Opinión

Zamarreando al Presidente

Zamarreando al Presidente

Zamarreando al Presidente

La Crónica de Hoy / La Crónica de Hoy

En otros tiempos y otras circunstancias mañana sería un día en que los periodistas —salvo honrosas excepciones— oficiaríamos con mayor dedicación de la habitual como acólitos del poder, batiendo el incensario delante del Jefe del Estado.

El otrora Día de la Libertad de Prensa, sin embargo, esta vez encuentra a la mayoría de los comunicadores zamarreando al Presidente López Obrador, haciendo cábalas acerca de cuándo será por fin depuesto de su cargo.

Si esto no es libertad de expresión, entonces ¿cómo se llama?

¡Pareciera que estuviésemos años luz de cuando el 7 de junio era día de fasto!

Por aquel entonces el mandamás derramaba almíbar sobre el gremio periodístico y algunos de los actuales líderes de opinión recibían de él premios y diplomas, menos por su calidad profesional —en contados casos dignos de laureles— que por su desempeño como turiferarios del régimen.

Se necesitaría candor y desconexión con la realidad para sostener que la perversa relación del periodismo con el gobierno cambió de fondo en 2002, con el paso de aquella festividad al 3 mayo, a tono con la declaración de la UNESCO.

En todo caso, la antigua efeméride pilla ahora a ciertos comunicadores incluso alentando, con más o menos disimulo, un golpe de Estado que pueda concretar el más caro anhelo de pensadores de la talla de Pedro Ferriz de Con y su propágulo homónimo, notable trompadachín en las redes sociales.

Sorprende a alguno más, en tránsito de intelectual orgánico a capacitador político del ICAP del PRI, instruyendo incautos sobre como presionar a la Corte, ganar elecciones intermedias o capitalizar la revocación de mandato para tratar de echar a trapazos al —para él— estólido primer mandatario.

A juzgar por el tono sulfurado de semejante instructor, no es remota la posibilidad de que en sus consejas pueda llegar a plantear la reedición de las estrategias de la ultraderecha más rancia. Aquellas larvadas en Puebla a principios de los 60 y posteriormente desplegadas en el universitario Muro y el Yunque panista, tan cercana a sus relaciones afectivas.

A otros periodistas el 7 de junio los atrapa ya en franca desesperación. Endulzándoles los oídos a potenciales sucesores del tabasqueño —Marcelo Ebrard, Claudia Sheinbaum, Ricardo Monreal, Arturo Herrera, Mario Delgado, entre otros—, con la obvia intención de acicatear ambiciones, atar navajas, dividir y fragilizar al equipo gobernante.Y, a otros más, intentando denigrar contradictores que ellos suponían adscritos a la advocación de su santón de cabecera, el ideólogo de la Operación Berlín, Enrique Krauze.Los atrapa, por ejemplo, buscando desacreditar a Jorge Zepeda Patterson, quien tuvo la osadía de recomendarle a la oposición empecinada en tumbar al Peje reflexionar para evitarse el bochorno de disparar por la culata.

Más aun, el autor de Los amos de México también hizo, cual Linneo, una divertida taxonomía de la atomizada oposición, en la que a cada grupúsculo le asignó género y especie, familia, clase y reino. Los vergonzantes, los profesionales, los anonadados, los de closet…

Con la sorpresa de que muchos malquerientes de la 4T quedaron incluidos en varias categorías. Como si se tratara de esos alimentos altamente procesados que por disposiciones del nuevo etiquetado deben portar tantos sellos como exija su exceso de ingredientes nocivos.

No le perdonan a Zepeda Patterson el atrevimiento. Quizá porque tampoco les explicó que no hay evolución —anagénesis— capaz de convertir de manera súbita un cachorro de león en un felino de verdad, ni un batracio cualquiera en pejelagarto.

