tipo que había ingresado a México.
“Chuy Guardado tiene su lugar reservado; nosotros hay que seguir, buscando”, lamentó René, mientras volteaba de un lado a otro del estacionamiento en busca de un espacio para el coche que traíamos.
“No cabe duda que el fulgor de los carros de los penalistas es inversamente proporcional a su reputación”, pensé, sin llegar a pronunciarlo, y es que el dueño de la Hummer era ampliamente conocido por llevar con pocos escrúpulos, los casos de personas acusadas de asaltar bancos, robar camiones blindados, vehículos de carga, autos particulares y de asuntos de narcotráfico.
Tras su advertencia de que regresara con precaución a la ciudad y de que me aseguraran que iban a liberar al “Pato”, pero en cuanto pusiera un pie en la calle harían que se fuera a cometer sus fechorías a otro estado de la República, el par de abogados pidió que uno de los actuarios leyera las preguntas que yo habría de responder y que versaban en torno a un video en el que su defenso aceptaba ante las cámaras y grabadoras de varios medios de comunicación, haberse apoderado, a punta de pistola, de muchos coches de buen modelo.
Como parte de mi estrategia respondí que desconocía quién había expuesto al “presunto” ante la prensa; que mi actuación en torno a los hechos se había limitado a ordenarle a un subalterno que grabara las declaraciones del ladrón de marras, una vez que nos dimos cuenta que en el patio del edificio de la Calzada Independencia Norte y Hospital, del municipio de Guadalajara, había periodistas entrevistándolo, bajo custodia de elementos de la Policía Investigadora.
Esgrimí que yo no sabía si estaba presente un agente del Ministerio Público cuando el tal “Pato” confesó sus atracos, pues no se trataba de una declaración formal, y que días después los investigadores me solicitaron una copia de la grabación en video (VHS, por cierto), por lo que yo cumplí con mi función institucional y les entregué “el indicio” para que fuera anexado a la averiguación previa en contra del “señalado como delincuente”.
Ya no supe qué pasó con el robavehículos. Seguro quedó libre cuando su caso se “enfrió”, o sea que ya no fue del interés de la prensa.
De quienes sí tuve noticias posteriores fue de Chuy Guardado y de su tío Roberto Machuca.
A este último lo había conocido en 1993, en los tiempos en los que yo era auxiliar administrativo de Comunicación Social de la Procuraduría estatal y a él le encomendaron la Dirección de lo que en esas fechas todavía era la Policía Judicial de Jalisco -cargo que ya había desempeñado en 1985-. Para otorgarle su nombramiento, estuvo el secretario general de Gobierno, José Luis Leal Sanabria, quien presidió un acto un tanto improvisado en el patio del edificio de la Calzada Independencia Norte.
Me llamó la atención el rostro adusto, la seriedad en el comportamiento e incluso en el vestir y en el arreglo personal de Roberto Machuca –usaba trajes de solapa cruzada, el pelo y el bigote que ya dejaban ver algunas canas, rigurosamente cuidados- en contraste con la irreverencia que mostró casi 10 años después cuando le hizo segunda a su sobrino al citarme en Puente Grande e intentar infundirme temor con aquello de “no te vayas a volcar en la carretera…”.
Algunas veces llegó a dar entrevistas a periodistas y a mí me parecía que tenía el porte y los conocimientos para lidiar con los medios de comunicación.
En 1995, con el arribo del gobierno del panista Alberto Cárdenas Jiménez, Machuca dejó de ser funcionario de la Procuraduría y en agosto del 98 fue arrestado por meterle un tiro en la pierna a un hombre al que había sorprendido quitándole el espejo a su vehículo, estacionado afuera de su despacho en el barrio de El Santuario.
El supuesto ladrón no murió y como se comprobó que el licenciado Machuca actuó en defensa de su patrimonio, este último salió de prisión a los pocos días.
El ex jefe de la Policía Judicial volvió a las páginas de la nota roja después de que la madrugada del 19 de agosto del 2007, un hombre de 45 años se metió a su casa en la Colonia Providencia, y con una pistola de bajo calibre amagó a uno de sus hijos. Machuca, quien se dio cuenta de lo que ocurría, mató al intruso con un cuchillo de cocina luego de un forcejeo.
Se consideró entonces que actuó de nuevo en defensa de su integridad y la de su familia, por lo que a las 48 horas obtuvo su libertad.
Transcurridos un año y poco más de nueve meses, la noche del martes 26 de mayo de 2009, Roberto Machuca caminaba hacia su coche Mercedes Benz Compressor, color negro, en los momentos en que dos individuos de una motocicleta de alto cilindraje lo asesinaron a balazos. Tenía 58 años de edad. La escena del crimen fue la Avenida de los Maestros. Acababa de salir de dar clases en la Facultad de Derecho de la Universidad de Guadalajara.
Entre los años 2004 y 2007 por lo menos cuatro personas que tuvieron alguna relación laboral o de parentesco con Roberto Machuca murieron asesinados. Dos policías judiciales que ya no trabajaban para la corporación y su consuegra formaron parte de la lista de difuntos.
Chuy Guardado igual estuvo entre las víctimas mortales, cinco años antes del crimen que le arrancó la vida a su tío.
A eso de las cinco de la tarde del martes 10 de febrero del 2004, tres hombres en un vehículo Caravan, de color verde, arribaron al bufete jurídico “Guardado y Asociados”, ubicado en el cruce de las calles Dionisio Rodríguez y Álvarez del Castillo en el barrio de La Penal.
Afuera del despacho, le dieron de balazos a Chuy Guardado, de 44 años de edad, con el tiro de gracia incluido.
Los proyectiles alcanzaron a un vecino que resultó lesionado de gravedad. Él se hallaba al momento del atentado junto al abogado penalista, quien le mostraba orgulloso su Hummer negra, esa que fue la primera de importación en el país y que tenía delimitado con pintura amarilla su espacio VIP en el estacionamiento de la prisión de Puente Grande; la misma que ahí, con su resplandeciente pintura, le robaba luz al sol.
Por el crimen del licenciado Chuy Guardado se arrestó a un hombre que fue cliente suyo y que era conocido con el alias de "El Trasqui", a quien otro reo mató de 31 navajazos, en una de las celdas del reclusorio de Puente Grande el 19 de mayo del 2006. Sobre el asesinato de su tío Roberto Machuca nunca he sabido de alguien capturado, menos que se hubieran esclarecido los motivos o móviles de su muerte.
Lo que sí sé es que tal como ellos me hicieron la recomendación, cada que transito por carretera o por cualquier abrupto camino de la existencia, procuro conducirme con mucho cuidado, no vaya a ser que el inexorable destino luego quiera venir a ajustar cuentas conmigo.
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