
“Tengo razones que me desarman” dice Romeo en una de las escenas cumbre de la ópera Romeo y Julieta cuando Teobaldo lo reta a duelo y lo acusa de ser un cobarde; con todo y que esta escena de dramatismo alto ha sido manejada hasta el cansancio, sigue impresionando al público mexicano, al punto de que ayer en Bellas Artes estaban sentados al filo de la butaca.
Con un lleno total se estrenó la tarde de ayer en el Palacio de Mármol la temporada de Romeo y Julieta, de Charles Gounod, con Fernando de la Mora y Ainhoa Arteta en los papeles estelares. El público respondió entusiasta, ante una puesta en escena que sin ser la mejor que se haya hecho de esta obra sí tuvo el nivel suficiente para despertar el aplauso atronador de un público compuesto sobre todo por familias. Algunas de ellas se acercaban por primera vez a este espectáculo considerado eróneamente de “elite”.
Niños, jóvenes y ancianos compartieron los deliciosos juegos del amor entre los jóvenes de Verona y también los sinsabores de la desdicha. Tal vez muchos se sintieron identificados con la frase que lanza Romeo, al acusar a los padres de no entender a los hijos.
No pocas damas dejaron escapar alguna lágrima en la escena final cuando Julieta se suicida ante la muerte inminente de su amado Romeo.
Como ha sucedido en tiempos recientes la falta de un presupuesto amplio obliga a aguzar el ingenio y los señores productores, escenógrafos y encargados del vestuario se ven obligados a echar a andar la maquinita de la creatividad. A veces lo logran, sin embargo, esta vez la escenografía dejó mucho que desear. En primer lugar recordaba mucho a un monumento que está a la salida de México a Cuernavaca, el monumento es un pedazo de carretera.
En este caso son dos semicírculos que rotan y que van presentando distintas caras, algunas buenas otras malas.
Por ejemplo, la famosísima escena en que Romeo besa a Julieta en un balcón ha sido ligeramente modificada: el balcón parece un cajón de archivero que sale y entra de la pared.
Es ingenioso el mecanismo, aparte de eficaz, aunque tedioso porque hay que soportarlo durante cuatro horas siempre girando sobre su plataforma y siempre con la misma luz encima.
En cuanto a las voces, Fernando de la Mora estuvo muy en su papel resultado de su virtuosisimo y de la experiencia acumulada en específico en este papel que el año próximo hará en el Metropolitan Opera House de Nueva York.
La revelación de la noche y de la temporada, sin duda, es la cantante española, Ainhoa Arteta, la que se llevó una nutrida ovación, tal vez mayor que la de Fernando.
Y no sólo es que Arteta sea dueña de una bella voz, bien manejada, con una buena técnica de respiración y potencia, sino que sabe actuar y le da la intención y el tono dramático requerido por las escenas. Esto es importante en una obra que demanda pasar de situaciones de comedia, jocosas, alegres, hasta las eróticas y trágicas como la última escena.
Ainhoa ha ganado los concursos Metroplitan Opera National Council Auditions y del Internacional de Ópera Plácido Domingo. Debutó en Palm Beach en 1990 y a parir de entonces su repertorio incluye las principales óperas: La Traviata, Un ballo in maschera, Carmen, Turandot y Rigoletto.
Sus últimas actuaciones incluyen Cosi fan tutte, en Washington, y Les Mamelles de Tiresías, en el MET de Nueva York junto con James Levine.
Por último. el maestro Enrique Patrón de Rueda, el director concertador, anunció de viva voz que con esta función la Orquesta y Coro del Teatro de Bellas Artes cumplía 50 años de vida. Felicidades
En fin, la gente que asisitió a Bellas Artes ayer al estreno de Romeo y Julieta salió contenta de haber visto un buen espectáculo.
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