Otros comunicadores fueron atrapados por la antañona celebración de la libertad de prensa en rudo cuestionamiento al desempeño de los medios públicos, en particular Notimex.

Es el caso de Sergio Aguayo Quezada, quien considera que bajo la dirección de Sanjuana Martínez esta agencia está abocada a acosar y difamar periodistas, extrabajadores y adversarios. “Como antes".Sorprende que, saturado el gremio periodístico de exdirectivos de dicha agencia de noticias, algunos de los cuales en su momento se vanagloriaban de practicar un periodismo de Estado, no de gobierno, ninguno haya dicho esta boca es mía para desmentir a quien fue demandado judicialmente por daño moral por Humberto Moreira.

Aguayo se abstuvo de acotar su grave, acusadora expresión, con lo que la misma —“como antes”— alcanzó a todos y ninguno de quienes fueron directores de esa entidad gubernamental.

Alcanzó, entre otros, Alejandro Ramos Esquivel, Héctor Villarreal, Enrique Aranda, Francisco Ortiz Pinchetti, Raymundo Riva Palacio y Miguel López Azuara, por sólo mencionar algunos.

No necesitaba haberlo sugerido el profesor de la Universidad de Harvard para comprobar que el pretendido, pomposo periodismo de Estado —“como la BBC”, se ufanaban sus artífices— fue un cuento chino.

Que, desde la agencia que se pretende “imagen de México en el mundo” —y la totalidad de medios públicos— se ha ejercido siempre un periodismo de gobierno. En ciertos casos por cuenta de comunicadores que otrora decían repudiar a las denominadas “plumas del PRI” o “las plumas de Los Pinos”.

En 2002 el Día de la Libertad de Expresión cambió en el calendario y los premios a periodistas empezaron a ser asignados ya no desde las oficinas de comunicación gubernamental, sino por cuenta de un comité ciudadano.

Se acabó la tradicional comida del 7 de junio, que —dicho sea de paso— era, a la vez, genuina exhibición anual opulencia, entre otros signos en los automóviles de superlujo de propietarios y directivos de medios, sobre todo de los concesionarios de la radio y la televisión patrimonio de todos los mexicanos.

La antigua efeméride cambió su lugar en el calendario, pero persistió la supeditación al gobierno de prácticamente la totalidad de los medios convencionales. Conseguida —debe decirse— no tanto por presiones sino por obvenciones, prebendas y contratos, alegremente acogidos y hasta procurados por sus destinatarios.

En algunos casos tal supeditación fue lograda mediante la coacción, la violencia y aun el asesinato. Así fue documentado en trabajos académicos. Entre éstos –para aludir a sólo uno de ellos—la tesis de Sandra Rosas García para obtener el grado de maestría en análisis político por el Tec de Monterrey.

Otros periodistas han llegado a la antigua celebración todavía pasmados, sin acabar de entender cómo es que hace apenas unos meses se quejaban por la falta de contrapesos al poder presidencial y hoy se descubren —junto con otros quejumbrosos— parte efectiva de ese sano equilibrio.

Eufóricos y engallados, incluso contabilizan los casos de decisiones gubernamentales revertidas por efecto de esos contrapesos, supuestamente eliminados en los inicios de la administración.

Otros, tripulando la pandemia. Tundiendo duro y tupido al vocero Hugo López Gatell. Dándose tiempo para medir con doble vara el grotesco chapulineo en el Congreso: si el salto es de Morena al PT, transa y oportunismo; si de Morena al PAN, como Lilly Téllez y quizá Miguel Mancera, patriotismo y firmeza de convicciones.

Y otros comunicadores más llegan a la que hubiera sido una fiesta con espíritu rebañego, enteramente acrítico, únicamente haciéndoles eco a los análisis y lecturas de la coyuntura nacional de los más furibundos adversarios del gobierno.

Habrá quien niegue esta penosa realidad, pero no estamos para decirnos mentiras.

aureramos@cronica.com.mx