Opinión

Vuelo en V

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La Crónica de Hoy / La Crónica de Hoy

Individualmente, somos una gota.

Juntos, somos un océano.

Ryunosuke Satoro

Más allá de la explicación científica, hay una dosis de misticismo en la formación en

Según la consulta que realicemos, el concepto del término “responsabilidad” es variable. Podemos entenderlo como una relación bilateral entre alguien que pregunta y alguien que contesta; como una deuda, una obligación, un compromiso, una relación causal entre quien, con su comportamiento, produce ciertos efectos y la reparación, indemnización o pago que necesariamente deberá realizar por ellos.

Así como en la vida misma un sujeto ejerce diferentes roles, ocurre también que en el mundo jurídico cualquier persona cotidianamente actualiza, cumple o satisface una serie de responsabilidades en las distintas facetas o máscaras que ocupamos.

En nuestro robusto sistema jurídico disponemos de normas prácticamente para todo: contra los excesos de velocidad, para evitar la violencia doméstica, para alcanzar la corrección cívica, para construcciones inmobiliarias, para cumplir obligaciones privadas, para el adecuado desarrollo de la administración pública, para la protección de derechos humanos, para la prevención del delito y su sanción, entre muchas, pero muchas más. A partir de ahí es que podemos hablar de la responsabilidad civil, penal, política, administrativa, cívica, etc.

Tanto en la Ley General de Responsabilidades Administrativas como en el Código Penal Federal tenemos reguladas conductas que constituyen al mismo tiempo faltas administrativas y delitos como el abuso de autoridad; uso ilícito de atribuciones y facultades; tráfico de influencia; cohecho; peculado; enriquecimiento ilícito; entre otros y por ello existen un par de preguntas, según yo, muy frecuentes.

La primera de ellas es si las responsabilidades son alternativas y, segunda, de quién depende que se “deslinden” -como la comunicación social comúnmente refiere-responsabilidades y se apliquen a los responsables las consecuencias correspondientes.

La primera cuestión tiende a determinar si con un solo hecho o conducta, una persona genera para sí misma exclusivamente una especie de responsabilidad. No. Alguien que pasa por alto una luz roja y con su vehículo lesiona a un peatón, simultáneamente cometió una falta administrativa y un delito, o sea que sus responsabilidades serán de naturaleza administrativa por lo que hace al incumplimiento del Reglamento de Tránsito y penal por lo tocante a la inobservancia de lo prohibido en un Código Penal. Por la primera quizás le cancelen su licencia para conducir; por la segunda puede perder su libertad. ¿Y de quién depende que se le sancione por una, por ambas o por alguna de esas vías? Respuesta: de usted.

Por lo que hace a la segunda interrogante, permítame ponerlo en esto términos. Los actos de corrupción son hoy muy impopulares porque impactan en ámbitos como el económico, el buen gobierno, la procuración de justicia, la salud, la educación y prácticamente en todos los aspectos de nuestra vida que, de una forma u otra nos afectan a todos. No se crea que sólo daña a la administración pública y que el erario es algo ajeno que deba resultarnos indiferente. Muy al contrario, los recursos públicos nos pertenecen a todos, por eso su destino adecuado nos incumbe a la sociedad en general.

Un incentivo perverso para que los hechos de corrupción continúen es la impunidad que sólo puede extinguirse con la denuncia y el poder de denuncia no es cosa de una persona. No es un derecho del superior jerárquico que conoce del delito o falta decidir si denuncia o no, como tampoco es obligación de la víctima del delito o falta denunciar su existencia.

La riqueza del sistema radica en que cualquier persona que tenga conocimiento de hechos de corrupción, puede, si lo desea, denunciar ante el ministerio público o ante los órganos internos de control de cada dependencia. El chiste está en que usted lo desee y actúe en consecuencia.

Si queremos surcar los aires de la corrupción, sólo como los gansos, podemos oponer resistencia efectiva a la corrupción pues, a fin de cuentas, sin colores, sin partidos, todos somos parte de este mismo gran equipo llamado México ¿o no?