
Pablo, el hijo mayor del matrimonio Serment-Rosique, no da cabida al infierno que ahora vive. Quienes se encuentran apoyándolo en este momento dijeron que lo han escuchado decir que hará hasta lo imposible por qué “Benji” pague con creces el homicidio de sus padres.
En poco más de un mes su vida dio un giro de 180 grados; nada volverá a ser igual para el primogénito del matrimonio asesinado.
Aún no logra entender que su hermano, Benjamín, y la novia de éste, Pamela Soto Miranda, hayan tramado con premeditación y visceralidad el asesinato de quienes le dieron la vida.
El dolor de Pablo es indescriptible, comentó uno de sus amigos; primero perdió de la manera más vil a su padre, luego a su madre —quien supuestamente había decidido acabar con su vida— y tiempo después a su hermano, ese quien fue, por mucho tiempo, su compañero y cómplice de aventuras.
El primogénito sabía que algo andaba mal, la actitud de su hermano menor era diferente; no se comportaba como siempre, pues, aunque sabía que él no estaba del todo bien, jamás imagino que sería el escritor, director y productor de la película de terror más cruel de su vida, ni que los actores serían sus seres más queridos.
Pablo y su novia, Ana, tenían una buena relación con el parricida y su pareja sentimental, la misma que le ayudó a definir el destino de la pareja Serment.
El mayor de los hijos de los cineastas no sabe de dónde sacó su hermano los 200 mil pesos que utilizó para pagar a los asesinos materiales de sus padres, pues aunque León y Adriana le ayudaban a Benjamín monetariamente, el monto de su mesada no era tal como para juntar esa cantidad de dinero.
Incluso amigos de los jóvenes, señalaron, que Ana y Pamela se trataban como si fuesen de la familia, el cariño que ambas demostraban iba más allá de una amistad.
“Parecían ellas las hermanas, no se separaban nunca, se dejaban mensajes en Facebook e iban de compras juntas. Cuando estaban los cuatro juntos todo era felicidad”, dijeron.
Uno de sus familiares comentó que el hermano de Benjamín (parricida), aquél joven vital y soñador, estudiante de Arquitectura y con una de las relaciones sentimentales más envidiables está pasando por la peor etapa.
“Se ha separado de todos, sólo nos deja estar a unos cuantos a su lado, se siente azorado (confundido). La gente le llama, pregunta, lo hostiga. No lo dejan en paz, es mucho por asimilar”, comentó una amiga.
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