A escasos días de la jornada electoral más relevante de nuestra historia contemporánea, por el número de posiciones en disputa y por la permanente tensión política derivada de la intromisión gubernamental en los comicios, te invito estimado lector, a votar este próximo domingo por el Partido de la Revolución Democrática.

Aclaro inmediatamente que no pertenezco a partido político alguno, porque asumo como imprescindible la independencia intelectual y de juicio, pero en las circunstancias actuales de México, no cabe la menor duda de que nuestra frágil democratización necesita de la participación decidida de todas y todos los ciudadanos.

Nunca como ahora nuestro sistema democrático había estado en peligro de desaparecer. Con altas y bajas la división de poderes funcionaba, las políticas públicas eran institucionales y ausentes de criterios ideológicos, habíamos logrado construir un sistema electoral con credibilidad e independencia, y aunque nuestros gobernantes muchas veces actuaron al margen de la ley, nunca habíamos observado un Presidente de la República que tan irresponsablemente confrontara a la sociedad y destruyera nuestras instituciones, determinando palpables retrocesos en el sendero democrático adoptado por nuestro país.

Ante el surgimiento de los sistemas populistas como respuesta autoritaria a la creciente desigualdad social, ser de izquierda cambió de significado. Ahora quiere decir no perder de vista los derechos y las necesidades de los ciudadanos, lo que en las nuevas circunstancias significa no separar las decisiones políticas de sus consecuencias sobre las personas.

Cuando hablamos de izquierda hacemos referencia a una categoría de la acción política y a una concepción del mundo que combate las injusticias y las opresiones de cualquier tipo. Actualmente, la izquierda encarna la tesis de la sociedad de los ciudadanos y por ello, en estas elecciones presenciaremos también una confrontación entre dos concepciones antagónicas de la izquierda y sobre su relación con la democracia.

Por un lado, una versión populista que no ofrece un camino hacia la sociedad del futuro, que promueve discursos demagógicos y de manipulación, que persigue a sus opositores, que rechaza la existencia de una sociedad civil autónoma y vigilante del poder, pero sobre todo, que representa una concepción y una práctica política que busca el control absoluto y que fundamenta su actuar en la militarización de la vida pública. Esta modalidad de la izquierda populista pretende ser la única representativa de la lucha social y no coincide con los ideales de la democracia. Es una izquierda intolerante y fanática inspirada en el fascismo.

Por el otro, se encuentra una versión socialdemocrática de la izquierda que se articula en torno de los derechos ciudadanos y del espacio público, que proyecta los conceptos de inclusión, pluralismo, libertad y deliberación. Es una concepción que requerimos defender porque nuestra democracia necesita de una izquierda democrática, laica, pluralista y tolerante, que defienda la legalidad y que adopte la vía reformista y consensual para construir una sociedad libre e igualitaria en derechos y obligaciones para todos, haciendo realidad el postulado del gran teórico de la política democrática, Norberto Bobbio, según el cual, es necesario anclar la noción de izquierda a la igualdad de posibilidades entre los ciudadanos.

El PRD representa una opción democrática y es el heredero directo de una tradición política e intelectual emancipadora que se remonta a la fundación del Partido Comunista Mexicano, el cual después de sucesivas transformaciones, permitió su nacimiento y desarrollo. Esta corriente histórica ha sido una decidida impulsora del proceso de transformaciones democráticas que -a través del tiempo y no sin resistencias autoritarias- se fue imponiendo en nuestro país con el apoyo de los ciudadanos. Defendamos a la democracia, con tu voto lo lograremos.

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Twitter: @isidrohcisneros

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